El Presidente Felipe Calderón, al elogiar ayer el espíritu emprendedor y la cultura del esfuerzo de Roberto González Barrera, el empresario mexicano recientemente fallecido, llamó a desterrar la cultura de la transa y del abuso sobre los demás.
"Hay una cultura que debemos desterrar, que es cierta cultura de la transa, cierta cultura del abuso, de alguna manera de la palanca", indicó.
Negar que en nuestro País la transa y la corrupción son prácticas que han permeado a todos los sectores de la población, sería una falacia.
En sus mediciones anuales, Transparencia Internacional ha documentado muy claramente que en México no se ven esfuerzos sustanciales por mejorar en los estándares de honestidad.
El índice de percepción de la corrupción ubicó a nuestro País el año pasado en la posición 100 de entre 183 naciones, es decir, muy por abajo de la mitad de la tabla, lo cual es sumamente vergonzoso.
Y no se trata sólo de las prácticas corruptas y de extorsión de las autoridades de todos los niveles, se trata también, y de manera muy específica, de la pérdida en nuestra sociedad de valores como la honestidad y la responsabilidad, lo que ha dado paso a un creciente hedonismo y a un desmedido deseo de lucro, que llega al grado de pasar por alto la forma en que éste pueda obtenerse.
En una carta pastoral emitida durante su ejercicio como Arzobispo de Monterrey, el hoy Cardenal de Guadalajara, José Francico Robles Ortega, advirtió que la sociedad mexicana no puede seguir educando a los jóvenes en una cultura de la "transa" y bajo la ley del menor esfuerzo, como si el triunfo a cualquier precio fuese el valor más alto por el cual vale la pena todo.
"Se he permitido mucho el mal y la corrupción, y ahora nos toca una tarea ardua de exigencia en la búsqueda de la honestidad total. Tiene que ser cada ciudadano, en su medio ambiente, en su actividad cotidiana, quien se proponga el respeto exquisito de la ley y el no permitirse ni permitir nada que no pueda ofrecer garantías de legalidad. La reconstrucción de la honradez no es tarea de los cuerpos policiales, sino de cada uno de los ciudadanos. Y es indispensable para edificar la paz", advirtió.
Es plausible sin duda el llamado del Presidente Calderón a desterrar la cultura de la "transa", sin embargo, parece muy poco lo abonado por su gobierno en este campo, ya que los índices de corrupción, como claramente lo revela la evaluación de Transparencia Internacional, no sólo no mejoraron sino que, aunque en forma leve, tuvieron un retroceso.
Estamos en los albores de la llegada de un nuevo gobierno, el cual tiene que entender que el combate a la corrupción y la reconstrucción de la escala de valores morales y cívicos debe ser una de sus principales prioridades, y desterrar para siempre del léxico de la burocracia y de la clase política esa perniciosa consigna de que "el que no transa no avanza".