"'El Mochomo' y los matones detenidos en Xoxocotla, Morelos apenas el miércoles, horas antes del asesinato de Millán Gómez, formaban parte de la escolta de Arturo Beltrán Leyva, alias 'El Barbas'."
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Inciertos días de mayo
En la agenda del Gobierno federal, el jueves 8 de mayo estaba marcado por asuntos de gran relevancia. Muy temprano, la Secretaría de Seguridad Pública ofrecería una conferencia de prensa para informar sobre la reciente batida contra la banda de los hermanos Beltrán Leyva, uno de los cuales, Alfredo, apodado "El Mochomo", había sido detenido días atrás junto con nueve sicarios de su grupo, en una operación supervisada por Edgar Eusebio Millán Gómez.
Horas más tarde, en el Senado de la República, la Secretaria de Energía Georgina Kessel y el Director general de Pemex, Jesús Reyes Heroles, presentarían la "Fundamentación de la Propuesta de Reforma Energética", preámbulo del debate nacional que organizado por esa cámara comienza mañana y se extenderá hasta julio.
Y el Gabinete de Seguridad se reuniría para estudiar la petición de los eventuales mediadores para el diálogo con el Ejército Popular Revolucionario, necesitados de una mayor precisión sobre la actitud gubernamental respecto del propio grupo civil y, sobre todo respecto del diálogo mismo, pues la respuesta ofrecida por el Secretario de Gobernación el 29 de abril era a juicio de muchos, por lo menos ambigua cuando no una negativa con apariencia de lo contrario.
Al comenzar ese jueves, sin embargo, un asesinato en la colonia Guerrero, uno de los barrios tradicionales de la Ciudad de México, cimbró la estructura gubernamental y marcó hondamente, con sangre, esa fecha. El virtual responsable de la Policía Federal, Millán Gómez, fue recibido a tiros en el domicilio de sus padres, donde pernoctaría, y murió pocas horas después, no sin haber detenido a su agresor, que hasta la mañana del sábado no había declarado ante el ministerio público para aclarar los móviles de su acción, lastimado hasta el extremo por la golpiza que presuntamente pudo asestarle su víctima.
Podría suponerse que aguarda que se le rescate, en una acción como las que se han vuelto parte del modo de operar del crimen organizado.
La conferencia de prensa programada en la SSP fue cancelada, pero más tarde se divulgó el documento que habría sido presentado en esa reunión, y que contiene datos que quizá ayudan a comprender el sentido y el alcance del condenable ataque a Millán Gómez, agresión que dejó heridos a dos de sus guardaespaldas, hospitalizados en lugares fuertemente resguardados, para evitar que la banda que ultimó a su jefe atente contra ellos para evitar que aporten información sobre los hechos.
"El Mochomo" y los matones detenidos en Xoxocotla, Morelos apenas el miércoles, horas antes del asesinato de Millán Gómez, formaban parte de la escolta de Arturo Beltrán Leyva, alias "El Barbas".
Aparte su cotidiana actividad criminal, en la semana en curso ese jefe de banda había realizado una singular guerra de propaganda: había hecho colocar en fachadas del centro histórico de Culiacán mantas con leyendas amenazantes o mordaces contra las fuerzas armadas y también contra sus adversarios Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo", e Ismael Zambada, "El Mayo".
Las mantas recogían hechos de actualidad, incluida la detención de Alfredo Beltrán Leyva, ya que apenas horas después de su captura uno de esos mensajes decía: "Voy con todo, sépanlo, policías, soldados, para que les quede claro. "El Mochomo" sigue pesando. Atte. Arturo Beltrán Leyva".
La misma noche de ese jueves, quizá miembros de su grupo atentaron contra parientes de "El Chapo" y "El Mayo", en un ataque con armamento tan poderoso que incluyó una bazuca.
En el episodio murieron un hijo de Guzmán Loera, Edgar Guzmán Beltrán, y Arturo Meza Cázares, hijo de Blanca Margarita Cázares, conocida como La Emperatriz, presunta operadora financiera de Ismael Zambada.
Aunque sí consideró el pedido de diálogo de la insurgencia armada, y produjo una nueva posición (dada a conocer el viernes por la mañana) que incluye lo que los eventuales mediadores consideraron una apertura hacia su participación como facilitadores de ese diálogo, la junta del Gabinete de Seguridad fue dominada por el asesinato de Millán Gómez, cuyos méritos fueron expuestos por su jefe el secretario Genaro García Luna, de quien se había convertido en principal colaborador.
