"El arte de la prudencia"

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02/07/2014 00:00

    Sugey Estrada/Hugo Gómez

    La prudencia es una de las vir­tudes más celebradas. Quien es prudente obra con medida; calibra el cuándo, dónde y cómo debe actuar. "No lo hagas si no conviene. No lo digas si no es verdad", aconsejó Tito Livio.
    Los egipcios representaron a la pru­dencia como una serpiente con tres ca­bezas: perro, león y lobo, porque habría que tener la astucia de la serpiente, la paciencia y fidelidad del perro, la fuer­za del león y la agilidad del lobo.
    El término prudencia tiene la misma raíz latina de providencia, que significa ver para adelante o por adelantado. Es, pudiéramos decirlo así, como una "sa­biduría práctica"; por eso se considera que el prudente es justo y procede con cautela y cordura. No en balde Gra­cián la consideró un arte y Tomás de Aquino la llamó "madre de todas las virtudes".
    Sin embargo, no se debe confundir con la inacción, comodidad o falta de decisión. "La prudencia no es esa extraña forma de comodidad que nos invita a dejar de hacer lo que debemos hacer cuando ello trae problemas o dis­gustos a alguien", dijo José Luis Martín Descalzo.
    "La prudencia no es una 'virtud' maniatadora que nos invita a apostar siempre por el 'no' en caso de duda o de riesgo", añadió. "Prudente sería, en­tonces, el que nunca asume un riesgo. El egoísta que prefiere no tener proble­mas a cumplir con su deber... Y no es prudente el que se calla la verdad. Es prudente el que reflexiona con seriedad sobre el modo y ocasión de decirla".
    El hombre prudente, para Jesús, es el que escucha su palabra, la pone en práctica y edifica su casa sobre roca, no el que se abstiene de hacerlo para evi­tarse problemas.
    ¿Actúo con prudencia? ¿Evito meter­me en dificultades?
    rfonseca@noroeste.com@rodolfodiazf