Jesús González Schmal
Fue en las postrimerías del sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado cuando se concertó el primero de los llamados pactos nacionales con objetivos esencialmente económicos, y cuyos logros se obtuvieron mediante condiciones de inequidad, pues el costo de ese proyecto de emergencia se cargó al sector laboral, así como a una extensa capa de la micro y pequeña empresa.
Fue una serie de pactos refrendados entre el gobierno y los dueños del capital privado; la aportación de estos últimos fue mínima, comparada con el sacrificio que se inflingió a la población trabajadora, a los causantes cautivos y consumidores, cuya capacidad de adquisición se vio sensiblemente mermada por nuevas cargas fiscales y por brutales restricciones en el incremento salarial.
De hecho, esos pactos fueron el ominoso preámbulo del cuadro depauperante de una gran mayoría de mexicanos, dicho sea también del impacto aniquilador de la clase media, al sentar el esquema que privilegió a una selecta minoría y aglutinó a las mayorías en una sola masa castigada ante la tolerancia cómplice de las cúpulas representativas del sector social que, en su momento, suscribieron también esos inicuos acuerdos.
Resulta un tanto insólito que, 20 años después, un Presidente de extracción derechista, como se supone debe ser Felipe Calderón Hinojosa, presuntamente conservador y, por tanto, proclive a identificarse con los intereses del sector económico particular, pretenda poner un cascabelito al gato mediante la aplicación de la ya famosa CETU, es decir, la Contribución Empresarial a Tasa Única (del 12 por ciento), inscrita en el paquete de reforma fiscal presentado por conducto de Agustín Carstens, Secretario de Hacienda y Crédito Público.
Como era de esperar, al conocer el contenido del proyecto hacendario, los organismos empresariales del país (Concanaco, Canacintra, Coparmex, por mencionar a los más significados) pusieron el grito en el cielo, pues esta vez no permanecieron inmunes a la propuesta de carga fiscal.
El hecho de que se hayan manifestado sorprendidos revela que no hubo concertación previa entre el gobierno y el sector empresarial, lo cual habla de una actitud concebible en el caso una administración de izquierda, pero no en la de un Mandatario panista.
Un tanto repuestos ante la inesperada expectativa, los dirigentes de la Concanaco se muestran dispuestos a aceptar la CETU a condición de que la reforma fiscal contemple, entre otras modificaciones, la aplicación del Impuesto al Valor Agregado en forma generalizada.
Lo anterior refleja que los empresarios del comercio, los servicios y el turismo se resignan a contribuir siempre y cuando el consumidor también soporte una nueva carga fiscal, por conducto del IVA.
Al retomar el tema de los castigos restrictivos que aquellos multicitados pactos representaron para la economía doméstica popular, se antoja memorable la inefable consigna del líder cetemista Fidel Velázquez, en el sentido de que los trabajadores mexicanos tendrían que apretarse un poco más el cinturón para sacar adelante al país.
En ese marco, a los grandes empresarios no les importó mucho el sacrificio que no era el suyo. Ahora, cuando se sienten involucrados en las propuestas recaudatorias, sí invocan un trato equitativo o, al menos, proponen que la carga sea pareja.
La decisión sobre las ratificaciones y rectificaciones del paquete fiscal late actualmente en el criterio de los integrantes del Congreso de la Unión, quienes han advertido que las modificaciones pueden ir desde una maquilladita hasta intervenciones de cirugía mayor.
Por lo pronto, los grupos del capital recibieron una de esas sorpresitas a las que no estaban acostumbrados, al menos desde que se inició en México la etapa de la tecnocracia que Carlos Salinas de Gortari definió como la era del liberalismo social, y la cual generó el encumbramiento de unos cuantos, entre ellos el hombre más rico del mundo, en tanto que precipitó hacia la miseria a decenas de millones de mexicanos.
En otro tema del mismo ámbito que atañe a la imagen del actual Gobierno federal, las declaraciones de Zhenli Ye Gon fueron interpretadas como un mero "cuento chino"; sin embargo, la especulación prende en torno al traslado de los 205 millones de dólares a Estados Unidos, y el depósito de ese caudal en un banco del vecino país. Alguien tendrá que explicar el por qué de tan extraña disposición. De otra forma seguirá creciendo el "sospechosismo".