"Descanse en paz este enamorado de la vida, que acostumbraba decir, que él no había estudiado, porque estaba muy ocupado aprendiendo y aprendiendo"
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Cartier-Bresson en México Al otro día de haber llegado Henri Cartier Bresson a México, unos días después de que el General Lázaro Cárdenas fuera declarado por la Cámara de Diputados Presidente de la República, en la Basílica de Guadalupe había sido robada la Corona de plata de la Guadalupana. Fue por esta razón que el fotógrafo francés, no pudo tomarle una fotografía a la virgen mexicana, a quien había ido a visitar por recomendación de su madre, una mujer muy católica con ideas de izquierda. Sin su corona no es la misma, le informó un sacerdote con una sotana demasiado rabona. Aprovechando que se encontraba en la Villa, retrató a muchas mujeres del mercado, unas echando gorditas en el comal, y otras, dando de mamar a su bebé. El fotógrafo tampoco pudo tomarle una placa a una de las casas que le habían llamado la atención de la colonia Juárez a causa de un aguacero impresionante, acompañado de granizo, el cual había derrumbado varias de las fachadas. Corría el mes de agosto de 1935 y el salario mínimo era de dos pesos en la capital, y de 1.35 en el campo. Aparte de la exposición de fotografías que hiciera Cartier Bresson en Bellas Artes, junto con Manuel Álvarez Bravo, desafortunadamente, no contamos con mucha información del artista galo durante su estancia en nuestro país. De allí que hubiéramos decidido recurrir a nuestra vieja amiga siempre fiel y solidaria: ¡la imaginación! He aquí la carta que imaginó escrita por el fotógrafo dirigida a su madre. Querida madre: Discúlpame por no haber escrito con anterioridad, pero llevo varios días con una disentería amibiana ¡terrible! La pesqué en un lugar llamado Xochimilco, quién sabe que habré comido. Tal vez fue un agua de jorchata, que es de arroz, con azúcar y canela. Ayer tembló en la ciudad, todo se movía a mi derredor, fue una sensación muy extraña, me pareció estar en un trasatlántico. Hubiera podido tomar fotos en pleno movimiento, pero en esos momentos, mi cámara no tenía rollo. Sin embargo el Palacio de Bellas Artes, en donde será exhibida, en unos meses, la exposición de mis fotografías junto con las de mi amigo Álvarez Bravo, afortunadamente no le pasó nada. Después de 30 años de construcción por fin será inaugurado en unos días. Éste es un país muy vital sumergido en un surrealismo profundamente misterioso. Ya me lo había advertido André (Breton), pero nunca imaginé que lo fuera tanto. Justo ayer el lente de mi cámara Leica captó a dos mujeres abrazadas a punto de hacer el amor. Junto de ellas, había una hilera de hombres que dormían sobre la banqueta. He de decir que la calle donde se encuentra mi hotel, rue de Cuautemotzin, muy cerca del mercado de La Merced, es el territorio de las prostitutas. Créame madre, aquí todos los minutos son mágicos por eso procuro aprovecharlos al máximo. Ya tengo varias placas de estas mujeres, algunas son muy hermosas, muy jóvenes y cálidas; otras, no obstante, son señoras gordas, con dientes de oro y trenzas largas como las de Penélope. Después de una semana de estar constantemente en contacto con el pueblo mexicano, te puedo decir que es sumamente pobre, pero terriblemente sensual. Aquí todo el mundo tiene surnom, el mío es Bel-homme-au-Visage-Couleur-de-Crevette (hombre guapo con cara de camarón colorado), ha de ser por mi cara de anglo-saxón. Mañana salgo para Oaxaca. Te quiere, tu hijo, Henri. Tenemos entendido que Cartier-Bressons se quedó en nuestro país, cerca de un año, es decir hasta 1935. Seguramente en ese lapso pudo ser testigo de heladas, de aguaceros, tempestades de granizo, de temblores, de incendios, de huelgas (dice Salvador Novo que ese año hubo más de mil), de inundaciones, zafarranchos entre los Camisas Doradas y los Radicales, atentados terroristas, pero sobre todo, de tiempos políticos sumamente difíciles en los cuales las presiones de Plutarco Elías Calles eran constantes contra el flamante Presidente, hasta que una noche, cinco días después (de haber subido el nuevo Presidente), 12 hombres al mando del inspector de policía se presentan en la Hacienda de Santa Bárbara, morada del Jefe Máximo que había apoyado o consentido el ascenso al poder del joven General Lázaro Cárdenas. Unas horas después, Calles parte rumbo al exilio; el poder y la gloria han terminado para siempre. Una nueva edad comienza para los mexicanos, nos dice Novo en la Nota preliminar de la Vida en México, en el periodo de Cárdenas. Todos estos hechos y sus vivencias personales, hicieron que el fotógrafo se encariñara enormemente con nuestro país. Cuando se enteró de la muerte de su amigo Álvarez Bravo, fue muy claro al decir: "Pierdo a mi amigo más viejo que tengo. A pesar de mi gueule de anglo-saxón, lo que hay en mí de mexicano, se lo debo a don Manuel. Suelo no frecuentar mucho a los fotógrafos, pero con Manuel, era diferente.... México es mi segundo país... La regla de oro que siempre repetía Cartier-Bresson, muerto a los 95 años, a sus estudiantes para lograr esa magia tan buscada en las fotografías en blanco y negro era: Olvidarse, olvidarse por completo de la cámara y mantenerse vivo, siempre vivo para mirar y mirar. Para mí, las imágenes deben ser mudas. Sin embargo, deben hablar al corazón y a los ojos, no estar ligadas a un texto. Se puede hacer decir cualquier cosa en cualquier imagen publicada en la prensa. Un día le mostré una fotografía del Papa a mi madre, que era una mujer muy piadosa, lectora de Heráclito, Spinoza. Al verla, me dijo que era la foto más religiosa que había tomado en mi vida. No obstante un amigo me dijo exactamente lo contrario, que era la más antirreligiosa que uno se pueda imaginara. Entonces, ¿en qué quedamos? En una de las tantas entrevistas que le hiciera el periódico francés, Le Monde, dijo: A nadie le interesa que hable de mi persona. Lo que cuenta es la actitud, ligada a una cierta cultura. Leo enormemente, es una forma de vida. Pero soy reservado. Cuando se habla de mujeres, sonrojo. Jean Lacouture, me dedicó un libro que trataba de los jesuitas, A un jesuita protestante. Es lo peor que me pudieron haber dicho. ¿Miedo a la muerte? No de la muerte sino del sufrimiento, en eso sí pienso todo el tiempo. Es normal. En América, no me encuentro a muy a mis anchas, porque nunca hablan de la muerte. En México sí se hablaba de la muerte y eso sí me gustaba, siempre era con una cierta poesía. Eso me gustaba. Por último diremos lo que escribió la crítica de arte, Raquel Tibol, a propósito del trabajo de Henri Cartier-Bresson, publicado en Proceso de esta semana: Provisto exclusivamente de cámaras Leika, Cartier-Bresson ha sabido captar con intensidad poética encuentros furtivos. En sus encuadres los hechos fluyen sin detenerse. Suya es la teoría de el momento decisivo, consistente en tomas de la realidad que sobrepasan largamente la constatación documental. Descanse en paz este enamorado de la vida, que acostumbraba decir, que él no había estudiado, porque estaba muy ocupado aprendiendo y aprendiendo.