Noroeste / Juvenci Villanueva
Se le atribuye a Lucrecia Borgia la frase con la que titulo esta colaboración a página editorial, considerándose precisamente que esta mujer de pésima reputación, utilizaba como arma preferida para destrozar a sus adversarios la maledicencia contra ellos, advirtiendo que si estos no contestaban a la calumnia o a la difamación, en la opinión pública quedaría ese silencio como aceptación tácita de lo aseverado por la calumniadora, en tanto que si se decidían a responder al agravio, ella tendría la capacidad de seguir difamando hasta que el enemigo tuviera que rendirse.
La difamación y la calumnia constituyen dos de los modos más irreparables de lesionar a una persona.
Cuando a alguien se le ofende físicamente siempre y cuando esos agravios materiales no conlleven la perdida de la vida o la integridad física de la persona, o cuando se le afecta en su propiedad, el ofensor si es que se arrepiente, tiene la posibilidad de resarcir el daño, a veces hasta muy por encima de la estimativa de lo afectado.
En cambio ese daño moral causado al ofendido de una calumnia o una difamación resulta irreparable, por más que el ofensor hipotéticamente se encargara personalmente de ir intentando aclarar su aseveración injusta a aquellos a los cuales les pudiera haber llegado la infamia.
Por eso la frase atribuida a Lucrecia Borgia es tan real: Calumnia, que algo queda.
Se está planteando en el Senado de la República una minuta aprobada por la Cámara de Diputados para despenalizar los delitos de calumnia, injuria y difamación. La idea de los legisladores que apoyan esta moción es trasladar los ahora tipos penales al ámbito civil, el Diputado panista, Gerardo Priego, encabeza al grupo de legisladores que se oponen a la modificación.
Los que la aprueban siguen el planteamiento propio de la visión decimonónica de la libertad de expresión que sólo beneficia a quién goza de las canonjías de su pluma, su máquina de escribir, su computadora, o el micrófono o la cámara de televisión ante las que habla; planteamiento que por cierto ha sido ya superado por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948 al establecer como universal: es decir de todos y cada uno de los individuos, también de los que están en peligro de ser difamados: el Derecho a la Información.