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"El problema en San Salvador Atenco no se terminó y ni se terminará en el corto tiempo, pues de un conflicto local o regional, se pasó a uno que tiene implicaciones nacionales y que puede rebotar en la economía y afectar las próximas elecciones"

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07/05/2006 00:00

    SUGEY ESTRADA / JESÚS LÓPEZ / HUGO GÓMEZ

    COLABORADOR

    De la selva al metro

    En menos de lo que dura en el aire un spot electoral de la guerra sucia, buena parte del país estuvo a punto de incendiarse el miércoles, y todo por ocho vendedores de flores que se negaron a ser reubicados por las autoridades municipales perredistas de Texcoco. (Noroeste, 4 de mayo de 2006)
    Previamente, los mencionados comerciantes informales se declararon dispuestos a defender su pedazo de banqueta hasta con la vida si era necesario, y por poco cumplen su promesa, pero al desatarse la violencia, mejor se hicieron ojo de hormiga.
    Todo esto sucedió porque en cuanto las fuerzas de seguridad pública les impidieron instalarse a los citados floristas en el punto en que solían hacerlo, llegaron en su auxilio algunos habitantes del cercano poblado de San Salvador Atenco, es decir, parte de los mismos personajes que, machete en mano, tuvieron la fuerza suficiente para impedir que en sus tierras se construyera el nuevo y necesario aeropuerto internacional del altiplano.
    Acostumbrados a un protagonismo tolerado por las autoridades federales, así por las mexiquenses, las del DF y de otras entidades federativas en las que han incursionado, los macheteros atenquenses se aparecieron en Texcoco seguros de que con su sola presencia espantarían a los jenízaros que trataban de desalojar a los floricultores para que no se instalaran junto al mercado Belisario Domínguez.
    Pero esta vez les falló, pues lejos de intimidar a las fuerzas del orden, se encontraron con la lógica de los escudos, el lenguaje de los toletes, el vocabulario de los puñetazos, los argumentos de las botas y los fundamentos legales de los gases lacrimógenos, ante los cuales de nada valió la razón de los machetes que, a decir de sus, entonces, belicosos y engallados portadores, son tan sólo herramientas de trabajo que los campesinos siempre, como emblemas, llevan consigo.

    Son armas ofensivas
    Por supuesto, eso de que exclusivamente son herramientas de trabajo, aunque en parte lo sean, más bien acaba por ser tomadura de pelo, porque quienes portan machetes en las zonas rurales lo hacen conscientes de que, en cualquier momento les pueden servir también de armas defensivas u ofensivas, y abundan los casos en los que los susodichos instrumentos fueron usados, no para trabajar, sino para tasajear o partirle el cráneo a un desdichado.
    Consecuentemente, si es discutible catalogarlos exclusivamente como herramientas en el ámbito rural, qué puede decirse cuando en las calles de la Ciudad de México se aparece una turba con machetes en las manos; puede decirse que la intención de los atenquenses sería la de trabajar, sí, pero en las cabezas y músculos de policías y, en un descuido, hasta en las humanidades burocráticas de quienes laboran en las dependencias ante las que se plantan para formular toda suerte de exigencias.
    Sirva todo esto, anotan los analistas, para comprender que los aludidos machetes de los activistas de Atenco no los pasean en las manifestaciones con fines pacifistas, dialoguistas y civilizados, sino para resaltar que ellos están dispuestos a ejercer la violencia, por encima de la legalidad, a fin de salirse con la suya.
    Lo anterior sucedió el miércoles cuando en Texcoco resurgieron los machetes de Atenco, pero los amotinados ya no se limitaron a pronunciar amenazas verbales, gritos y sombrerazos, incluidas las denuncias contra las autoridades.
    No, ahora sí los activistas atacaron a los policías, aunque no han faltado quienes dicen que sólo se defendieron de las agresiones cometidas en su contra, pero, aun así, se desató la violencia que, por momentos, parecía volverse incontrolable, con lo cual se rebasó todo cuanto habían hecho los mismos activistas a partir del 2001 al oponerse que sus tierras fueran convertidas en una macroterminal aérea.

