Geovanni Osuna
Estimados amigas, amigos, trataré de explicar con palabras precisas lo que para mí es un sentir así como una necesidad, sea éste el tema de un edificio en particular, en representación del Patrimonio Cultural de la ciudad de Culiacán, me refiero específicamente a la destrucción de la central camionera vieja.
Afirmo que, cuando se echa por los suelos un edificio que tiene valor para la comunidad, también se lanza por la borda al conjunto de creaciones realizadas por un pueblo a lo largo de toda su historia.
¿Le parece exagerado, prudente lector?
Muchas personas festejaron que las maquinarias iniciaran el derrumbe de los techos y paredes de la vieja parada de camiones, ahora, según estas mismas personas, festejan que ahí se construirá un centro comercial, moderno, de grandes dimensiones.
Pues, ¡qué bien!
Yo sólo quería recordar que estas obras, así como las vemos, nos distinguen de las demás ciudades del estado y del país en general, dándonos un sentido de identidad, tanto a nosotros, como al alma de la ciudad de Culiacán de la que tan poco queda.
Es probable que bien se escuchara para algunos que las máquinas de trabajo pesado, góndolas, pipas de agua y retroexcavadoras, hayan demolido lo que fue durante 37 años el paso obligado de quienes han hecho grande esta ciudad.
No soy obtuso, estimado lector, lectora, es perfectamente entendible que esto ocurra de esta manera y cuanto más pasaba el tiempo, los habitantes del deteriorado edificio iba constituir la raza antisocial más decadente de nuestra sociedad, eso en términos sociológicos- pues todos sabemos que eso puede ser absolutamente discutible.
--Entonces, ¿era o quizás siga siendo cada sitio baldío un peligro para el transeúnte normal?
--Indiscutiblemente sí. Pero, ¿para quién es importante esto? ¿Quién se beneficia con esa apariencia de zona de guerra, para un lugar que existe dentro de otra zona de guerra?
La central camionera vieja contaba con un área de 10 mil 359 metros cuadrados de construcción que fueron pulverizados y, con ella, los recuerdos de miles de viajes, de reencuentros, de abandonos, de negocios, de maletas, de encargos y de ascensos perdidos por llegar unos minutos tarde.
Sin embargo, si hacemos a un lado la nostalgia del párrafo anterior, nos queda una gran superficie con una excelente ubicación y que por el estado lastimero al que se le llevó, con una plusvalía casi a cero.
Mis más avezados lectores, ¿no cree usted que cada movimiento de esta índole, no sea digo material para entrar en las consabidas sospechas hacia las autoridades y sus reales intereses?
Culiacán, desde mis más cercanos recuerdos hasta los más lejanos, ha sufrido grandes transformaciones estructurales, viales, como arquitectónicas pero jamás se había hecho tan evidente el usufructo de su suelo por manos inescrupulosas como lo es ahora.
Me pregunto, entonces, ¿decisiones como esta, de derrumbar edificios de todos, para ponerles nombres y apellidos es un buen negocio para nosotros, la gente común y corriente? Y, más aún, ¿ésta toma de decisiones, a través de los últimos años, ha traído alguna clase de mejoramiento arquitectónico, o le ha dado un carácter particular al centro de Culiacán?
Las calles congestionadas, estrechas y mal diseñadas, los edificios nuevos que no constituyen ningún interés arquitectónico para nadie, los viejos pilares de restaurantes como los portales, fuente de inspiración para todos los artistas e intelectuales que han sido de alguna manera parte de la ciudad, que no pasan de ser una postal, son hoy la muestra fehaciente de que estas decisiones deben ser debatidas y reinterpretadas.
Alguien dijo que el progreso visto así, no era una mala copia de los gringos, y estoy de acuerdo, porque esto es sólo una reiteración de nuestros errores.
La placa que daba razón de la obra que ahí se construyó, decía: "Siendo Presidente Gustavo Díaz Ordaz, se inauguró la Terminal Central de Autotransportes de Pasajeros(...) Construida por el Gobierno del Estado de acuerdo al Programa Nacional de Terminales, siendo Gobernador Alfredo Valdez Montoya". Ésta... es sólo una hoja más que se ha llevado el viento.
Finalmente, me parece de suma importancia mencionar que siempre hay otras alternativas, aunque nos hagan creer que no es así. En un importante número de ciudades se ha hecho un trabajo de restauración de sus centros urbanos...
Y, esto no es por mera nostalgia, sino porque la conservación del Patrimonio Cultural también trae consigo ganancias económicas, pues le da un carácter particular a la ciudad, haciendo que los establecimientos que se instalen ahí sean espacios de esparcimiento, de mayor calidad en servicio y de excelencia de productos, además muy dignos para el habitante así como para los turistas.