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"México al revés"

"Durante los días 1 y 2 de noviembre, se festeja en México el Día de los Muertos, celebración que conserva la influencia prehispánica del culto a los muertos"

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01/11/2008 00:00

    JANNETH ALDECOA/ JOSÉ ALFREDO BELTRÁN

    Día de muertos


    El origen de la fiesta de Todos los Santos data de muchísimos años. Sin embargo, las modificaciones de estas celebraciones, en época y folclor, dependen de las circunstancias reinantes, pero siempre dejan ver su origen. El encuentro de las dos culturas, la española y la mexica, fundidas en un sincronismo dejan claro sus objetivos en su misma celebración. El Día de los Fieles Difuntos es conocido con diversos nombres, pero todos concurren en el señalamiento de un mismo fin: honrar a quienes se han ido de este mundo.
    Con la introducción de una nueva concepción religiosa, tres fueron las órdenes religiosas que se establecieron durante la primera mitad de este siglo en nuestro territorio: los Franciscanos, en 1524; los Dominicos, en 1526; y los Agustinos, quienes desembarcaron en el puerto de Veracruz en 1533. Ellos trajeron el miedo a la muerte, que es a la vez el temor al juicio final y por lo tanto al infierno. También introdujeron el esqueleto, acompañado de una guadaña, todo lo cual significa el preludio de nuevas catástrofes o desgracias.
    Los españoles hallaron ideas parecidas a las del cristianismo entre los mexicas, las creencias, entre ellas, la de la inmortalidad del alma, pues al desprenderse del cuerpo ésta podía ir a morar, según hubiera sido la muerte, a Tlaloacán o paraíso de Tláloc, o al lugar donde residía Mictlantecuhtli, señor de los muertos, así como el culto a los muertos, que presenta hondas raíces prehispánicas.
    En el choque de culturas ocurrido en el Siglo 16, siglo de la conquista, la española logró imponerse en muchos aspectos a la nativa, pero esta ha resistido a través de generaciones, al conservar sus costumbres, sus motivaciones y tradiciones y, hoy en día, trata de sobrevivir dentro de los moldes de la sociedad moderna.
    La tradición indígena, tiene lo suyo, por ejemplo, la ofrenda se remonta al periodo preclásico tardío, unos 800 años antes de Cristo, pues ya los nativos sepultaban a sus muertos con ofrendas específicas. Más tarde, casi, mil 500 años antes de Cristo, los pueblos del periodo preclásico sepultaban sus cadáveres acompañados de ricas ofrendas de cerámicas, alimentos y utensilios personales, así como sus armas si eran guerreros.
    El culto a los muertos en los pueblos prehispánicos es la concepción a una nueva vida del más allá, en la región de los Dioses de la vida y del alimento y, de ahí la idea de acompañar a los difuntos con lo necesario para esa nueva vida presidida por Mictlantecuhtli y Mictocacihuatl, dioses que vivían en el Mictlán, lugar de los muertos.
    Durante los días 1 y 2 de noviembre, se festeja en México el Día de los Muertos, celebración que conserva la influencia prehispánica del culto a los muertos. Según la creencia de la civilización mexicana antigua, cuando el individuo muere, su espíritu continúa viviendo en Mictlán, lugar de residencia de las almas que han dejado la vida terrenal. Actualmente, el Día de Muertos en México representa una mezcla de la devoción cristiana con las costumbres y creencias prehispánicas y, materializadas en el tradicional altar-ofrenda, una de las tradiciones más arraigadas.
    Cada pueblo y región, ofrece variadas maneras de celebrar ese día, en los cementerios o en las casas, pero todas con la misma finalidad: recibir y alimentar a los invitados, y convivir con ellos. El primero de noviembre honran a la memoria de las almas de los niños, mientras que el 2 de noviembre honran a los adultos. Como toda fiesta pagana-religiosa, se mezclan los ingredientes culturales y hasta se valen de la naturaleza, para validar sus costumbres y creencias.
    Los festejos del día de muertos, en algunos lugares lo celebran con una duración de tres a siete días; durante ese lapso, la comida es abundante y variada. Suponen que ofrecen lo que al difunto le gustaba disfrutar, como el mole de pollo o de guajolote, el pan especial, el de muerto que sólo en esa época se elabora, el aguardiente o caña, guachiful o "claro"; en las regiones del altiplano, entra en acción el pulque; en cuestiones de frutas, las de la estación, las flores las de Cempoazúchil, o flor de muertos, con su olor nauseabundo, el dagame o como se le llama en estas latitudes "inmortal"; el árbol de todo santos, con sus atractivas inflorescencias amarillas, dispuestas en racimos sin hojas.
    En las regiones indígenas de Córdova, Veracruz, y sus alrededores, le agregan un ingrediente más: el Xóchilt Piczagua, que es un sonsonete bailable con pasos ininterrumpidos y musicalizados con instrumentos de cuerdas, a veces acompañados con arpa. Durante el maratónico baile se remudan hombre y mujeres, con sólo tocarse en el hombro, al estilo del guapango de relevos. En los altares-ofrendas no se quema incienso ni copal, pero si se hace en abundancia en los panteones.
    Ese día, el movimiento en los panteones es frenético: a parte de la venta de toda clase de objetos y dulces que recuerdan a la muerte, se presentan los conjuntos musicales, nuevos y antiguos; rifan los conjuntos de cuerda, con sus melodías "del recuerdo", aquellas que al difuntito le gustaba escuchar.
    En mi pueblo existió una orquesta tan antigua que sólo el día de muertos tocaba en el panteón, melodías tan antiguas, como los valses Dios Nunca Muere, Rosalía, Club Verde, Alejandra y así por el estilo. A los difuntos que fueron socios de la "Mutualista", conservaban el derechos de que les tocaran gratis. Afuera del panteón que no falten los dorados y tronadores cacahuates, como que es el tiempo de cosecha y el comienzo de las mandarinas.
    Meses antes, las familias humildes se dedican a la confección de coronas, hechas de papel crepé de colores otras de papel encerado, que retan a la destrucción del tiempo. Los festejos de El día de Muertos, no es igual en todo el territorio nacional. En el sur y centro del país, la costumbre está muy arraigada y la población espera estas festividades para celebrarlas con devoción y entusiasmo, no así en el norte en donde apenas se percibe la fecha y, es que en muchas ciudades del norte, las familias parece que están de paso, además de que existe gran influencia de la cultura anglo-sajona.
    Así, en las ofrendas no deben faltar las representaciones de los cuatro elementos primordiales de la naturaleza: tierra, viento, agua y fuego:
    La tierra, representada por sus frutos que alimentan a las ánimas con su aroma.
    El viento, representado generalmente por el papel picado o papel de china en lienzos.
    El agua, en recipientes para que las ánimas calmen su sed después del largo camino que recorren hasta llegar el altar.
    El fuego, representado por una vela por cada alma que se recuerde y una por las almas olvidadas.