César Peña Sánchez/ APRO
Frente al cerrado combate al narcotráfico y en general al crimen organizado llevado rigurosamente a cabo por el Presidente de la República, a partir del arribo del Licenciado Felipe Calderón Hinojosa, comenzaron los apátridas a buscar diluir el patriótico esfuerzo, buscando desfigurar la presencia del Ejército mexicano, en la operación de reprimir el delito.
Antes el ejército ya había estado sirviendo, con ese mismo propósito a la Patria; como ejemplo La Operación Cóndor; el Combate a los Estupefaciente, etcétera.
Sin embargo, no fue suficiente, porque al narcotráfico, como a la hiedra, le cortan una cabeza y le salen cientos.
Como en toda guerra, las partes beligerantes, usaron también el bombardeo de la falsedad, del engaño y el descrédito en contra del Ejército mexicano, acusándolo de descarnada violencia y abusos sucesivos de la fuerza y la autoridad; desde luego asignaciones dirigidas a la sociedad para que se pidiera dejar fuera de la operación al Instituto Armado. Así, lo mismo en el norte, como en él.
Centro de la República, hubo manifestaciones callejeras, protestando por la presencia de soldados y efectivos militares en el resguardo del orden y la seguridad ciudadana.
Pero lo anterior quedó al descubierto, cuando los manifestantes en contra de la presencia de los soldados en las calles de las ciudades, confesaron que habían sido contratados con tal fin, ofreciéndoles algunos pagos, por vender su verdad. Si eso pasó en algunas ciudades, el combate también se presentó en otros frentes de la vida nacional, sobretodo, con aquello de que el Ejército Nacional no debería ocuparse en la vigilancia del orden; que para esa estaba la policía y con cierto aire de consejeros dijeron que los soldados tenían constitucionalmente asignadas sus tareas, pero que no la hiciera de policía.
En esta idea del descrédito para nuestro Glorioso Ejército Nacional, ha estado siempre presente la Comisión de los Derechos Humanos y logró que instituciones extranjeras se contagiaran de la misma idea del delito que sufrían algunos ciudadanos ocasionados por los soldados.
Pero afortunadamente hubo también voces que se alzaron con la verdad y el sentir popular y ante la gravedad y la amenaza que se ciñe sobre las familias mexicanas, dijeron, no sin rezón, que regresar en estos momentos a los soldados a sus cuarteles, sería un suicidio.
Estos también son los razonamientos que esgrimen las autoridades norteamericanas para que, nuevamente se detengan y aplacen las miserables ayudas anuales en chatarra que han ofrecido a nuestro país, Estados Unidos de Norteamérica que bajo el rubro del desigual Plan Mérida, entrega a México para combatir el narcotráfico.
Y lo califico de desigual, porque mientras ellos ofrecen el mayor consumo de enervantes y ofrecen también un vigoroso consumo, a nosotros, como nación, nos toca regar de sangre el suelo mexicano y ofrecer los muertos, de un bando y del otro, mientras sus viciosos se "divierten y gozan del momento artificial que da el uso de los estupefacientes".
Pero la sufrida vida de los soldados la reconocemos los mexicanos y por lo tanto, nunca los ciudadanos bien intencionados, vamos a permitir que nuestro ejército se mancille, porque si esto de los abusos puede ser cierto, como en toda guerra, la verdad es que el ejército mexicano goza, a los largo de la historia patria de numerosas páginas escritas de gloriosas y heroicas hazañas, tanto en tiempo de inestabilidad política, como en los momentos que nuestra patria ha sido atacada por potencias extranjeras. O bien para echar del suelo patrio al enemigo o invasor.
Nadie está a salvo de una triste tragedia: Cuántas veces esperamos del ejército que se cumpla el milagro, de que nos entregue un soldado al ser querido, transportándolo en sus brazos, rescatado con vida o inerte de una conflagración; de las aguas turbulentas o bravías de un río o del mar; de la sepultura repentina originada por un temblor, un desgajamiento de un cerro o del horror de un terremoto.
Hemos visto también al soldado con el gorro de cocinero, preparando las viandas para los hambrientos, en casos de emergencias o de enfermero en muchos de los momentos de la vida civil.
La letra de nuestro Himno Nacional, que todos los nacidos en suelo mexicano tenemos la obligación de conocer, habla claramente de los principios de heroísmo, siempre actual, a pesar de haber sido escrita la letra por el jerezano, español Jaime Nunó, especialmente en la estrofa que dice "Piensa, oh Patria querida que el cielo, un soldado en cada hijo te dio".
El 27 de abril de 1867, el Ejército mexicano es sitiado en Querétaro por las Fuerzas imperialistas comandadas personalmente por Maximiliano, Miramón y Mejía, pretendieron romper a toda costa el sitio impuesto por los republicanos. Atacaron entre la hacienda de Callejas y el Cimatorio; el asalto fue rechazado victoriosamente por una acción de la Brigada del sur, comandada por el Coronel y Licenciado don Ignacio Manuel Altamirano, quien se comportó heroicamente.
En los momentos más reñidos del combate, cuando una tromba de balas silbaba sobre las cabezas de los republicanos, dijo el general Sóstenes Rocha, el bravo e incomparable, el sublime, Altamirano, pie a tierra, cubierto de polvo y sangre, corrió con su arma preparada hasta la primera línea a dispararla ferozmente contra el enemigo.
Su acto de heroísmo fue secundado por su gente y la salida de los imperialistas fracasó.
Cada soldado mexicano merece el respeto y el aprecio nacional, pero con el andar del tiempo, el pueblo le ha dedicado un día, que ahora describo: El 27 de abril de 1867, sucede un hecho heroico protagonizado por el soldado de infantería, Damián Carmona.
Cuando estando de centinela en el Sitio de Querétaro, último bastión del Imperio de Maximiliano, el centinela de guardia pronunció desesperado su histórico grito: ¡Cabo de turno, estoy desarmado, tráigame un rifle!
Al soldado de las fuerzas republicanas, una granada enemiga al estallar frente a él, le golpeó con sus fragmentos el fusil; éste botó lejos, dejándolo desarmado. Consciente de la alta responsabilidad de cumplir con la guardia encomendada, impávido y herido avisó cumplidamente a su superior de la grave situación en que se encontraba.
Por este incomparable gesto de valentía, se eligió esa fecha para rendir homenaje al soldado de fila, soldado mexicano que como Damián Carmona, dio ejemplo de lealtad y valentía ante sus deberes para con la patria.
Mucho sufrió el municipio de Mezquitic, de San Luis Potosí, durante la época del cacicazgo de Cedillo.
La Legislatura del Estado, para honrar al más famoso hijo de Mezquitic dictó su Decreto No. 120 del 27 de noviembre de 1947, por medio del cual se ordena que Mezquitic se denominara, en los sucesivo "Mezquitic de Carmona".