JANNETH ALDECOA /JOSÉ ALFREDO BELTRÁN
Dentro de los meses de septiembre y octubre se encuentran inscritos dos sucesos trascendentales para la vida de los mexicanos, mismos que me abrieron la puerta para comentar un asunto sobre el que la mayoría de nosotros, tenemos escasa información o de plano, lo ignoramos.
En el noveno del calendario, el mes patrio de los mexicanos, celebramos el inicio de la lucha por la independencia nacional y en el segundo, recordamos el descubrimiento de tierras americanas por el genovés Cristóbal Colón. Dos fechas íntimamente ligadas con la transformación de nuestra cultura primigenia.
La hazaña del marino italiano le abrió la puerta a la llegada de los opresores y a la mezcla de sangres que le dio vida a la actual mexicanidad y cuyo ADN, equivocadamente lo limitamos a dos aportes genéticos principales. El de los nativos y el de los llamados hijos de la madre patria.
Pero no hay tal, ya que también tuvo su aportación importante, la sangre de ébano; la de los africanos que llegaron a nuestro continente en calidad de esclavos traídos por los españoles, para exprimirlos hasta la muerte en las fincas agrícolas ubicadas en los húmedos trópicos mexicanos, principalmente en lo que hoy es Veracruz, Oaxaca y Guerrero, y a la fecha, la mayor parte de sus descendientes continúan asentados en dichos lugares, aunque también se les encuentra en El Nacimiento, Coahuila, donde se localiza la residencia de los Mascongos, un grupo afro que huyó de la esclavitud estadounidense.
Y de hecho, la piel negra también tuvo fuerte presencia en tierras sinaloenses; vale recordar, por ejemplo, que el puerto mazatleco fue conocido como el presidio de San Juan Bautista de los mulatos de Mazatlán.
Durante la época de la Colonia, la población negra alcanzó a sumar poco más de 200 mil habitantes, según estiman los historiadores y de dicho núcleo surgió la etnia afromexicana, y cuyos descendientes viven en la marginación y a los que por prejuicios racistas, y por ignorancia histórica, muchas veces no se les reconoce la nacionalidad mexicana, principalmente en retenes policiacos o en los establecidos por las autoridades migratorias.
De acuerdo a las versiones que dan algunos miembros de la agrupación civil Juventud Afromexicana, a la hora de una revisión de documentos, siempre ponen en duda la veracidad de sus identificaciones, argumentándoles que un negro no puede ser mexicano.
La queja de los jóvenes afromexicanos es reforzada por afirmaciones como la de Cesáreo Moreno, miembro del Centro de las Bellas Artes Mexicanas en Chicago, quien al respecto comenta: "El desconocimiento de la cultura africana en México no es casualidad, ya que el propio gobierno se encargó de enterrar la historia".
Por otro lado, y a manera de anécdota, cuando a la escritora Yolanda Vargas Dulché le preguntaban acerca del origen de su popular y querido personaje Memín Pinguín, decía lo siguiente: "Me pidieron un argumento para niños y aquí en México no hay negritos. Entonces yo dije: Lo voy a poner negrito". El dicho de la creadora Vargas Dulché fue recogido por el periodista Carlos Tello y publicado en la revista electrónica dossierpolítico.com
Se agrega que algunos investigadores literarios opinan que el popular Memín fue inspirado por la canción "Negrito Sandía", del maestro Gabilondo Soler y otros más aseveran que los apellidos Moreno, Pardo, Prieto y Crespo se derivaron de adjetivos endilgados a los negros, lo cual suena muy obvio.
En gustos gastronómicos también se dice que el gusto mexicano por los guisos a base de vísceras como el hígado, la cabeza de res, el menudo y la moronga, es una herencia de nuestros ancestros africanos.
Pero también vale la pena citar que grandes mexicanos llevaron sangre negra en sus venas. Entre ellos, José María Morelos, Vicente Guerrero y Lázaro Cárdenas.
Dentro de los primeros africanos llegados a la Nueva España, se destaca la figura de Yanga, un líder negro, quien cansado de la brutal explotación a la que eran sometidos por los finqueros españoles, junto con varios de sus compañeros de desgracia, huyó hacia la serranía y desde ahí puso en jaque al sistema, hasta lograr que la Colonia reconociera como territorio independiente al pueblo de San Lorenzo de los Negros, lugar de residencia de los rebeldes. El movimiento libertario encabezado por Gaspar Yanga inició en 1570 y consiguió su objetivo 39 años después; primero, con una declaración de paz y respeto de los españoles y posteriormente, ya en 1630, como el primer pueblo libre del continente americano.
La hazaña de Gaspar Yanga tuvo resonancia a través de los siglos, hasta llegar a la significativa decisión de los insurrectos encabezados por el cura Miguel Hidalgo.
Esperemos que algún día las autoridades y todos los mexicanos le demos la importancia y el respeto que se merece la llamada tercera raíz de la mexicanidad y que no quede en jocosidades cargadas al jefe de familia que engendra a un retoño diferenciado por su piel oscura, más allá de lo moreno, cantándole: "Oye Sorullo, el negrito es el único hijo tuyo". ¡Buenos días!
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