Sugey Estrada/Hugo Gómez
El hombre es un ser en perpetua búsqueda. Su corazón no descansa ni reposa con la consecución de cualquier bien, ansía la satisfacción plena. "Nos hiciste, Señor, para ti e inquieto está nuestro corazón hasta que no descanse en ti", dijo Agustín de Hipona.
La vida es una travesía surcada por aguas mansas y turbulentas, plenitud y desilusión, gloria y fracaso, primavera e invierno, amor y dolor. Es importante no engolosinarse en la alegría y no encallar en la tristeza.
"Ser filósofo es mantener incólume e indemne el espíritu divino que uno lleva dentro, para que pueda trascender todo placer y todo dolor... Vivir cada día como si fuera el último, nunca perturbados, nunca apáticos", recomendó el emperador Marco Aurelio.
Eleanor Rooselvelt repetía cada noche una hermosa oración con una persistente inquietud del corazón, en la que pedía perdón por lo no realizado, fortaleza para cumplir los propósitos y ser liberada de odios y egoísmos para encontrar la paz y proyectar un mundo nuevo.
"Padre nuestro, que mantienes inquietos nuestros corazones y nos haces buscar lo que nunca encontraremos por completo; perdónanos por conformarnos con lo que hasta ahora hemos hecho.
Haznos felices y a la vez, que no perdamos de vista nuestro fin último. Danos fortaleza para cumplir nuestros propósitos a pesar de que sean difíciles y que cumpliremos gracias a Ti. Líbranos del odio y del orgullo; permítenos hacer el bien aunque nos sea difícil descubrirlo ya sea porque no lo veamos o porque sus frutos permanezcan ocultos. Haznos ver la belleza en la sencillez de lo que nos rodea y haz que nuestro corazón descubra la bondad que no vemos en los demás al no intentar comprenderlos. Sálvanos de nuestro egoísmo y permítenos visualizar un mundo nuevo".
¿Busca la calma mi inquieto corazón?
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