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"Reflexiones"

"Distinguir entre lo que dicta la razón y el corazón"

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23/11/2013 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    Los seres humanos somos una perfecta amalgama de senti­mientos y emocio­nes, combinados con razo­namientos y deducciones, es decir, somos lo que nos dicta el corazón y al mismo tiempo lo que nos dicta la razón.
    La razón, que emana del hemisferio izquierdo del ce­rebro, nos permite analizar y valorar los resultados a priori de una situación de­terminada, en tanto que los sentimientos y emociones, que se generan en el hemis­ferio derecho, nos permiten idealizar situaciones y por lo mismo, razonar dejando volar la imaginación sobre los hechos determinados.
    De esta manera, ¿cómo podemos saber cuándo hacer las cosas correctas?, ¿cuando las dicta la razón o cuando emanan del cora­zón?
    Para una respuesta im­pregnada de razón y emo­ción, transcribo una his­toria que narra un diálogo sufí donde hablándole al corazón la razón dice: "¿Y si en realidad el tiempo no lo pudiese todo, si no fuese tan cierto que las cosas con el pasar de los días se van ol­vidando, o las heridas no se van cerrando, cuantas cosas cambiarían? Porque es muy fácil pensar que con sólo dejar pasar los días, meses o años las cosas se solucio­nan, y lo peor es que uno se autoconvence, y se cree un superado, alguien que tuvo la suerte de superar un dolor y sobreponerse, y se vuelve a sentir fuerte.
    Sin embargo, un buen día, quizá el menos pensado, todo el castillo que creías tan sóli­do comienza a temblar, por­que te encuentras de nuevo cara a cara con el dolor, con ese sentimiento tan helado y tan dormido del que ya casi ni te acordabas, y que, muy a pesar de todo, sigue ahí, y comienza a despertarse con todas las fuerzas acumula­das por el tiempo en que es­tuvo inactivo y quiere salir, quiere gritar que está vivo y que va a dar pelea, porque la razón piensa: -¡Otra vez no! -¿O acaso no te acuerdas el tiempo que te costó volver a ponerte en pie? -¿O no te acuerdas de esas noche sin dormir, de esos desvelos y angustias, de tus días vacíos, de tus noches sin estrellas? -¿Quieres realmente volver a vivir todo eso, o ahora que ya estás de pie no sería me­jor que anduvieras por otros caminos? -¿Porque, sincera­mente, amores no te faltan, tienes la capacidad de ena­morar a quien quieras, y te vas a hacer problema por un hombre/una mujer que, en realidad, no sabes si te quie­re, no sabes si te engaña?.. -¡Piensa! ¡No te equivoques! -Una vez creíste tocar el cielo con las manos y en un instante descendiste al más profundo de los infiernos, -¿crees que vale la pena?
    Haz lo que te digo, no existen los amores eternos, y seguramente, todo eso lo único que te va a hacer es ilusionarte y volverte a las­timar. Y se hace un silencio eterno.
    El corazón, aturdido por las palabras de la razón, se queda sin aliento, pero después de un rato de pen­sar, donde la razón ya creía tener ganada la partida, el corazón replica: -No sé si tus palabras son del todo ciertas, pero sí sé que no son tampoco del todo equivoca­das. -¡No es lo mismo pensar que sentir, no es lo mismo razonar que hacer las cosas impulsivamente, porque los que piensan son aquellos que nunca se arriesgan, y pobre de aquel que no es­té dispuesto una vez en su vida a perderlo todo por la persona que ama, pobre de aquel que no está dispuesto a olvidar, porque nunca será perdonado, pobre de aquel que es tan ciego y vacío, que no es capaz de dejar de lado todas las trivialidades de la vida por amor.
    Pobre de quien teniendo en frente el amor de su vi­da, no es capaz de quitarse la careta y sentir. -Porque el amor no sólo es alegría, no sólo es paz y ternura, el amor es también dolor y lá­grimas, es angustia y des­velo, es muchas cosas, pero bueno.
    La verdad es que no sé qué pesa más, si la razón o el co­razón. Lo que sí sé es que si uno no siente se transforma simplemente en una roca, una cosa que no es capaz de demostrar cariño y con­fianza, un cuerpo sin alma. Por eso creo que uno debe jugarse por lo que siente; le puede salir bien o mal, puede equivocarse o vivir el resto de su vida con la persona que ama, lo que sí es cierto es que jamás perdonaría a alguien que por rencor o desconsue­lo no sea capaz de tomar a la persona que ama, y gritarle a todo el mundo que por ella daría la vida.
    Y, por último, otra co­sa que tengo bien clara, es que el que se enamora soy yo, y el amor se siente con el corazón, no con la cabe­za. Se hizo el silencio... y, sin mediar palabra, el corazón, decidió tomar el camino co­rrecto... y fue tras el amor". Fin de la historia.
    JM desde la Universidad de San Migueludesmrector@gmail.com