Sugey Estrada/Hugo Gómez
"Desde que se inventaron las excusas se acabaron los culpables", dice una frase muy común. Algunas personas sustituyen la última palabra por errores, pretextos u otra más ofensiva.
Es cierto que en ocasiones hay circunstancias que reducen la responsabilidad personal; pero, por lo general, cuando se anteponen excusas es para eludir o atenuar la culpabilidad final. "Quien se excusa se acusa", dijo Gabriel Meurier.
Al transitar por el camino de las excusas se responsabiliza a algo, o a alguien, del descalabro sufrido. Al buscar culpables se retarda la maduración personal y se lesiona la autoestima.
"Cada vez que ponemos o elaboramos una excusa, nos debilitamos un poco más, llegando a veces hasta a perder el sentido de respeto hacia nuestra propia imagen. Las excusas nos convierten en seres irresponsables, que no encuentran su rumbo y, por ende, tampoco logran encontrar su verdad", manifestó Walter Dresel.
Este equivocado derrotero conduce a un proceso de victimización, como cantó Jeanette: "Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha tratado con amor, porque nadie me ha querido nunca oír. Yo soy rebelde porque siempre sin razón me negaron todo aquello que pedí y me dieron solamente incomprensión".
¡Qué fácil se escurre y diluye la responsabilidad personal! Soy así, porque así me hicieron. Yo no quería, pero me forzaron. No tuve otra alternativa.
La indulgencia con que se disculpa la falta personal, contrasta con la dureza que se utiliza para juzgar los errores de otros.
"Tú que sabes disimular y excusar muy bien tus faltas y no quieres oír las disculpas de los otros, más justo sería que te acusases a ti y excusases a tu prójimo", recomendó Tomás de Kempis.
¿Sigo el camino de las excusas? ¿Me responsabilizo de mis acciones?
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@rodolfodiazf