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"Buhedera"

"El idiota más grande del mundo"

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24/06/2011 00:00

    FIFA

    Eso me considero a mí mismo casi todo el tiempo. Me explico. Soy razonablemente, y sin exagerar, un buen ciudadano, un buen abuelo, un buen contribuyente, un buen conductor, un buen amigo, un buen hijo, un buen socio, un buen vecino, etcétera. No me atrevo a añadir "un buen marido" porque seguramente Rosa María pondrá 100 ejemplos que demuestran lo contrario. Por lo tanto, soy por definición un idiota, porque en este mundo y en este País, en este tiempo, un tipo que cumple sus compromisos, acata las reglas sociales, obedece las instrucciones burocráticas y en general respeta las convenciones de su entorno... es un perfecto animal.
    "El que no tranza, no avanza", "El que agandalla no batalla", etcétera. Bueno, yo trato de no tranzar ni agandallar, al grado de que renuncié al mejor sueldo que he tenido en mi vida en cuanto me pidieron avalar una "irregularidad" burocrática que ni siquiera había ocurrido en mi periodo. Tengo mi tarjeta de crédito al día, no trato de aprovecharme si alguien en la cola del OXXO se descuida para adelantármele, obedezco las demenciales señales de tránsito, "entero" religiosamente mis impuestos, me quito sombrero y lentes oscuros en las sucursales bancarias (ah, y también en los templos), y sobre todo pago en tiempo y forma las múltiples cuotas mensuales que como buen mexicano patriota me tocan para mantener a Slim en el número 1 del ranking mundial de Forbes.

    Miguel Manzur

    Fue maestro mío en la Universidad Iberoamericana en 1968-70. Sus clases formales eran un derroche de conocimientos, pero sus charlas informales en corto, en la cafetería blanca, eran todavía mejores: un prodigio de humanidad, sensatez, realismo, profundidad, congruencia. Baste decir que de los 5 Grandes Maestros con que la vida ha bendecido mi camino de 62 años, don Miguel fue quizá el más grande de todos. Y yo recuerdo una anécdota entre mil. Una noche después de clases me dio aventón en su prehistórico Mercedes negro a la casa de huéspedes en la que yo vivía, cercana a la universidad. Al despedirlo le comenté que la mejor manera de salir de esa cuadra era irse en sentido contrario veinte metros, dar vuelta a la derecha y ya; de lo contrario, seguir las flechas establecidas con ganas de complicar la existencia al extremo implicaba tener que dar un rodeo enorme para emerger en una vialidad absurda que era francamente innecesario tomar.
    A favor de mi sugerencia militaba el hecho de que llevábamos más de una hora platicando en la banqueta de esa colonia serena, y no había pasado un solo automóvil por esa calle ni por las que ahí hacían esquina. Don Miguel escuchó atentamente mi comentario, se subió a su prehistórico mamut, dijo adiós con la mano... ¿y qué crees que hizo? Claro, desoír mi consejo y obedecer rigurosamente las demenciales flechas de circulación diseñadas por un sádico y plantadas por un loco, o sea, lo mínimo esperable en un departamento de urbanismo y vialidad que tenga dignidad suficiente. La confusa vergüenza que sentí ha de haber sido, en escala ratonera, claro, similar a la que sintió Critón cuando Sócrates decidió tomarse la cicuta a que lo habían injustamente condenado espíritus infinitamente inferiores a él. Claro, yo tenía entonces 20 años y era todavía más menso de lo que soy ahora. Pero esa lección que me dio don Miguel sin una palabra, me taladró un huequito en la mente, y hoy brota no sé qué tan oportunamente. En fin, siguiendo el silogismo que dio pie a esta ociosa disquisición, Miguel Manzur Kuri sí que fue el tipo más idiota con que me he topado; salvo que fue uno de los hombres más inteligentes que he conocido. Y esa idea, no creas tú, me consuela un poco. No todos estamos predestinados para ser tan listos como Jorge Hank, ¿no es cierto?

    Hueconomía

    Mi cápsula pasa hoy viernes alrededor de la 1:40 de la tarde por canal 40. Si quieres preservar tu tranquilidad de ánimo, mejor no la veas: suelo decir cosas políticamente incorrectas.