La noticia de la muerte de Michael Jackson vino a confirmar lo que ya todos sabemos, que estamos, nos movemos y crecemos en un mundo light, en el que lo más importante es lo externo y superficial, y no lo interno y esencial.
Es cierto que las campanas deben doblar por cualquier ser humano (que debe ser sinónimo de hermano) que fallezca en el mundo, pero la resonancia de la muerte de algunos artistas y personas del espectáculo sólo es obnubilada por la pérdida de grandes luminarias de la humanidad, como el Papa Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta.
¿Quién no recuerda el luto en el mundo cuando murió en fatal accidente la Princesa Diana? Algo semejante está ocurriendo hoy por la desaparición de "El rey del Pop". En todas partes del globo hay personas que en estos momentos guardan duelo, les invade una gran tristeza y se sienten heridas en sus mismas entrañas.
Cada día es más fuerte la presencia del mundo light en nuestras vidas, no tanto por los alimentos supuestamente bajos en calorías que consumimos, sino por lo superficialmente con que vivimos nuestra vida, asumimos responsabilidades y encarnamos nuestros compromisos éticos.
Hoy, para muchos jóvenes, el éxito estriba en triunfar en la vida desde un punto de vista académico, económico, comercial y social. La no obtención de estas metas genera continuo estrés y profunda insatisfacción y frustración, al grado que su vida se muestra vacía y carente de sentido.
El hombre exitoso se conceptualiza de acuerdo a estándares y paradigmas que se circunscriben a bienes materiales, prestigio académico y reconocimiento social. Si se habita una lujosa residencia, si se posee el automóvil más veloz y elegante, si se tiene una abundante riqueza, si se adquiere el aparato tecnológico último y más sofisticado, si se obtienen tantos títulos académicos como si fueran cartas de la lotería, si se escala hasta la cima en el nivel de mando de la empresa, etcétera.
No obstante, la palabra éxito deriva del vocablo latino exitus, que significa salida o resultado; de aquí proviene también la palabra exire (salir), de donde se forma exit, en inglés.
Una persona de éxito, por tanto, es aquella que sabe cuál va a ser su salida y orienta su vida hacia ese fin último, de manera que pueda obtener al llegar a la meta la satisfacción completa por haber perseverado constante en ese esfuerzo. Esa persona comprende que las riquezas, los honores, los halagos, la fama y los oropeles no forman parte del equipaje necesario para cruzar el lago del definitivo umbral.
Se requiere formar un hombre íntegro, robusto, educado en valores y templado en compromiso ético y responsabilidad, si se quiere superar el falso paraíso que ofrece este mundo light.