JANNETH ALDECOA /JOSÉ ALFREDO BELTRÁN
Por estar a unos pasos del día de muertos, hago el intento de armar una calaverita dedicada a Felipe Calderón; claro, con el debido respeto. Va pues.
Estaba Calderón sentado sobre un peñón, con su metralleta al ristre, la mirada triste y con cara de niño llorón. El hombre se sentía incomprendido, pues la raza no entendía, el por qué de la guerra que había emprendido, en contra de los que vieron en la delincuencia la salida para no vivir al día.
Felipe conocido también como el hijo desobediente, eso antes de ser Presidente, le rechinaban los dientes, porque le achacaban ser el responsable de los miles de caídos en su guerra y en otras situaciones ardientes.
En ese punto comparto el encabrite de Calderón, pues si se trata de echar culpas, el correspondiente cajón, también debe ser cargado en los hombros del Legislativo y no sólo en los de Calderón. Ambos son Gobierno y si Calderón compraba un cañón, el Legislativo le aprobaba el ferión.
Creo que en el fondo se reconoce la intentona de Calderón, vaya usted a saber qué le contaron cuando se sentó en el sillón, pero él debe entender que el que no explica no puede encontrar eco para su canción.
El enojo de los mexicanos en contra de Calderón, no sólo se debe a su acción belicosa, también obedece a que Felipe en su campaña prometió otra cosa, y a la hora de la hora todo lo prometido lo encerró en un cajón.
Para convencernos de su liderazgo, nos prometió convertirse en el Presidente del empleo, y lo dijo hasta el hartazgo, pero al término de su mandato el cumplimiento por ningún lado lo veo.
Como quien dice, hizo buena la sentencia de prometer hasta meter y una vez metido, al diablo con lo ofrecido.
Nuestros jóvenes, y también los no tantos, suman legiones que se muestran hartos de no encontrar condiciones, para emplearse como lo prometió el ahora Presidente de los quebrantos.
En lo del empleo, según yo lo veo, Calderón falló muy feo y por eso tanteo, que la raza le reclama el desaseo de canjear bala por empleo.
En su campaña Felipe también ofertó, bajar los impuestos para incentivar la inversión, pero tal cosa también abortó, y junto con el Legislativo nos metió tremendo descontón, recetándonos el IETU y el IDE y el crecimiento acotó.
Por supuesto, los ingresos recaudados, no sirvieron de repuesto, para empujar los avances nacionales anhelados, más bien fueron utilizados para sostener a la alta burocracia cuyo progreso está de manifiesto.
Suman miles los muertos y lo detesto, y también se acumulan millares de negocios que han sido cerrados, por los absurdos fiscales que prácticamente son un incesto.
Promesas incumplidas y bienestar que sólo se refleja en las estadísticas, conjuntan un rosario de fichas cabalísticas, para colgarlo en el cuello de Calderón, que será recordado por su terquedad y su equivocada visión.
En lontananza Felipe vio cruzar a una linda gaviota, y el afligido consideró que se trataba de una señal divina, afirmándole que su guerra fue una decisión patriota, y que no le hiciera caso a las maledicencias de la raza ladina.
La Pelona picarona, disfrazada de galán mexiquense, sonreía burlona, observando las cavilaciones del chaparrito morelense y tal y como corresponde a una patrona, se le plantó enfrente haciendo un acto circense.
La Dientuda lucía, saco y traje color naranja soriana; y es que la situación lo imponía, pues se trataba de darle mate a un casco azul que quiso pasar la liana.
"Felipillo de Jesús, ¡ya borra de tu cara esa mueca compungida!", le gritó La Calaca alevosa. Felipe se puso pálido por la sorpresa y por aquella voz tan gélida, y pensó que se pondría fea la cosa.
Felipe miró con recelo, al hombrecillo ataviado de naranja y para sus adentros se dijo "algo no encaja" y sintió un poco de celo, cuando observó que de su saco sobresalía una tarjeta dorada de monex y en la muñeca portaba un tremendo rolex.
La disfrazada Calaca, le dijo a Calderón: "Aunque bajo tu mandato se me ha incrementado el trabajo, y para mí, sí eres el Presidente del empleo, no te salvarás de que te lleve al carajo, y no precisamente porque quiera cumplirle a la raza el deseo".
Al escuchar la funesta sentencia, su metralleta agarró Calderón, y La Calaca con mucha paciencia, pero haciendo gala de un vocerrón, le advirtió que no pecara de inocencia, pues de cualquier manera jalaría con él hacia el panteón.
Apresurado, Calderón empezó a gritar dando órdenes pero por nadie fue escuchado, pues el agua del bule ya se había acabado.
La Catrina, a la que le encantaba el nombre de Chepina, con voz pausada le dijo sin muina: "Calmantes montes Felipillo, contigo seré condescendiente, para que veas que controlo mi geniecillo, en Atlacomulco te enterraré debajo de una peña saliente, y de paso, te dejaré un rico vinillo".
Diciendo y haciendo, La Huesuda cargó con Calderón, el Presidente que se la pasó balazos repartiendo, creyendo que el bienestar se lograba disparando metralla y cañón.
Vuela, vuela pajarito azul, y párate en aquel abedul, los mexicanos creímos en la esperanza azul, pero Felipe y Vicente el gandul, dieron al traste con la confianza depositada en la causa azul.
Por su atención gracias, nos encontramos en la próxima, si es que así lo deciden. ¡Buenos días!
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