"Del martirio a la responsabilidad gubernamental: ¿El PAN del Siglo 21?"
BELIZARIO REYES / SAÚL VALDEZ
Se le compara con Carlos Castillo Peraza; otros dicen que cuenta con la agudeza del "jefe" Diego. Podría decirse que del primero heredó su ideario, así como su forma de entender y hacer la política; del segundo, su disposición para la acción, siempre con un sentido real sobre el arte de lo posible. Lo cierto es que, Germán Martínez no es ni uno ni otro, solo es Germán Martínez.
El nuevo dirigente nacional del Partido Acción Nacional tomó posesión el 8 de diciembre. Con su arribo, el calderonismo retoma el control del partido. De ahora en adelante, ni la duda cabe: "éste es su partido, Sr. Presidente". Sin embargo, ¿la victoria del otrora Secretario de la Función Pública representa única y exclusivamente el predominio de una corriente política sobre otra? O, ¿acaso estamos atestiguando una nueva mutación en el seno de Acción Nacional?
Germán Martínez representa una nueva era en la vida de Acción Nacional. Atrás queda el panismo que se concibe en la derrota electoral o en la oposición, ambos arraigados a una época, a un momento. Mientras el primero acogió un sentido martirizado de la militancia, el segundo se sintió el salvador de la patria.
Para los panistas de la primera hora, perder las contiendas formaba parte de un ritual. Para los neopanistas de finales de siglo, vencer al régimen era posible, aunque fuera a costa de la crítica incesante, en ocasiones ausente de propuesta. Para el panista con un sentido martirizado de su militancia, la sola participación en las elecciones era motivo de júbilo, una ocasión para contagiar con su doctrina. Para el panismo opositor, el voto de castigo siempre fue un aliciente, sin que por ello las promesas de campaña se transformaran en políticas públicas viables.
Entenderse panista, desde el poder, es un fenómeno innovador al interior de las filas de Acción Nacional. Implica hacerse responsable de las victorias, como de las derrotas de sus candidatos; asumirse en el origen de sus gobiernos y acompañarlos como si fueran uno mismo.
Buscar ser una oposición socialmente útil al ciudadano que decidió no favorecer al partido con su voto. En la práctica, pensar la militancia desde el poder conlleva no sólo a responsabilizarse de las acciones u omisiones que desde el partido se cometen, sino a centrar en el centro de la acción política la eficacia gubernamental.
Más de uno se quedó sorprendido el 8 y 9 de diciembre. La gran mayoría de los consejeros nacionales asistieron (97 por ciento), todos votaron, el discurso nacional de Manuel Espino resultó conciliador y Carlos María Abascal, posible adversario de Martínez, terminó presentándolo ante los consejeros para pedirles su voto a favor de la causa.
Sin embargo, lo primordial en el ascenso de Martínez no es la victoria del calderonismo sobre otras corrientes internas opositoras. Lo verdaderamente trascendental radica en las repercusiones de esta entronización para la vida de la organización. Al final de su mandato, Germán Martínez podrá contar si fue él quién dio origen a una nueva forma de entenderse panista, de organizar y administrar el poder o, si fue la consecuencia de un largo proceso en la vida de Acción Nacional; un producto más en la brecha de eternidad.
El panista de los años sesenta se parece poco al de final de siglo, y ambos pueden no reconocerse con el del Siglo 21. Lo anterior, por una sencilla razón: su momento histórico los condiciona. La era testimonial, la derrota electoral y el periodo gubernamental son aspectos determinantes que dotan de contenido y forma el ser y hacer del militante.
El 2007 fue un año por demás intenso en los anales de Acción Nacional. Lejos de pretender olvidarlo, el panismo debería estar más que atento a su lectura. Nosotros nos preguntamos hoy sobre el panismo del Siglo 21, pero ya son varios quienes esperan respuestas. L tiempo.
Que así sea.