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"Falsocracia"

"El inolvidable"

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19/10/2012 00:00

    Tenía yo 6 o 7 años cuando le pedía a mi papá que pusiera su música en el tocadiscos. Luego me olvidaba y corría, sin ninguna razón en particular, por la casa de Los Sauces.
    En el auto de mi niñez, un Cutlass azul de vidrios eléctricos, sonaban él y Rocío Durcal. La casetera era de esas de última tecnología, que se daba vuelta sola, y sonaba y sonaba hasta el hartazgo o el destino.
    Luego en la prepa, el profesor Delgadillo tomaba prestada una guitarra y se ponía a tocar un recompuesto tema de "Por qué no he de llorar", donde anidaban no mis recuerdos, sino los suyos, y seguro que era joven por un momento y dedicaba la canción a una chica, no a sus alumnos.
    Fue hace menos años cuando volví a escuchar en vivo esa canción, de un trovador que va, guitarra en mano, por los restaurantes de la playa en Mazatlán. Juró que se sabía 2 mil canciones, y luego de que cantó concluimos que en realidad se sabía mil 999 nada más.
    En el disco duro de respaldo tengo unas 50 de sus canciones. No las escucho ya, salvo para contarle a alguien en multimedia quién era mi abuelo. El inolvidable. El querido papaíto del que siempre hablan las tías, pero sin decir nada: "Así como decía papaíto", "Cómo le hubiera gustado a papaíto esto", "¿Recuerdas qué bueno era pa' comer, pa' reír, papaíto?".
    El año pasado, en un taller de ficción, el maestro me preguntó de dónde habían salido todas esas frases cursis del cuento que les había entregado. Le conté la historia de mi abuelo, de cómo a falta de conocerlo, pero a sobra de escucharlo, me construí su vida a partir de sus letras. Un compañero dijo que la historia del nieto de un cantautor podía ser una novela. Ignoro si sea cierto, yo me convertí tan sólo en la Madame Bovary de esas letras de amor.
    Hoy, buscándolo por Internet, me encuentro con las entrevistas de siempre de aquellos reporteros que, como el profesor Delgadillo, tienen su propia historia con las canciones de mi abuelo. Se topan con una de las hijas, casi siempre, y terminan relatando esa historia que no está, de una memoria abstracta de orgullo, infancia feliz, distinción y muchos huecos.
    Pero hay una novedad, diminuta, una piedra angular de la historia no emocional del hombre que nació un primero de abril de 1920, que grabó más de 100 composiciones, que su historia, la que fue suya y no conozco, ocurrió en Centro y Sudamérica y que, a la inversa de todas las historias, se preserva en su obra pero no en sus recuerdos: Fernando Teodoro Valadés Lejarza, compositor, pianista, cantante, está en Wikipedia.
    ¿Qué es lo que hay ahí? Nada. Sólo dos líneas valen la pena. Lo demás es una leyenda y una lista de canciones, pero es el lugar donde aquellos que lo conocieron y que tienen algo real y concreto que decir sobre él, nos permitan a quienes no lo conocimos pero hemos crecido a su lado, recuperarlo.


    jevalades@gmail.com