"El Cardenal Roger Mahoney le reprocha al Cardenal Norberto Rivera Carrera: ´Usted supo el 27 de enero de 1987 que el padre Nicolás Aguilar Rivera tenía problemas homosexuales y no compartió esa información conmigo ni con los oficiales de"
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Humana, demasiado humana
El martes pasado, en la librería Gandhi, la señora Flora Garza Barragán expresó su propio testimonio acerca del daño causado por Marcial Maciel a su familia. Además de la voracidad mostrada por la Legión frente a la fortuna de su señora madre, "narró la separación de su hermano del seno familiar durante diez años, por indicación de Maciel, y la constante ausencia de la madre, consagrada a la Iglesia y a la propia figura del fundador.
"La voz de Flora... dejaba apenas imaginar un profundo sentimiento de rencor mantenido por décadas contra Marcial Maciel". (Carmen Aristegui, Reforma, 29 de septiembre)
Ese día fue presentado el libro del investigador Fernando M. González sobre el fundador de los Legionarios de Cristo, un contundente e irrefragable análisis, basado en documentos y testimonios hasta ahora no conocidos, es decir, no sólo en las conmovedoras denuncias de quienes fueron sus víctimas, sobre las atrocidades cometidas por Maciel, que en más de una ocasión, y no sólo en mayo pasado cuando se le condenó sin condenarlo, fue hallado responsable de pederastia.
La obra de González, que lleva el nombre del protagonista, revela que además de esa inclinación sexual perversa, Maciel era morfinómano y padecía una irrefrenable avidez financiera, como lo muestra el modo en que esquilmó a la señora Flora Barragán de Garza, cuya fortuna sirvió para construir el Instituto Cumbres en la Ciudad de México.
La hija de la benefactora, que ofreció al investigador la correspondencia de su madre con los legionarios, lo enteró también de como ella misma tuvo que poner fin a las donaciones realizadas por su madre pues, según el autor, ya había sido más que suficiente lo que su madre le había dado a los legionarios:
Según el relato, el abogado Ricardo Margáin Zozaya comunicó en 1983 a los hijos que su madre "como último escalón para entrar al cielo, quiere regalarle al padre Maciel solamente dos terrenos, el de X (que era como de cien hectáreas) y el del rancho (como de 50)... Roberto dijo que no había problema. Yo, en cambio, dije:
-- Fíjese, don Ricardo, que no.
-- Pero ¿cómo le niegas a tu madre el último escalón al que quiere subir?
-- Pues que no lo suba".
La presentación de este libro sobre un clérigo famoso en cuya vida se encarnan varias de las dolencias más graves que afectan a la Iglesia jerárquica en general (que la hacen, si le aplicamos la fórmula de Nietzsche, humana, demasiado humana), coincidió con un nuevo pasaje de la discusión pública sobre la pederastia perpetrada por sacerdotes contra monaguillos y seminaristas.
El tema del debate había sido aportado por la presentación, el 19 de septiembre, de una demanda civil ante un tribunal de Los Ángeles, por Joaquín Aguilar, un muchacho de 25 años que hace doce fue víctima en la Ciudad de México de abuso sexual por el sacerdote Nicolás Aguilar, señalado como responsable de innumerables actos de esa naturaleza, tanto en Puebla y el DF como en California.
La moción legal está dirigida también contra los arzobispos de Los Ángeles y la capital mexicana, cardenales Roger Mahoney y Norberto Rivera, de quienes se reclama haber encubierto al cura delincuente.
Del caso se tuvo noticia pública hace más de un año. El 22 de junio de 2005, los reporteros Brooks Egerton y Brendan House, del diario texano The Dallas Morning News dieron cuenta de las andanzas del "padre" Aguilar, y de la presencia en el caso de los cardenales.
El 30 de octubre siguiente, el semanario Proceso amplió considerablemente la información sobre el asunto, en trabajos de los reporteros Sanjuana Martínez y Rodrigo Vera. Aparecieron entonces los textos de cartas cruzadas entre Mahoney y Rivera Carrera a propósito de Aguilar.
Eran documentos públicos, aportados por autoridades angelinas en el curso de investigaciones sobre la conducta de Aguilar que, para decirlo en términos que deben serle propios, es un pecador relapso.
El 4 de marzo de 1988, Mahoney escribió a su colega mexicano sobre "la situación grave y urgente del Pbo. Nicolás Aguilar Rivera, sacerdote incardinado en la diócesis de Tehuacán, Pue. México" (de que Rivera Carrera era entonces obispo).
