PREMIO
Los sindicatos, esas organizaciones que fueron baluarte para la defensa de los legítimos intereses de los trabajadores y barrera a los abusos de los patrones, en la actualidad tienden a perder aquel prestigio y paulatinamente reciben la descalificación de la opinión pública a través de los diversos medios de expresión.
Recientemente el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social amenazó a todos con un paro nacional de los servicios de ese instituto.
Decimos "amenazó a todos", y no solamente al Gobierno federal, que se infiere es el patrón, porque el daño que se causaría con la suspensión de los servicios médicos del IMSS lesionaría mayormente a los enfermos derechohabientes de la institución, es decir, a la mayoría de los trabajadores del país y sus familias.
Esa ocasión, como la de un año antes cuando el Congreso realizó algunas reformas a la ley del Seguro Social, especialmente en el renglón de las pensiones y jubilaciones, el SNTSS puso en vilo la seguridad de los enfermos del país con la amenaza de hacer un paro de servicios y con ello dio pie a que se manifestara un inusitado repudio general a esa acción sindical.
Las expresiones de los públicos de la televisión, la radio y la prensa escrita, fueron duras, de rechazo a la acción sindical.
En Sinaloa, el sindicato Suntuas-Académicos también se ha metido de más en el ojo del huracán en los últimos días.
Desde hace tiempo en Sinaloa se tiene la sensación de que la Universidad de Sinaloa funciona al 10 por ciento a causa de las luchas políticas internas, en las que por lo general el sindicato es sobresaliente protagonista.
La sensación manifiesta y tácita de buena parte de los sinaloenses es de que al interior de la Universidad de Sinaloa un cáncer corroe el central objetivo de su creación, que es ofrecer a las juventudes la oportunidad de realizar una carrera profesional prestigiosa y remunerativa.
No se cumple tal objetivo porque el sindicato de la UAS parece autoconsiderarse como lo más importante de la universidad y por ello con una frecuencia desmesurada obstaculiza, impide, frustra, la operación docente, en perjuicio, primero, de la comunidad universitaria, que ve transcurrir en el receso, en la inactividad total, el tiempo en que deben ejecutarse los programas de estudio y su realización universitaria.
En segundo lugar, los paros y huelgas de la UAS afectan indudablemente a Sinaloa porque los profesionales que generan para la planta productiva resultan impreparados para cumplir el papel que les corresponde. Eso ya es un cliché en el sector productivo del estado.
Y, entonces, en este peligro de llegar a vivir prácticamente como rehenes de las camarillas controladoras de algunos sindicatos desviados de su original cometido
¿Qué debe hacer la sociedad para rescatar la funcionalidad de los organismos que la integran?
¿Debe someterse el bien de todos a los intereses de pequeños grupos amurallados en aparatos que ya no funcionan bajo la meta prístina de las organizaciones de los trabajadores para su defensa verdaderamente de los abusos, sino como bastiones de la alcahuetería de unos agremiados que se consideran por encima del resto de los trabajadores de México?