"Culiacán acaba de ver la muerte de uno de sus capítulos que la identificaban como capital de Sinaloa. El derrumbe de su vieja Central Camionera de Culiacán, por sus siglas CCC."
PREMIO
México logró ubicar a Chichen Itza como maravilla del mundo. El mundo se sustenta en su historia, y es el gobierno, en cualquier país, el primer vigilante de esa historia. Y la historia se constituye por la cultura, la arquitectura, las tradiciones, las leyendas, la gente, el progreso, la gastronomía, la música, los ropajes, en fin todo aquello que cada día va quedando en el ayer.
Países que han llevado a un museo toda su historia, para que los nuevos integrantes de generaciones la conozcan, la recuerden, la valoren y la cuiden. Así es como lo antiguo adquiere valor para la historia, y forma símbolos que con el tiempo son la esencia misma que representa al país, o ciudad que la abriga. Considerar que la torre Eiffel no es París, o la estatua de la libertad no es Nueva Cork, o el Coliseo no es Roma, es negar la esencia misma de la identidad que les corresponde.
Culiacán acaba de ver la muerte de uno de sus capítulos que la identificaban como capital de Sinaloa. El derrumbe de su vieja Central Camionera de Culiacán, por sus siglas CCC.
Erigida bajo el mandato del gobernador Alfredo Valdez Montoya, y designado el plano arquitectónico por el Arquitecto Germán Benitez Cevada, en 1966, fue durante muchos años el punto de partida y el punto de llegada para miles de mexicanos que visitaban la ciudad, para miles de sinaloenses, para miles de culiacanenses que la sentían suya de tanto utilizarla.
Sus tres salas de autobuses, sus puestos de periódicos, de alimentos, de lotería, donde se podía arriesgar la suerte por unos pesos en la compra de un cachito, o lustrarse el calzado, comprar un recuerdo, cortarse el cabello, comprar alguna medicina, alguna revista o novela y leerla mientras se estaba a la espera de un tres estrellas, un pacífico o un norte de Sonora, únicas líneas de pasajeros que comunicaban a Culiacán hacia el norte o hacia el sur.
Amplias y calurosas salas en donde la sillería de fibra de vidrio se convertía por la noche y la madrugada en un no confortable lugar para dormir una vez vencido por el sueño. Con su placa de bronce a la entrada y su escaso estacionamiento, era orgullo de Culiacán, mientras otras ciudades no contaban con una central camionera en donde se hiciera más fácil el abordar camiones para algún punto cercano o lejano de la ciudad. Sus angostos andenes con sus puestos de comida, el constante entrar y salir de camiones, eran el paisaje característico que duró desde 1966 hasta 2003.
El ferrocarril cada vez venia a menos, y se presentía su salida como medio de transporte. La CCC cobró con ello mayor importancia. La transportación aérea solo la brindaba una sola línea, Aeronaves de México. El camión era lo socorrido, la forma más común de empezar un viaje.
Pero un día, bajo el Gobierno de Juan Millán, la CCC fue vendida. Un patrimonio de sinaloenses, el gobierno decidió unilateralmente venderla en una cantidad cercana a 40 millones, algo que en pesos antiguos costó entre 15 y 16 millones. Perdía el Estado una propiedad, pero en teoría se incrementaba el tesoro estatal.
Que error tan grande y tan poco criticado. Tal vez aplaudido por diputados que aprobaron la venta.
Hace 15 días su torre todavía lucía a pesar de su abandono. Ubicada en el centro, en el corazón de la ciudad. ¿Qué necesidad tenía el gobierno de venderla?, ¿A dónde fue a parar el dinero producto de su venta?, ¿Qué se hizo o en que se invirtieron esos millones?
Cuando el gobierno renta, en 2 millones mensuales un edificio para oficina de atención al público, ¿no pensó en utilizar la CCC con el mismo fin? ¿Para que sirven los asesores y secretarios de un gobernador?, ¿Para decir sí señor?
Al nuevo propietario del inmueble, insensible con la historia y la población, no puede reprochársele el haberlo tumbado y edificar lo que le venga en gana. Al fin y al cabo pagó por el inmueble.
Pero, ¿por qué el pueblo permitió al gobierno vender lo que no era de el?
Quiere decir que ahora en un ejemplo a seguir, ¿puede vender escuelas, jardines, parques, fuentes, puentes, alcantarillas, mercados y algunos otros activos?
Y luego, en épocas electorales, con una frialdad que asombra, besan al niño, palmean al anciano y sonríen pidiendo el voto. ¿Para qué?, ¿para dar después el golpe traidor? ¿Podrá entonces el obispo enajenar catedral?
Nunca, la frase de que, se tiene el gobierno que se merece, tuvo más validez que hace una semana, cuando veía como caía la torre imaginada y diseñada por el Ingeniero Arquitecto Benitez, a quien de manera póstuma habrá que ofrecerle una disculpa y pedirle un perdón.
En otra cosa: cuentan que el chino Ye Gong, al final de la carta dirigida al gobierno le puso como posdata aquella frase de la canción de José Alfredo que dice: "estuve a punto de cambiar tu mundo, por el mundo mío".