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"Una segunda opinión"

"Diálogos que son monólogos"

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LAS ALAS DE TITIKA
09/09/2011 00:00

    El encabezado fue claro: "Plantea UNAM pacto nacional" (El Universal, 6 sep­tiembre 2011). Su Rector propuso al Pre­sidente mexicano establecer equipos de trabajo que en este mes intenten alcanzar un acuerdo nacional sobre la estrategia gubernamen­tal para el problema de la criminalidad.
    Más específicamente el Rector solicitó un retiro del Ejército y la Marina para volver a sus "funciones naturales". También, un llamado a representantes de fuerzas políticas varias, que formen esos equipos, de los que saldrían un con­senso y una lista de compromisos, al igual que la estrategia y sus mecanismos. El asunto tomó unas tres horas.
    Entre las propuestas está el establecimiento de un órgano burocrático, la Defensoría de la Juventud, además de fomentar "la permanen­cia y reinserción de los jóvenes en los sistemas educativo y laboral". En fin, nada que no se haya escuchado antes y que proviene de esa enfer­medad mental padecida en México: la obsesión con diálogos democráticos y pactos nacionales.
    El mecanismo es repetido con frecuencia. No hace mucho, por ejemplo, se tuvo un diálo­go mexicano sobre el petróleo, por no mencio­nar otro foro también sobre seguridad. Estas propuestas tienen una agradable presencia: se justifican en la naturaleza democrática, en la diversidad de opiniones y en la representatividad de todas las fuerzas políticas.
    Más aún, se realizan en grandes foros, tienen invitados de gran jerarquía y reciben enorme atención en los medios. Terminan por generar poco o nada después de perder tiempo y dinero. Esto es lo que es muy llamativo y bien merece una segunda opinión para intentar explicar la razón por la que esos pactos no se logran.
    Comencemos por la propuesta del mismo Rector de la universidad nacional y de su idea de que el Ejército regrese a sus funciones naturales. Supongamos que el equipo de trabajo en el que él estuviera propone eso precisamente. Si no se lo­gra sacar al Ejército, quien eso sugiere reclamará que hay imposición, que hay sordera, que no hay diálogo. Lo mismo sucederá en el viceversa: si se retira al Ejército, el que a eso se opone lamentará lo mismo, falta de diálogo, imposición y demás.
    El problema está en los mecanismos de esos foros de diálogo de equipos de trabajo. Cada uno de los representantes de las diversas fuerzas polí­ticas llega con una agenda más o menos desarro­llada del tema y precauciones políticas electora­les. Cada uno se regodea y goza su participación, es decir, su discurso, al que considera inapelable. Y las reuniones se convierten en una colección de discursos con una retórica insoportable y un contenido vago con propósitos electorales.
    ¿Diálogo, negociación, acuerdos? Por supues­to, nada de eso. Las reuniones fueron una serie de discursos o monólogos considerados no ne­gociables por sus autores. Si no se les hace caso en todo, se rasgarán las vestiduras y lanzarán acusaciones de fascismo, sordera, coerción y demás. Todo lo que se logra es nada. Una nada rodeada de acusaciones mutuas e insultos esca­samente originales.
    Para llegar a acuerdos, una reunión aumenta su dificultad conforme se eleve la cantidad de asuntos, el número de personas que participen y el detalle de esos asuntos. Un grupo grande sólo podrá llegar a acuerdos reales si los puntos son pocos y generales. Más aún, cuando se separa la función de proponer de la de realizar, quien propone suele comportarse de manera idealista e impracticable.
    Y, por supuesto, en la gente que participa se necesitan un par de virtudes muy escasas en los políticos, la prudencia y lo que podría llamarse un sentido de oposición leal: sabe conceder y tener la habilidad de negociar con compromiso en eso que en lo personal no se está de acuerdo. Lejos de tener estas virtudes, tengo la impresión de que quienes participan en ellas tienen las actitudes opuestas.
    No resulta en nada sorprendente que esos lla­mados a acuerdos nacionales y a diálogos demo­cráticos sean una pérdida de tiempo y que el pro­blema que intentan resolver deje de ser atendido.
    La obsesión con los acuerdos nacionales la ha visto usted muchas veces en esos llamados a dialogar para llegar a un proyecto de Nación consensuado entre todos los mexicanos. Sólo podrán acordarse principios muy generales.
    eduardo@contrapeso.info