|
"El rey ha muerto, viva el rey"

"El rey ha muerto, viva el rey, ha sido frase común usada como expresión en las monarquías, cuando se da la sucesión"

""
04/12/2012 00:00

    PREMIO

    El rey ha muerto, viva el rey, ha sido frase común usada como expresión en las monarquías, cuando se da la sucesión. Esto viene Inge., de los reinos de Francia e Inglaterra. Cuenta la historia que desde 1272 en la sucesión de Enrique III por Eduardo I de Inglaterra se acuñó la frase El Rey ha muerto, larga vida al Rey. En cambio en el reino de Francia en 1422 en la sucesión de Carlos VI por Carlos VII se expresó: Le roi est mort, vive le roi.
    Pues sin llegar a serlo, pero como si lo fuera, en México está en el Art. 80 de nuestra Carta Magna, que dice: Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo que se denominará Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Esa es la más clara razón del inmenso poder del Presidente, y tiene su justificación constitucional, pues la palabra supremo es muy diáfana para comprenderse.
    Pues si así ha sido, es y probablemente será, el radical cambio de posición para el hombre que ocupa y luego súbitamente deja de ocupar el altísimo cargo debe ser altamente impactante. Bien se dice que se prepara para ser Presidente de manera paulatina, pero no hay periodo de preparación para ser ex Presidente.
    En el caso del ahora ciudadano Calderón, desde antes de irse, al menos durante los últimos quince días, los comentaristas y articulistas de los medios, se fueron duro contra él, mientras rendían loas a Peña. Los viajes realizados por éste a América del Centro y del Sur, a Europa, y el reciente a Washington y a Canadá fueron descritos como puntos de partida de una política nueva, de inicio de bases sólidas para nuevas relaciones vigorosas, para impulsar el progreso, y etc., etc. Lo mismo se dijo desde Echeverría, hasta el mismo Calderón. El vasallaje de los medios con el que entra, y el saldo de cuentas pendientes con el que se va.
    Del uno al diez, cuánto le darías a Calderón como Presidente, me cuestionó un empresario en un ambiente de desayuno. No sé, le dije, no tengo idea. Para algunos fue mejor que Fox, para otros, será críticamente juzgado. La verdad es que la Historia es paciente para juzgar a los gobernantes. Y cuando mueren es benigna en sus juicios. Pero creo que no fue mal Presidente, concluí. Sin embargo cargará por siempre la mancha de los muertos de la estrategia contra el crimen, la duda en la generación que votó en contra suya en 2006, la entrega del poder al PRI, la falta de personalidades políticas dentro de su partido, y el haber dejado sola a su candidata presidencial.
    Obras hizo, intenciones llevó a cabo, enfrentó con decisión problemas y afectaciones que llegaron del exterior, batalló contra las inercias del sistema, no supo qué hacer con su antecesor, le fallaron los hombres y no supo incorporar a las mujeres, el destino le cobró la vida de tres colaboradores cercanos, y el País, a pesar de las guerras intestinas del narcotráfico, el País no se le deshizo entre las manos. Si el PAN tuviera políticos probados, en algo su partido le hubiera ayudado. Pero es un partido que todavía no entiende, no le queda claro cómo sus militantes llegaron y ejercieron el poder. Les faltó mucha habilidad y crecimiento político a quienes seleccionó como integrantes de su equipo de trabajo.
    Desde fuera, en los otros dos poderes, los priistas mismos se jactaban de recuperar el poder que el Ejecutivo iba perdiendo al paso del tiempo. Las elecciones estatales y municipales eran la prueba y los testigos de esa pérdida de poder. El PRI recibió cantidades enormes de recursos que utilizó sin control alguno en socavar voluntades y comprar preferencias. La regla no escrita de no tocar a funcionarios corruptos, a gobernadores ineptos cundió también en el ánimo ciudadano. Calderón trabajó bien a secas, para que el PAN fuera poco a poco regresando a su nivel de partido opositor desde los congresos, en donde sí sabe moverse en las aguas del sistema político.
    Si su partido tuviera políticos de mayor nivel y mejor estatura, mucho le hubieran ayudado en la tarea encomendada. Ese desde el dos mil se dijo que era el faltante necesario en la receta del buen gobernar. La adversidad le jugó en contrario y le quitó a dos secretarios de Gobernación y al de Educación. En la primera nombró a cinco, en la segunda a tres. Otros personajes en el equipo fueron grises aves que tal vez no mancharon su plumaje, pero lo hicieron por incompetencia y no por una moral política. Es posible todo esto, y sin embargo haya muchos que lo señalen como un buen gobernante. Quedó lejos del calificativo de estadista, pero a su favor podrá desplegar la bandera de que el País no se le deshizo entre las manos, pues no entregó ruinas, como sucedió en los sexenios de los años setenta y ochenta, sin embargo, en una demanda social quedó a deber.
    Así, ya convertido en ciudadano común pero diferente dada su condición de ex Presidente, esperará sin prisa el juicio de la historia y buscará nuevo derroteros que como bálsamo le traigan un lenitivo estado de ánimo que le convenza de que actuó siguiendo no sólo los mandatos de su conciencia e impulsos, sino que obedeció los mandatos de las leyes que un día uno de diciembre ya lejano juró cumplir y hacer cumplir, con la consigna que si así no lo hiciera, que la Nación se lo demandara. Lo hecho, hecho está. Sólo el tiempo que todo compara, dirá si fue mejor o peor que sus antecesores y podrá ser referente para los que vengan después.
    Por tanto, el Rey ha muerto, viva el Rey.