"El pueblo mexicano carga con una burocracia torturante, de una pesadez que deja pasmado al más paciente de los usuarios de los servicios oficiales"
Geovanni Osuna
En relación al bienestar de los ciudadanos, en nuestro País nada ha cambiado en positivo para el mejoramiento en los temas más importantes de su desarrollo individual y familiar: salud, trabajo, educación y seguridad.
El pueblo mexicano carga con una burocracia torturante, de una pesadez que deja pasmado al más paciente de los usuarios de los servicios oficiales. El trámite más simple en las oficinas de gobierno pone al usuario en un predicamento agobiante y, aunque se ha anunciado un sinfín de veces que se simplificaran los trámites en las oficinas publicas, eso nunca ocurre.
En nombre de la "rendición de cuentas" se exponen metas y programas, estadísticas y declaraciones, trámites y regulaciones, gastos y organigramas, direcciones postales y correos electrónicos, con un muy largo, etcétera. Muchas veces, la rendición de cuentas se agota en eso: en la producción de montones de papel en forma de informes regulares, muchas veces pomposos, vacuos y tediosos.
Y ahí quedan los datos del sistema de la administración pública, en la colocación de montones de información, no siempre relevante ni comprensible ni bien estructurada. En la burocracia mexicana, la pasión por la rendición de cuentas se vierte con profundo espíritu burocrático en informes y estadísticas que, como ya hemos señalado, siempre son susceptibles de ser manipuladas.
No tenemos la menor duda que la escabrosidad de la burocracia gubernamental y su manera sesgada de rendir cuentas tiene mucho que ver con la falta de democracia; la cultura del partido único que por siete décadas gobernó ininterrumpidamente (más los 12 de bipartidismo y de un cambio aparente) permeó a la sociedad entera y los vicios en la función pública tiene su origen en ese funesto antecedente histórico.
Ahora, en tiempos de elección, a los políticos les gusta andar presumiendo de "los hechos y las razones" de su gestión, aumentando cifras y exagerando resultados. Pese a esa retórica triunfalista los ciudadanos tenemos la oportunidad, por medio del voto de castigar a los malos gobernantes y a los gestores de cifras sin resultados reales para el bienestar del pueblo. Los votantes pueden eliminar de la vida pública a los ineptos gobernantes para lograr que un equipo de trabajo reformador llegue al poder.
Sabemos que esa huella negativa de la burocracia al servicio de sí misma quedó impresa en el andamiaje de la vida pública y es una rémora del conservadurismo de nuestra nación; acabar con esas prácticas anquilosadas, ese estilo de gobernar caciquil que se ha practicado por años y cuyo paso funesto aún, como diría un destacado colega mío, "se sigue expresando con denodada furia".
La frustrada alternancia en el gobierno de la República también dejó un amargo sabor de boca en ese renglón en los estados, con excepción del Distrito Federal, donde una de las primeras medidas del gobierno perredista fue poner en marcha una autentica reforma administrativa, simplificando al máximo los trámites de cualquier asunto en las dependencias públicas.
Esto fue muy bien recibido por la sociedad capitalina y eso mismo debiera suceder en todos los estados, pero en muchos casos no se lleva acabo la reforma administrativa porque la lentitud en los trámites burocráticos es parte de la corrupción en que nos ahogamos y parte del sostén de un sistema de paternalismo, dádivas y compadrazgos con el que funciona el sistema caciquil.
Como en todo lo que tenga que ver con las funciones de gobierno, mientras no se realice un cambio en las formas de concebir el servicio público, el pueblo va a seguir soportando las ineficiencias y la corrupción de la burocracia oficial. Esto tiene mucho que ver con el concepto de gobierno de los partidos conservadores y de los individuos ultraconservadores que están enquistados en las dependencias de gobierno y que han usado sus puestos como patrimonio personal.
Que el pueblo llame a sus gobernantes a rendirle cuentas claras hace más eficiente el proceso de construcción de una democracia para una patria mejor.
En este sentido, seguimos siendo un País con esperanza, un pueblo con aspiraciones a una vida en sociedad justa y digna. A nuestras ideas les puede faltar uno o más de los elementos que caracterizan la expresión popular, pero nunca se aleja de ella. Nos interesa que el pueblo se fortalezca, no que continúe esa inercia burocrática donde unos pocos se benefician a costa del pueblo.
Los políticos tradicionales en México tienen muchos resabios del colonialismo español, desprecian a los ciudadanos y utilizan los puestos públicos para repartir a su antojo prebendas entre incondicionales o los utilizan para su propio beneficio; los funcionarios del nivel que sea tratan a los ciudadanos comunes como vasallos, no como iguales, cuando son los ciudadanos, con sus impuestos, los que pagan sus altas dietas.
Por más que uno le dé vueltas a los asuntos que tienen que ver con la función pública, concluye que estos asuntos sólo se resolverán con un enfoque a favor de las mayorías, cuando llegue al poder en México un Presidente de la República que encarne el verdadero sentir de los sectores más desprotegidos de la sociedad. Hoy el electorado tiene en sus manos esa alternativa en Andrés Manuel López Obrador, ojalá la aproveche y sepa que con su voto puede hacer realidad el cambio verdadero, no nos andemos con rodeos.
lqteran@yahoo.com.mx