Debido a que está en proceso de construcción, la Policía Federal no cuenta propiamente con un comisionado que la encabece, por lo que en los hechos Millán Gómez había asumido su dirección.
En la semana anterior habían sido también asesinados otros mandos superiores de aquella corporación, Roberto Velasco Bravo, que había sido director de combate a la delinquencia organizada en la AFI, y el inspector José Aristeo Gómez Martínez, director de asuntos administrativos del estado mayor de la Policía federal. Por el cargo de este último, y por las circunstancias de su asesinato, se dijo inicialmente que era un homicidio común para intentar robarlo.
Pero el jueves 8 se incluyó su muerte en el marco del ataque delincuencial contra jefes policiacos y miembros de las corporaciones federales.
También se investiga en ese contexto el asesinato del comandante Ernesto Robles, de la Policía Judicial del DF, que fue tiroteado el viernes por la mañana, al salir de su domicilio en san Juan de Aragón, en el oriente de la Ciudad de México.
El Gabinete de Seguridad sesionó dos veces el viernes, primero en Tijuana y después en Chihuahua. Aunque en las dos reuniones se deploró la muerte de los jefes y agentes asesinados (seis más habían caído en Morelos y Sinaloa en las horas recientes) predominó un tono de autosatisfacción por el avance en la lucha contra el crimen, quizá necesario para no denotar ante la población abatimiento por las derrotas, pero que puede ocultar una incapacidad de comprensión del verdadero alcance del problema.
El Secretario Juan Camilo Mouriño repitió una falacia patética con que los funcionarios se autoengañan: "la reacción violenta del crimen organizado y la secuela de asesinatos de mandos policiacos en todo el país, así como los enfrentamientos entre bandas de delincuentes son síntomas inequívocos de los logros alcanzados en la lucha contra el narcotráfico".
De ser compartido ese falso triunfalismo, uno desearía que no hubiese tantos logros gubernamentales en la materia, para que amainara la violencia y decreciera el número de víctimas. Mouriño habló en Chihuahua el viernes. Horas después, en Ciudad Juárez, fue asesinado el director operativo de la policía municipal, Juan Antonio Román García, como episodio central de una jornada en que fueron ultimadas diez personas más.
El Presidente Calderón, por su parte, viajó también a Reynosa el propio jueves. En la inauguración de un hospital se refirió indignado al asesinato de Millán Gómez, cuya muerte se produjo en circunstancias que están todavía por esclarecerse, pues corrieron demasiadas versiones no obstante que hay testigos presenciales del acontecimiento. El aparato de seguridad en torno de Calderón fue especialmente reforzado, aunque quizá lo propio hubiera sido evitar el viaje a esa ciudad tamaulipeca.
El secretario de seguridad del ayuntamiento fue hace poco detenido, acusado de vínculos con la delincuencia. No es prudente exponer al Presidente a viajar a zonas donde la vulnerabilidad institucional se ha expresado tan crudamente. Lo mismo, sin embargo, podría decirse de su estancia en Tijuana, y si lleváramos el razonamiento hasta sus últimas consecuencias, Calderón tendría que permanecer cautivo en Los Pinos. Sólo podría ser de otro modo si tuviera un ánimo festivo como el que mostraron en Acapulco el alcalde de ese puerto, Félix Salgado y el Gobernador Zeferino Torreblanca, que se mostraron gozosos bailando en público como si no envolviera a la entidad un clima de violencia letal sofocante.
No digo que los funcionarios permanezcan enlutados en sus oficinas, pero al menos pueden mostrar un recato acorde con la gravedad de la hora que vive, salvo que ignoren esa gravedad.
No rieron, en cambio y por la circunstancia anotada la secretaria Kessel y el director Reyes Heroles en el Senado. Antes del ocho de abril la funcionaria había anunciado el envío de las iniciativas cuando estuvieran planchadas.
Si eso significó que el apoyo del PRI se había asegurado, las iniciativas ya se arrugaron pues los senadores Raúl Mejía y Rogelio Rueda, y el Diputado Mariano González Zarur se mostraron distantes y aun opuestos a ellas.
El pasado presente._ Un día como hoy pero de 1966, hace 42 años, tomó posesión de la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México el ingeniero Javier Barros Sierra. Asumió el cargo después de una profunda crisis, como las que afectarían a la propia institución en 1972, 1977, 1986 y 1999, de las que la Universidad ha logrado recuperarse y mejorar y acrecentar su servicio a la sociedad mexicana.
