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"Falsocracia"

"El Colegio Jesuítico de Sinaloa"

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05/06/2015 00:00

    Llegó a mis manos, gracias al buen José Jiménez, un libro de Víctor Joel Santos, arqueólogo del INAH abocado a temas de Sinaloa. En este libro, Santos nos pasea por la memoria arquitectónica de Sinaloa de Leyva, hasta los rincones novohispanos del Colegio Jesuítico.
    Y digo bien, rincones, porque es en los rincones de las viejas ruinas, borradas por el tiempo y las tempestades, donde aún reptan esquirlas del pasado. Ante los ojos atentos y agudos del arqueólogo, el lenguaje de los escombros refirió las naves de adobe recamadas de plata de la iglesia, las bodegas de grano y habitaciones de los jesuitas, y hasta el clamor de asesinatos, rebeliones y la porfía de las homilías.
    En una historia sin parangón, el viejo Reino de la Nueva Galicia elevó puntas al cielo una iglesia que cambió, en pocas generaciones y de forma definitiva, la historia de Sinaloa repitiendo, obstinada, la historia de todo el continente.
    Desde las minas de El Rosario hasta las ricas tierras, mojadas de ríos, del norte del estado, la ambición expedicionaria de personajes como Nuño de Guzmán y Cabeza de Vaca obligó a los conquistadores a la vieja profesión del evangelio. Entre las iglesias misioneras, destacó en el territorio la de Sinaloa, que llevó augustamente el título de colegio, pese a no contar con las características debidas y aprobación romana.
    Según cuenta Gilberto López Alanís, el libro de Santos pretende satisfacer una necesidad de saber sobre la actividad misionera en el noroeste del País, que ya se acumulaba desde mediados del siglo pasado, rondando congresos y coloquios con su sombra inconclusa.
    El libro atrae velozmente a las voces que clamaron ya las históricas preguntas, pero también entretiene al lector curioso, al sinaloense orgulloso y a los adoradores de glorias pasadas.
    El trabajo arqueológico de Santos Ramírez es prolijo, y si bien el tema ya le mereció dos libros, no se limita a la iglesia jesuítica. Es fácil toparse en Internet con el trabajo que realiza ya desde hace más de un año en Chametla, donde han encontrado ofrendas milenarias que colindan con tradiciones huicholes.
    Al leerlo, me golpea en la frente una verdad pocas veces atisbada: que estamos parados en una tierra abundante en historia, en cultura, pero dada al olvido.
    Hoy visité la tumba de mis bisabuelos que encontré accidentalmente, y paseé imaginando, en calurosos esfuerzos mentales, su Mazatlán que ya no existe. Hoy revivo también, con palabras de Santos, el Sinaloa que ya no existía en tiempos de mis bisabuelos; y la imaginación guiada por sabrosas pistas del pasado, agradece el asidero.


    jevalades@gmail.com