No importa que sea primitiva. No importa que no tenga lógica. Sigue siendo aceptada más de lo que debiera. Me refiero a la idea de que no existen principios ni reglas morales universales en todo tiempo y lugar. Es el tema del relativismo.
Un tema que tiene una tesis central: no hay una moral universal igual para todos y, por tanto, cada persona crea sus propios preceptos éticos. Pero hay otra idea, opuesta, que establece que sí hay principios universales para todos, por lo que es imposible que cada quien haga su propia moral.
El asunto es complejo y bien vale una segunda opinión. Podemos usted y yo echar un ojo a esto dando un primer paso: el de reconocer que efectivamente diferentes personas y diferentes lugares y momentos tienen ideas divergentes sobre las reglas morales. No puede negarse esto.
Sin embargo, también existen principios generales que se encuentran en todas partes y épocas, como la idea de que matar no es bueno, o la de que robar es malo. Son como ideas en bruto, grandes principios muy generales en los que se coincide mucho. No son propiamente reglas, sino ideas generales, poco desarrolladas aunque comunes.
Esto puede generar variedad de reglas morales o éticas. Si sólo se intuyen ideas en bruto, poco desarrolladas, es obvio que las reglas que de ellas se deriven podrán contener variaciones en tiempo y lugar. Supongamos la idea de que la vida es buena, expresada así en general.
Bajo ese principio puede hacerse una interpretación, digamos de una tribu hace muchos años donde se establece que matarse entre ellos merece un castigo, pero que matar a gente de tribus enemigas es bueno. Otra interpretación es posible, la de la guerra justa, que determina que matar a civiles es malo y sólo es permisible combatir a soldados enemigos.
Puede incluso haber variaciones ocasionadas por la consideración de circunstancias especiales. Por ejemplo, la regla de que matar a otros es malo y merece castigo. Esta regla puede ser afinada para indicar que matar a otro puede ser aprobado cuando se hace en defensa propia usando una fuerza proporcionada al ataque que se recibe.
El principio sigue siendo el mismo, el de que la vida debe respetarse en toda persona, pero la regla moral de no matar se ha afinado un tanto. Estaría prohibido, por ejemplo, matar a una persona en un sacrificio religioso, pero se admitiría matar cuando la propia vida es amenazada ciertamente. Es un refinamiento de una regla general.
Por supuesto, las reglas morales pueden variar por otra razón, nuestra propia personalidad. Por ejemplo, el caso de una persona para la que el robo es reprobable y de allí deriva que también lo es la corrupción pero a pesar de eso acepta cohechos justificándose que eso es lo que hacen muchos. Y crea una excepción: es válido si otros lo hacen.
Mi punto es claro ya. Creo que existen grandes principios naturales que son válidos en todas partes y épocas. Son esas ideas generales, que conocemos en bruto, que nos son intuitivas y nativas a nuestra naturaleza. No vienen acompañadas de manuales ni instructivos. Hacerlos nos toca a nosotros. Es nuestra tarea.
Partiendo de esas ideas generales, pensando en ellas, encontramos preceptos que son lógicos. Si la vida humana es valiosa en sí misma, resulta lógico que exista una regla que prohíba y castigue el robar a otro, pero esa regla nos hace pensar más y, por ejemplo, aceptar que una persona muerta de hambre en un bosque pueda entrar a una cabaña inhabitada y "robar" alimento, sin violar esa regla.
Los desacuerdos que existen en esas reglas, no son prueba de que la moral es relativa, son evidencia de que los grandes principios pueden ser interpretados con variaciones grandes y pequeñas. Si uno es lógico y acepta el principio del valor de la vida humana, necesariamente reprobaría el aborto. Quienes lo aprueban lo hacen creyendo haber encontrado una excepción.
Lo interesante es que ese desacuerdo puede ser tratado usando la razón, examinando los argumentos en pro y en contra, que es nuestra responsabilidad humana. Esto es lo maravilloso de nuestras vidas, el hecho de que tenemos tareas por hacer. No hemos recibido un manual de instrucciones. Nosotros lo tenemos que hacer.
Y debemos hacerlo usando nuestra razón, nuestro sentido común. Y con honestidad y prudencia.
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