Ahora mismo, según anunció el rector José Narro Robles, se apresta a participar en el gran debate nacional sobre la reforma petrolera. Lo hará de muchas maneras, una de las cuales es la organización de un foro que a partir de mañana y hasta el viernes 16 presentará Carmen Aristegui en Tv UNAM, en vivo a las 21:00 horas, y con repetición a las 14:00 horas de cada día siguiente.
Con esa proyección además de mostrarse la capacidad universitaria para abordar con pluralidad los temas trascendentales, se paliará la falta que hace al público necesitado de información la presencia de la conductora, que el 4 de enero de este año fue despedida de XEW.
Barros Sierra nació en el DF el 25 de febrero de 1915, descendiente de quien hasta hacía pocos años era la figura señera de la educación pública mexicana, Justo Sierra Méndez. Salvo su educación primera, el resto de la formación de Barros Sierra se hizo en escuelas públicas, señaladamente la Nacional de Ingenieros, como en su tiempo se llamó la hoy Facultad de Ingeniería de la UNAM. Allí se graduó con honores en 1940 (y en 1947 en la Facultad de Ciencias alcanzaría el grado de maestro en matemáticas).
Dedicado preferentemente a la enseñanza universitaria, Barros Sierra practicó también su profesión, en cuyo desempeño fue gerente de Estructuras y Construcciones, SA y luego perteneció a la planta fundadora de ICA (Ingenieros Civiles Asociados). Secretario de la Sociedad Matemática Mexicana de 1943 a 1957, fue profesor de esa materia de 1938 a 1958.
En 1955 fue designado director de su alma mater, la Escuela Nacional de Ingeniería, cargo al que renunció el 1 de diciembre de 1958, cuando el Presidente López Mateos lo designó secretario de Obras públicas.
Esa dependencia surgió de una reforma administrativa que partió en dos la SCOP, la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, para crear la todavía vigente Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y la que quedó a cargo de Barros Sierra, desaparecida después de múltiples mutaciones burocráticas.
Barros Sierra tuvo allí un desempeño brillante, estorbado sin embargo por la falta de sintonía con el Secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz, cuyo carácter y convicciones eran radicalmente opuestos a los de Barros Sierra, un humanista que leía poesía y era capaz de humor aunque fuera mordaz.
Al asumir la presidencia, Díaz Ordaz ofreció a Barros Sierra un cargo menor, la dirección del Programa Nacional Fronterizo, que su ex colega de gabinete no aceptó.
Volvió entonces a la cátedra universitaria aunque no por mucho tiempo ya que su amigo Jesús Reyes Heroles, director de Pemex, le pidió que echara andar un proyecto visionario (que la negligencia institucional ha dejado deteriorarse) el Instituto Mexicano del Petróleo.
A partir de agosto de 1965 Barros Sierra se dedicó al diseño y organización del organismo que debía proveer a Pemex de la tecnología que ahora se queja de no tener, y se convirtió en su director en enero de 1966.
Pocos meses después la Universidad Nacional padeció una crisis surgida de la interferencia de políticos locales (el Gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis entre ellos), auspiciados por la propia Presidencia de la República, a cuyo proyecto autoritario chocaba la libertad plural que se manifestaba en la UNAM, bajo el rectorado del doctor Ignacio Chávez, la mayor eminencia médica del país.
Una vulgar conspiración de líderes espurios echó a Chávez, en una maniobra de que la comunidad universitaria no podrá nunca dejar de sentir avergonzada. Para fortuna de la institución, Barros Sierra aceptó dejar el IMP y aceptó que la junta de gobierno lo eligiera el 5 de mayo. El 11 siguiente tomó posesión del cargo.
De inmediato puso en marcha proyectos tendientes a reforzar el carácter de comunidad universitaria que la UNAM había ido perdiendo. Si Chávez pudo ser depuesto por una minoría violenta y mercenaria fue, entre otras causas, porque la mayoría silenciosa dejó hacer, como si el problema no le concirniera.
Barros Sierra estableció mecanismos de comunicación y de participación de los grupos estudiantiles. La conexión que estableció con ellos permitió a la UNAM defender sus libertades cuando el Gobierno de Díaz Ordaz pretendió reprimirlas.
En septiembre de 1968 el Ejército invadió la Ciudad Universitaria, como nueva represalia (un bazucaso contra la puerta de la Escuela Nacional Preparatoria había sido el primero) por la gallardía con que el rector se puso al frente de su comunidad.