|
"No estamos lejos"

"Desde niños aprenden la 'Danza del Venado' tan conocida y descriptiva"

""
21/11/2008 00:00

    Suana Guevara

    Los pies se confunden con la tierra, tienen el mismo color y el polvo suelto sube por ellos como si fueran un terrón al paso del viento. El indígena bailaba concentrado, sintiendo que su danza es un mensaje de percusión y contacto hacia la Madre Tierra; el tambor libera su "tum... tum" hacia la noche y los pies transmiten el mismo sonido hacia el centro del planeta, hacia el fondo donde están las raíces de los árboles, los ríos subterráneos y la energía para hacer germinar la semilla, crecer las plantas y comunicar la vida de un ser a otro.
    Sus piernas cubiertas con los capullos vacíos de una mariposa (llamados ténabaris) como pequeñas sonajas color blanco lechoso, producen un sonido particular que habla del mismo contacto del hombre con la naturaleza amiga, en la cual no dañarían ni al recoger esos cascabeles naturales, porque esperan a que la oruga vestida de gala lo abandone luciendo sus lindas alas de mariposa, y entonces sí, habitación vacía, losa tan a un cordel y con éste se envuelven las piernas para acompañar con su sonido el canto a la vida.
    Desde niños aprenden la "Danza del Venado" tan conocida y descriptiva; algunos destacan en ella y al ejecutarla contagian la angustia de un animal indefenso y perseguido.
    El danzante se identifica a tal grado con el venado que no se siente actor, sino sujeto del drama, y es cuando la danza emociona al público. La presentaron también en el Encuentro Yoreme bajo una enramada de las más rústicas, a un lado de la cual estaba un altar igualmente pobre: una mesa cubierta con un mantel bordado por ellos mismos y algo de ofrendas sobre ella (y una imagen grande y cubierta; creí que era una Virgen, pero nos dijeron que era de Cristo, para el cual ellos bailan y realizan algunas de sus ceremonias).
    Es necesario interiorizar en su vida religiosa para entender muchos de sus movimientos rítmicos y monótonos, igual que la música, las ramas de álamo atadas a los postes, el cinturón o los colores de la ropa; todo tiene significado, todo es simbólico, lleva un mensaje que la mayoría no entendemos, como fue el hecho de que junto al músico del tambor, como a 40 centímetros de sus pies, llegara otro y vaciara una pala grande llena de brasas encendidas y rojas a pesar del calor. Algo significa ese carbón encendido, y nosotros sólo llegamos a lo exterior de su apariencia. Como con los hombres mismos: no conocemos su mística, sino sus movimientos; no entendemos su lenguaje ni su integración familiar con los elementos, donde todos son hermanos sea con los árboles, las gotas de rocío, los pájaros o las ráfagas del viento.
    Uno de los jefes, primero en su dialecto y luego en castellano, agradeció la oportunidad de mostrar la cultura de los antepasados y de su pueblo indígena, agregando que éste se encuentra en la pobreza más extrema. No pidió ayuda, pero está expresando que nuestros antepasados nos son comunes, a pesar de lo cual nos es difícil identificarlos con su idiosincrasia tan sumergida en la naturaleza, cuando la ciudad está saturada de consumismos y de influencias extranjeras.
    Un señor, por su parte, agradeció la presencia de estas etnias indígenas en el Encuentro: "el cual nos permitirá reconocernos como parte de esta cultura ancestral..." ¿Cómo reconocernos parte de esa cultura ancestral si no sabemos ya vivir sin el "microwave" o el "Internet"? "La continuación de un diálogo entre iguales..." (cierto en cuanto a seres humanos), pero eso suena a burla: ¿dónde estará esa igualdad?
    Ellos viven en la extrema pobreza siendo ricos en tradición y determinación para defenderla, y la ecología la traen en la sangre. ¡Qué diferencia!
    El Encuentro Yoreme nos acerca a la sabiduría de vivir siendo parte del universo, piedritas en el fondo de un río sabiendo que el sol, el agua y la tierra debieran alcanzar para todos sin que llegara nadie a los extremos de la pobreza.