El cardenal refirió una comunicación anterior, que su vicario Thomas Curry había dirigido al prelado mexicano para "avisarle de las acciones depravadas y criminales de este sacerdote durante su tiempo aquí... Es casi imposible determinar precisamente el número de jóvenes acólitos que él ha molestado sexualmente, pero el número es grande.
"Sabemos que él ha regresado a México y nosotros queremos cooperar totalmente con la policía de Los Ángeles. Es necesario que este sacerdote esté detenido y regresado aquí... para sufrir las consecuencias de sus acciones tan inmorales. Él ha causado daño terrible a estos jóvenes y, además, ha causado escándalo grave.
"Le pido a usted si pudiera mandarme lo más pronto que sea posible una lista de todos los familiares de este sacerdote, incluyendo los nombres de sus padres, sus hermanos, tíos y otros familiares..."
Rivera Carrera contestó el 17 de marzo. Dijo que para él era muy "doloroso... recibir estas informaciones de parte de la curia y por la prensa de Estados Unidos y de México.
"Estoy totalmente de acuerdo con usted en que el padre responda ante las autoridades competentes de los crímenes que se le imputan. El sacerdote mencionado no ha regresado a esta diócesis y no cuenta por lo tanto con las licencias que se le concedieron por un año con motivo del permiso que solicitó para residir en Los Ángeles. Puedo informarle que el padre estuvo por más de diez años en la parroquia de San Sebastián Cuacnopalan y sin duda alguna la policía ahí puede encontrar mucha información".
Luego de aportar algunos nombres solicitados, Rivera Carrera se excusó: "Usted comprenderá que no estoy en posibilidad de localizarlo y mucho menos de poder enviarlo por la fuerza a que comparezca en los tribunales. Estoy en la mejor disposición de colaborar para que se haga justicia y para que se evite el escándalo.
"En la carta de presentación de 27 de enero de 1987 incluí una fotografía de identificación y en carta CONFIDENCIAL (así, con mayúsculas en el original) de 23 de marzo del mismo año le hice un resumen de la problemática homosexual del padre".
El 30 de marzo, Mahoney respondió "muy sorprendido y trastornado" por esa última expresión. Negó haber recibido la carta confidencial del 23 de marzo ni otra información sobre esa "problemática".
Recuerda a Rivera Carrera que cuando le pidió recibir a Aguilar Rivera expuso que el viaje del párroco obedecía a "motivos familiares... y de salud". Muy "confundido", el cardenal angelino razonó ante el mexicano que "si usted me hubiera escrito que el padre Aguilar tenía algún problema ´homosexual´ le aseguro que no lo habríamos recibido aquí..."
Y le reprochó: "Usted supo el 27 de enero de 1987 que el padre Aguilar Rivera tenía problemas homosexuales y no compartió esa información conmigo ni con los oficiales de nuestra arquidiócesis... en su primera carta".
Actualizado el caso por la demanda civil en Los Ángeles, los abogados que la presentaron viajaron a México para hacer conocer al arzobispado la demanda y ofrecer una conferencia de prensa, junto con Joaquín Aguilar, una de las muchas víctimas, así como representantes de la Red de Sobrevivientes de Víctimas de Abuso Sexual de Sacerdotes (SNAP, su sigla en inglés) para dar pormenores del caso.
Estuvieron a punto de no poder hacerlo, porque se apersonaron en el local acondicionado para ese efecto diligentes inspectores del Instituto nacional de migración, que pretendieron detenerlos para deportarlos, alegando que realizaban acciones para las que no los autorizaba la naturaleza de su visa.
El domingo siguiente el propio cardenal negó haber encubierto al sacerdote señalado, enumeró las medidas que ha dictado para contener y atajar el abuso sexual y contraatacó acusando a los promotores de la demanda de "comercializar" el caso "sin escrúpulo alguno", e instó a Aguilar Rivera a entregarse "por el bien de su propia conciencia y para evitar un daño mayor a la Iglesia", llamado público que no hizo durante los 18 años que han corrido desde que el caso tuvo su primera expresión policiaca en Los Ángeles, y de que él tuvo conocimiento.
De un momento a otro recibirá la notificación oficial de la demanda civil. En ese proceso podrá explicarse.
El pasado presente
Mañana se cumplirán 38 años de la matanza de Tlatelolco, ocurrida el 2 de octubre de 1968. Entonces fue herida en el trasero la periodista italiana Oriana Fallaci, que acaba de morir. Como gran profesional que era, había venido a México para describir no sólo los Juegos Olímpicos, sino el trasfondo social en que ocurrían. La balacera cruzada entre tropas oficiales y grupos disfrazados la sorprendió y como muchos fue lesionada.
