"El inevitable ciclo de la vida, ser hijo, ser padre"
Héctor Tomás Jiménez
"Nuestros hijos son los fantasmas de nuestra descendencia. El hijo es el padre del hombre".
Carlos Fuentes
La paternidad es un privilegio, es un don divino que es necesario ejercer a plenitud, pues significa la realización más sublime frente a la creación y al mandato de Dios cuando dijo: "Creced y multiplicaos", frase que encierra el secreto de la reproducción del ser humano como obra de Dios. Al ser un mandato divino, está implícito que el proceso debe darse dentro del orden y el respeto y sobre todo en el amor incondicional que deben prodigarle los padres a los hijos para su buen desarrollo y crecimiento dentro del orden moral de una familia.
Dicho orden moral implica el cuidado que ambos, padres e hijos, hijos y padres, deben prodigarse mutuamente, razón por la cual, Carlos Fuentes escribió un fragmento intitulado: "El hijo es el padre del hombre". Dicho fragmento, es un hermoso poema para nuestros corazones. Dice así: "Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido, es cuando el hijo se convierte en el padre de su padre. Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla; lento, lento, impreciso. Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño, ya no quiere estar solo. Es cuando el padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de levantarse de su lugar. Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy sólo suspira, sólo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana, todo corredor ahora está muy lejos. Es cuando uno de los padres, antes dispuesto y trabajador, fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda tomar sus medicamentos. Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa, sino aceptar que somos responsables de esa vida.
"Aquella vida que nos engendró depende de nuestra vida para morir en paz. Todo hijo es el padre de la muerte de su padre. Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el último embarazo. Nuestra última enseñanza. Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por décadas. Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los muebles para nuestros padres. La primera transformación ocurre en el cuarto de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra en la regadera. La barra es emblemática. La barra es simbólica. La barra es inaugurar el "destemplamiento de las aguas". Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores. No podemos dejarlos ningún momento. La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas.
"Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir escaleras sin escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa. Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación. Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados. ¿Cómo no previmos que nuestros padres se enfermarían y necesitarían de nosotros? Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos y la alfombra. Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día.
"Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento: Deja que te ayude. Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso. Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable. Meciendo a su padre de un lado al otro. Acariciando a su padre. Calmando él a su padre. Y decía en voz baja: -- Estoy aquí, estoy aquí, papá! ¡Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está ahí!" (Fin de la cita)
Moraleja: Amar y cuidar a nuestros viejos, padre o madre, es igual, es la sublime obligación que tenemos como hijos, con lo cual estaremos sembrando la semilla frente a nuestros hijos de quien recibiremos, algún día, los cuidados necesarios cuando nuestras fuerzas se acaben.
JM Desde la Universidad de San Migueludesmrector@gmail.com