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"Reflexiones"

"¿Conoces el poder de la oración?"

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31/12/2011 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    Hoy es el último día del año y además de festejarlo, debemos darle gracias a Dios por haber concedernos un día más de vida; y debemos hacerlo en familia y entre amigos, pues la oración es la más sublime forma de comunicarnos con nuestro creador.
    Si alguna vez has sentido la imperiosa necesidad de orar por algo o por alguien, ¡no te detengas!, ora con la seguridad de que serás escuchado, pues nada hay tan poderoso como la fuerza de la oración, y además, cumple la misión de ser un reconfortante espiritual y una medicina para el alma. Por ello, todos debemos orar siempre.
    Hay una breve historia que habla bien acerca del poder de la oración, y si la analizan y tienen confianza en que puede ser un hecho real, podrá cambiar su forma de pensar con respecto a los efectos que tiene en nuestras propias vidas. La historia dice así: "Un misionero que se encontraba de vacaciones en los Estados Unidos de Norteamérica, visitó a un grupo de hermanos de su comunidad cristiana en la ciudad de Michigan, allí, narró la siguiente anécdota: -Hermanos, siendo misionero en un pequeño hospital en el área rural de África, cada dos semanas caminaba hasta la ciudad más cercana para comprar provisiones y medicamentos. El viaje era de dos días por caminos sinuosos, razón por la cual, debía de acampar en el punto medio, pasar la noche y reanudar mi viaje temprano al día siguiente".
    "En uno de estos viajes, descansé todo un día en la ciudad, y al siguiente muy temprano fui al banco para retirar dinero, y poder comprar las medicinas y los víveres y reanudar mi viaje de regreso. Una vez hechas las compras, antes de partir observé a dos hombres peleándose, uno de los cuales salió bastante herido. Le curé sus heridas y al mismo tiempo le hablé de Nuestro Señor Jesucristo. Después de esto, inicié mi viaje de regreso al hospital, acampé en el punto medio y a la mañana siguiente continué mi viaje y llegué al hospital sin ningún incidente".
    "Dos semanas más tarde repetí mi viaje y cuando llegué a la ciudad, se me acercó el hombre a quién yo había atendido en mi viaje anterior y me dijo que la vez pasada, cuando lo curaba, él se dio cuenta que yo traía dinero y medicinas, y me confesó que él y un grupo de amigos, me siguieron y esperaron a que acampara y atacarme con el fin de tomar el dinero y mis pertenencias. Estaban dispuestos incluso a darme muerte en caso de que fuese necesario, sin embargo, me dijo, que en el momento que se acercaron sigilosamente, pudieron darse cuenta que yo estaba protegido por 26 guardias bien armados. Ante esa afirmación, no pude más que reír a carcajadas, asegurándole que yo siempre viajaba solo y que aquello era francamente imposible. El hombre insistió y agregó: -¡No señor!, Yo no fui la única persona que vio a los guardias armados, todos mis amigos también los vieron, y no sólo eso, sino que entre todos los contamos".
    "En ese momento, uno de los hombres en la Iglesia donde el misionero contaba su experiencia, se puso de pie, lo interrumpió y le pidió que por favor le dijera la fecha exacta cuando sucedió ese hecho. El misionero les dijo la fecha y fue entonces que aquél hombre platicó la siguiente historia: -Hermanos, en la noche del incidente que nos comenta nuestro hermano misionero, era de mañana en esta parte del mundo, y yo me encontraba con unos amigos preparándome para jugar golf. Estábamos a punto de comenzar, cuando sentí una imperiosa necesidad de orar, de hecho, el llamado que el señor hacía era tan fuerte, que además les llamé a algunas personas de nuestra congregación para que se reunieran conmigo en esta misma iglesia lo más pronto posible. Fue así que oramos por más de tres horas pidiendo por todos nuestros hermanos misioneros y después, reanudamos nuestras ocupaciones. Entonces, dirigiéndose a la feligresía les dijo: -Hermanos, por favor, quienes vinieron en esa ocasión a orar conmigo, ¿Podrían ponerse de pie? Todos los hombres que habían acudido a orar aquella mañana se pusieron de pie y el misionero sorprendido se dio cuenta que en efecto, ¡Eran en total 26 hombres!" (Fin de la historia).
    Esta historia es un ejemplo vivo de como el espíritu de Dios se manifiesta siempre de forma misteriosa, razón por la cual debemos orar siempre, con mucha intensidad y devoción, con la seguridad de que el poder de Dios es infinito y cumple siempre sus promesas, como aquella que nos dijo: "Siempre estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos". ¿Y tú, haces oración?

    JM Desde la Universidad de San Miguel
    udesmrector@gmail.com