Éric Vega
A quienes se dedican a formar ciudadanos
A quienes vivimos en el mundillo universitario, los veranos siempre nos traen regalos fabulosos. Tomar algún curso de actualización en el extranjero, impartir alguna charla como profesor invitado, concluir algún artículo pendiente, reencontrarse con colegas, afinar la logística de un seminario y cosas por el estilo, son los "laureles" con los que nos premia la vida académica.
En esta ocasión "mi premio" lo recibí en un seminario que lleva por título "Las fronteras de la democracia", el cual ofrece el "Summer Institute", de la Universidad de Tufts. Las ocho horas diarias de discusión en torno a las formas mediante las cuales la sociedad puede revitalizar la democracia, por decir lo menos, son tan estimulantes, como retadoras.
Aún falta una semana para que termine el seminario, sin embargo, ya puedo adelantar una preconclusión: nuestras esperanzas respecto a las posibilidades de construir una democracia fuerte siguen más vivas que nunca. La clave para que dicha reconstrucción se dé de manera efectiva, aunque suene a obvia evidencia, reside en nuestra capacidad para construir un capital social sólido mediante una ciudadanía educada. La fórmula no es nueva, lo que cambian son los métodos para generarla. Me explico.
Si la premisa es "capital social + ciudadanía educada", la pregunta que habría que responder sería la siguiente: ¿A qué tipo de formación ciudadana debe apostar nuestra sociedad, si busca construir un capital social sólido y creciente?
A decir de Joel Westheimer y Joseph Kahne, la mayoría de los programas educativos promovidos por las escuelas abonan a la democracia formando "buenos ciudadanos". La discusión de los énfasis de dicha formación reside en lo que se entiende por buen ciudadano y respecto a aquello que debe hacer un buen ciudadano. Atendiendo a la lógica de los énfasis, Westheimer y Kahne analizan el perfil de tres tipos de ciudadanos que pueden forjarse desde las aulas: el responsable, el participativo y el que actúa movido por una idea de justicia. Usted juzgue qué modelo considera más adecuado para fortalecer nuestra maltratada democracia mexicana.
El ciudadano responsable participa activamente en su comunidad donando sangre, como voluntario en asociaciones civiles que abrazan una causa, promueve el cuidado del medio ambiente, etc. La personalidad del ciudadano responsable lo conduce a pagar sus impuestos, obedecer las leyes, ayudar a personas que han caído en desgracia provocada por una catástrofe natural, ayuda al hambriento, al enfermo, al migrante desvalido. Su tiempo y dinero lo dona en favor de la caridad.
El ciudadano caritativo, responsable, se distingue por tener un buen carácter, su honestidad y una actitud respetuosa hacia cualquier tipo de marco normativo (religioso, moral, social o legal).
El ciudadano participativo se distingue de los otros por colaborar, de modo permanente, en el diseño y funcionamiento de redes de asociaciones civiles/comunitarias. A este tipo de ciudadano no le satisface solamente donar su tiempo o dinero, porque su foco de interés reside en organizar a la sociedad para que ésta se haga cargo de los problemas que le aquejan. Más que donar alimentos, medicinas o ropa para aquellos que cayeron en desgracia, le interesa organizar una asociación que siempre esté preparada para atender de manera inmediata tales eventualidades. En pocas palabras, ciudadano participativo es un "organizador de causas sociales", de ahí que su personalidad sea la de un líder que busca fundar y reorganizar las asociaciones civiles.
El ciudadano que se mueve por una idea de justicia se distingue por su ojo crítico, por su personalidad inquisidora. Como ha sido entrenado para ello, busca indagar la dimensión estructural que origina los problemas que aquejan a la sociedad en la que vive. Además de conocer las causas de los fenómenos tiene claridad de algunos de los medios que podrían resolverlos de un modo sostenido. No es de su interés llevar comida a los necesitados o formar parte de una organización civil (ambas cosas podrían resultarle poco útiles). Su tarea se centra en concientizar a la sociedad para que ésta actúe modificando las estructuras que perpetúan la injusticia, de ahí que a este tipo de ciudadano se le vea más activamente impulsando mejoras a las leyes establecidas, proponiendo políticas públicas o promoviendo nuevas formas de participación y democracia.
Los tres modelos encarnan muchas bondades, pero tampoco se puede negar que, dadas las condiciones por las que atraviesa el País, alguno podría parecer más efectivo que otro.
No quisiera que se me malinterprete. Ayudar al necesitado para que satisfaga sus necesidades más básicas, además de ser un acto de humanidad ejemplar, resulta una acción súper eficaz para resolver un problema inmediato. Son innumerables los casos donde la caridad ha salvado la vida de personas que han caído en desgracia. En esas situaciones no hay tiempo para discutir si un modelo liberal, republicano o libertario podría acabar de modo definitivo con la pobreza alimentaria o la falta de acceso a los servicios de salud (derechos humanos básicos, por cierto). Sin embargo, también es verdad que una cobija, un botiquín médico o un plato de sopa caliente no sacan a nadie de la pobreza. El alivio dura hasta que vuelve el hambre. A actuar con caridad y benevolencia no se le obliga a nadie, pero no hay que olvidar que ambos valores son insuficientes para resolver los problemas estructurales que nos aquejan.
Los modelos de formación ciudadana promovidos en las escuelas están inspirados en su misión formativa, de ahí que las escuelas confesionales se vean más identificadas con la formación en la responsabilidad, mientras que las escuelas públicas tratan de formar más en modelos orientados hacia una idea de justicia. El problema es que muchas veces este afán se queda simplemente en eso, en una idea sobre lo justo que pocas veces cristaliza en acciones que transformen la forma y el fondo de los problemas que nos aquejan.
Otras escuelas, por lo general privadas que se distinguen por su talante innovador, buscan formar en un liderazgo transformador, un tipo de liderazgo que los "ciudadanólogos" que imparten el seminario que estoy cursando denominan "cocreación". Sobre las posibilidades y bondades de este modelo hablaré en mi siguiente entrega.
Director de Formación Ética y Ciudadana
Tecnológico de Monterrey
@pabloayalae