Casi 40 años después, hoy por la tarde, en vez de la recordación luctuosa que cada año se efectúa en la Plaza de las Tres Culturas, que algo tiene de religioso y de emocional, ocurre una conmemoración artística.
El Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena representa allí la obra Tragedia, de María Alicia Martínez Medrano, una reproducción multitudinaria de la que con grave crueldad y exceso de fuerza, que quitó la vida y la libertad a miles de personas produjo el gobierno de Díaz Ordaz, de quien Luis Echeverría era secretario de Gobernación.
Desde hace más de 30 años esa dramaturga y directora ha dado vida a un teatro de búsqueda en que en amplios espacios abiertos muchedumbres de actores no profesionales, campesinos e indígenas como el nombre de su experimento lo indica, representan obras de la más variada naturaleza. Ha sobresalido en su repertorio la puesta en escena de obras de Federico García Lorca, como Bodas de sangre.
La representación teatral de hoy es posible con la colaboración del Comité 68, una militante agrupación de activistas de entonces que ha conseguido no sólo mantener viva la conciencia sobre aquellos acontecimientos, sino hacer que se mueva el aparato judicial para indagar la matanza de Tlatelolco, aunque aun esté pendiente el castigo a los responsables.
Uno de los dirigentes de ese comité, Raúl Álvarez Garín, narra así lo ocurrido en aquella infausta fecha. Él se hallaba presente, como delegado de la escuela de fisicomatemáticas del Instituto Politécnico Nacional, y si bien sobrevivió al tiroteo fue encarcelado hasta mediados de 1971:
"El mitin del 2 de octubre se desarrollaba en un ambiente de fiesta. Después de dos semanas, la angustia y la incertidumbre producidas por la represión empezaban a disminuir y de nuevo se abrían perspectivas claras para el futuro. En ese mitin se comprobaría nuestra fortaleza, nuestro buen estado de ánimo; ahí se haría el recuerdo de los que faltaban y dolorosamente nos habían abandonado, en el Casco y en las vocacionales, y de los nuevos refuerzos que llegaban...
"Estaba por terminar su intervención el compañero Vega, de ingeniería textil del IPN, cuando se notaron movimientos de tropas. En efecto, por el lado de la Vocacional 7, desde la calle de San Juan de Letrán, a través de las ruinas y en dirección a la explanada, se acercaban los soldados. En esos momentos sobrevolaban la zona dos helicópteros militares.
"En la tribuna habían notado a numerosos individuos sospechosos que cubrían todas las entradas al edificio Chihuahua así como las escaleras y pasillos. Algunos llevaban un pañuelo enrollado o un guante blanco en la mano izquierda. Eran las 18.10 horas cuando se notó que avanzaban las tropas sobre el mitin. La señal la dieron dos luces de bengala verdes disparadas desde un helicóptero...
"Los compañeros del Consejo anunciaron a los asistentes que el Ejército se acercaba y que conservaran el orden... Segundos después empezaron los disparos. Primero unos cuantos balazos e inmediatamente después varias ametralladoras comenzaron a funcionar violenta e ininterrumpidamente...
"Cuando empezó el tiroteo la gente se abalanzó por las escaleras de la plaza, que están situadas precisamente frente al edificio Chihuahua, gritando: ´el Consejo, el Consejo´. Se dirigían a las escaleras del edificio con el único propósito de defender a los compañeros dirigentes. Ahí los grupos de agentes secretos y del batallón Olimpia, apostados en las columnas del edificio, comenzaron a disparar contra la multitud rechazándola a balazos.
"La misma señal de luces verdes movilizó a los agentes apostados en el edificio. Las entradas y las escaleras fueron bloqueadas para impedir la salida de los compañeros del Consejo. Subieron los individuos del guante blanco hasta el tercer piso y empuñando pistolas y metralletas encañonaron a los jóvenes que allí se encontraban, obligándolos a pararse de cara a la pared y con las manos en alto... Inmediatamente, también desde el tercer piso...lo agentes comenzaron a disparar contra la multitud que corría tratando de huir o de protegerse...
"Participaron más de 10 mil soldados y policías en la masacre. Desde los primeros segundos y durante dos horas se disparaban simultáneamente cientos de armas de todo calibre. (Al cesar la balacera) la plaza se despejaba rápidamente... En unos cuantos minutos la explanada estuvo totalmente vacía y solamente se veían decenas de muertos, heridos, y soldados".