    Adolescente muerto
    Así, esta jornada de enfrentamientos del miércoles concluyó con un adolescente muerto por un balazo, y por lo menos 33 policías heridos, cinco agentes secuestrados por las sociedad "civil" y 31 personas detenidas por el Gobierno mexiquense, entre los que estuvo el líder de los macheteros, Ignacio del Valle; a esto se sumó el cierre de la carretera Texcoco-Lechería, que dio lugar a un nuevo choque de los activistas con policías estatales y federales.
    A su vez, el alcalde perredista texcocano, Nazario Gutiérrez, directo involucrado en los orígenes de estos lamentables sucesos, reportó que de los policías heridos, 11 eran municipales, 14 estatales y ocho federales.
    Igualmente, los atenquenses que militan en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, aseguraron que mantenían retenidos a varios de agentes en el Auditorio Emiliano Zapata de la cabecera municipal del lugar; dos de estos policías eran municipales, cinco estatales, dos ministeriales, dos granaderos, cuatro federales y dos municipales de Ecatepec, que no tenían en vela en los probables entierros, pues sólo venían en la carretera cuando ésta fue bloqueada por los amotinados.
    Como es del dominio público, esta vez la pelea fue encarnizada y se observó la saña con la que, al impedir el bloqueo, un policía fue herido a golpes por unos atenquenses hasta quedar inconsciente, mientras que otro grupo de manifestantes inició la quema de llantas y algunos más amenazaron con sus herramientas de "trabajo" a los representantes de medios de comunicación.

    Miles de policías
    Pero el conflicto no se resolvió, y al día siguiente, antes del amanecer, estaba listo un operativo, como no se había visto antes para casos similares, integrado por miles de policías estatales y federales, sin armas de fuego, se dijo, para tomar la cabecera municipal de Atenco y desbloquear la carretera Texcoco-Lechería, así como para capturar a los involucrados en las alteraciones del orden público.
    Los activistas atenquenses, presentados por algunos medios como una minoría que tenía como rehenes a todos los pobladores del lugar, pues a todos se les tenía como simpatizantes de los amotinados, se prepararon para el asalto y, como el día anterior, entre otros, tenían listos para ser lanzados lo mismo cohetones que bombas molotov, sin faltar los consabidos machetes, que esta vez también los portaban algunas mujeres, las que traían unos paliacates con los que remarcaban su agresiva rebeldía.
    Mas, con todos sus arrojos y bravura, tal y como la televisión presentó hasta la nausea, sin ocultar la aparente alegría que le producía tanta violencia, las insurrectas y los insurrectos no pudieron hacer gran cosa para frenar el asalto policiaco, y aunque lograron herir a unos policías, de todos modos sacaron la peor parte y no les quedó de otra que tirar sus herramientas al suelo tratando de escapar, pero de cualquier forma fueron alcanzados por los policías, quienes, en algunos casos, los "patearon" y cuando estaba en el suelo los pisotearon con el mismo vigor que se pone cuando en las vendimias se exprimen las uvas para sacarles todo el jugo posible, aunque en este caso de los reprimidos lo que brotaba eran chorros de sangre.
    Pese a que San Salvador fue ocupado por fuerzas de seguridad pública y los activistas dispersados por primera vez, cuando no capturados e, incluso, hasta hubo vecinos que manifestaron su beneplácito por la imposición del orden, el problema no se terminó y ni se terminará en el corto tiempo, pues de un conflicto local o regional, se pasó a uno que tiene implicaciones nacionales y que puede rebotar en la economía y afectar las elecciones federales que deben celebrarse el próximo 2 de julio.

    Prendieron focos rojos
    Efectivamente, lo de Atenco tiene varias implicaciones que no han pasado inadvertidas y algunas han obligado a prender uno focos rojos para señalar los peligros a que se halla expuesto el país que, como se decía, estuvo, y puede estar, a punto de incendiarse, al aumentar las situaciones en que la violencia y la imposición de intereses particulares sobre los sociales está aumentando los grados de intolerancia y predisposición a las agresiones.
    Un parámetro para medir la magnitud de este problema lo dio Andrés Manuel López Obrador, ya que tan rápido como pudo se deslindó del aludido Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, y no era para menos.
    Lo primero que dijo el Peje el jueves fue que los atencos no eran del PRD y acto seguido se desmarcó de los hechos violentos registrados un día antes en el Estado de México; "es muy lamentable que esto suceda. Desde luego no es lo mejor para el país", dijo, y afirmó que prefiere buscar siempre el diálogo, la negociación, el acuerdo, "soy partidario de la vida pacífica", sostuvo.
    Ahora sí, ante estos dichos, se recuerda a la difunta Rocío Durcal, quien cantaba eso de "como han pasado los años, como han cambiado las cosas", pues la actitud de López Obrador no es la misma que tenía hace unos 12 años, cuando a raíz de que había perdido las elecciones por la Gubernatura de Tabasco frente a Roberto Madrazo Pintado, como protesta, intentó bloquear pozos petroleros y organizó marchas hacia la Ciudad de México, a las cuales llamó los éxodos de la democracia.
    Debido a ello algunos de sus enemigos han magnificado lo que llaman bandazos pejianos, y subrayan que estamos ante la singularidad de que los violentos de ayer ahora se pusieron la cachucha de dialoguistas y se proclaman pacifistas.

