"Educación y valores desde la perspectiva del amor"
Héctor Tomás Jiménez
Los primeros días del mes de octubre, se celebrará en Mazatlán, el Tercer Congreso Internacional de Valores promovido por la Secretaría de Educación Pública y Cultura, mediante el cual se pretende crear conciencia en las escuelas, en las familias y en la sociedad entera, sobre la necesidad de hacer de los valores, un tema de vivencia y práctica cotidiana, más que una asignatura de culturización. ¡Los valores más allá de entenderse, deben vivirse y practicarse!
Ahí estaremos nosotros, dando a conocer como dentro de la Universidad de San Miguel promovemos la vivencia de los valores en cada uno de nuestros alumnos; lo haremos dentro de un panel de rectores, sobre todo, quienes dirigen las principales instituciones públicas en la entidad.
En nuestra exposición, partiremos de algunas ideas de como concebimos la educación en valores desde la sabiduría del amor, pues hoy en día, la educación de los hijos se hace cada vez más difícil, pues el abismo generacional se ha hecho también cada vez mayor, y en consecuencia, la comunicación también se ha deteriorado.
Los códigos que desde siempre nos han permitido una comunicación efectiva se han tornado incomprensibles, pues cada vez surgen entre los jóvenes nuevas palabras, rompiendo con ello todos los esquemas de la buena escritura y la buena comunicación hablada. Esto ha originado también, una paulatina pérdida del respeto así como de los valores y de virtudes que desde siempre, han distinguido a las personas educadas de las que no lo son.
Con el ánimo de buscar explicaciones, en buena parte, este es un problema en primera instancia de los padres de familia, y en segunda, del sistema educativo en lo general incluyendo aquí la influencia de la Internet, y de manera particular de los educadores del nivel básico, que cada vez más se preocupan menos por una correcta educación del lenguaje, y de inculcar en nuestros hijos, de manera complementaria a la educación del hogar, los principios de la moral y las buenas costumbres.
En el caso especial de los padres de familia, es necesario que retomen la educación de los hijos dentro de los códigos de la firmeza y el amor, en lugar de la permisibilidad y el desapego. La firmeza para enseñarles lo que es bueno y que entiendan la diferencia de sus consecuencias, y el amor, para hacer florecer en ellos el respeto hacia la vida propia, la de los demás y la del entorno que nos proporciona el bienestar. Este amor debe darse sin regateo alguno y utilizando siempre las palabras adecuadas, acompañadas con la congruencia de vida; pues no es posible enseñar el orden viviendo en el desorden.
Cuando nuestros hijos vean la congruencia en nosotros, aprenderán de manera ejemplar, sin embargo, cuando queremos enseñarles de palabra lo que es bueno, sin dar el mejor ejemplo, entonces los resultados serán contraproducentes, y los padres estaremos carentes de credibilidad ante sus ojos, y en consecuencia, será muy fácil la entrada del mal en sus vidas.
En fechas recientes, he sido testigo de la disyuntiva de una madre que habiendo sido educada dentro del orden y el respeto, y haciendo lo propio para educar a sus hijos, se ve en la lamentable necesidad de tergiversar un poco los principios recibidos, por el simple hecho de que el entorno escolar en el cual viven sus hijos hoy en día ha cambiado tanto donde las actitudes de "bullying" están presentes, de tal forma que además del respeto al prójimo y la no agresión, añade en sus consejos hacia sus hijos, el que no permita nunca ser agredidos y humillados, y si lo son, que se defienda respondiendo a las agresiones en la misma magnitud y grado. Una disyuntiva lamentable dice esta madre de familia, pues de alguna manera está consciente que la defensa es también una agresión. Pero todo es producto de que en las familias se ha descuidado educar dentro del amor, el orden y el respeto.
La educación es el arte de guiar la vida por los cauces que harán fructífera nuestra existencia, encauzando nuestras tendencias e impulsos creativamente. Valga un ejemplo: el agua es necesaria para vivir, pero cuando baja descontrolada, en torrente arrasa todo lo que encuentra en su camino, pero encauzada adecuadamente, riega nuestros jardines, nuestros huertos, permite la reproducción por la germinación de las semillas, en una palabra, nos da vida.
Algo parecido sucede en nuestra vida con sus tendencias y pasiones. La educación ha de ayudarnos a encauzar sus dinamismos, de modo que regando la semilla del bien sembrada en nuestro corazón dé fruto abundante.
JM Desde la Universidad de San Miguel.
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