    Lógica antipejista
    Entre quienes, con la lógica mencionada, criticaron al Peje por su deslinde de los graves sucesos de Atenco, estuvo el panista Felipe Calderón Hinojosa, quien, según la nota publicada ayer por Noroeste, acusó a AMLO de avalar los machetes y la barbarie, pues recordó que en los acontecimientos de Tláhuac no hizo nada, ni antes, ni durante o después del vergonzoso episodio del linchamiento.
    Para entrar en materia, el panista sostuvo que en esta contienda electoral hay un candidato que avala los machetes, la barbarie y ese "estilito" de romper la ley y de hacer justicia por sí solo.
    Añadió que bajo el Gobierno del Partido de la Revolución Democrática encabezado por López Obrador, en el Distrito Federal murieron varias personas linchadas, entre ellos dos policías federales; "el señor" López Obrador decía que esas son las cosas del México profundo y no podía hacer nada.
    Ya acelerado, FCH afirmó contundentemente que la elección del 2 de julio está entre un gobierno de anarquía, de violencia, de desorden, sin aplicación de la ley como ha protagonizado el PRD o entre quien aplica la ley.
    "Y yo seré Presidente de la legalidad", remató.

    Son puras vulgaridades
    Andrés Manuel López Obrador todavía fue más rápido para responderle a Felipe Calderón el mismo viernes y calificó de "vulgaridad" los obuses que le disparó el michoacano; además, agregó, las acusaciones del panista, en el sentido de que el estaba involucrado con los hechos violentos de Atenco, ni siquiera merecen un comentario.
    "Hoy (Calderón) dijo que en el caso de Atenco estamos involucrados, cosa que es totalmente falsa, que ni amerita contestar porque es una mentira, una vulgaridad".
    Sin embargo, independientemente de que sea cierto o no, por otros caminos y fines, el punto de vista de Calderón esta siendo manejado en algunos medios informativos y argumentados por ciertos analistas, que están hablando de una especie de complot montado por los lopezobradoristas para reposicionarse en las encuestas y pegarle al PAN, por lo de la policía federal, y al PRI, porque el gobernador mexiquense pertenece a este partido.
    Sólo que lo anterior llevaría a plantear que los atencos, agrupados en torno al EZLN y al ahora Delegado Cero, están colaborando con AMLO, cuando dicho Delegado se la pasa atacando al PRD y al Peje, a quien lo ha descalifica como nunca antes lo habían hecho.

    Cazan por su lado
    Si algo como lo antes dicho estuviera ocurriendo, se tendría que admitir que, por engañar a medio mundo, incluidos a los más expertos observadores, tanto el Peje como Marcos serían unos verdaderos genios y artistas de la carambola política, y pueden serlo, pero ello no significa que salgan a cazar juntos.
    Lo del Subcomandante es más grave de lo que parece, aunque los IFE dicen que no pasará nada y afirman que las votaciones serán tranquilas y transparentes, pero hasta ayer no se vislumbraba cómo podría terminar el conflicto aquí reseñado, una vez que el guerrillero, como un hecho singular y único en el mundo, dejó la protección de las selvas chiapanecas para, todo encapuchado y acompañado por un séquito de guardaespaldas, entre los que andaban varios de los macheteros de Atenco, ahora viaja en el metro de la Ciudad de México, como cualquier proletario e hijo de vecino, de la misma forma como el obeso Superbarrio Gómez se desplazaba por la capital sin llamar la atención.
    Para valorar la gravedad de dicha coyuntura, téngase en cuenta que en Atenco había o hay una cabeza de playa del EZLN y hasta esa localidad, en ciertos casos, se manejaba como municipio autónomo, que es el invento chiapaneco de Marcos.
    Hoy tal vez el "autonomismo" en cuestión ya esté desmantelado, pero de cualquier forma el Subcomandante se refugió en el suelo de Atenco y dijo que permanecerá en el altiplano hasta que no se resuelva este problema, que tiene entre sus complicaciones el encarcelamiento de Ignacio Valle, el principal líder machetero y amigo personal de Marcos; también está la orden de aprehensión de América, hija del mencionado líder, cuya belicosidad ya es conocida públicamente.
    Como si esto no estuviera más enredado que una persiana vieja, salió al escenario el ex de todos los partidos, Porfirio Muñoz Ledo, quien remató la semana al afirmar que lo de Atenco era un golpe de Estado virtual para inhibir el voto con una campaña de miedo y una guerra sucia.
    Al oír semejante desaguisado de PML, hasta sus amigos le dijeron ya cállate chachalaca.