Sugey Estrada/Hugo Gómez
Las personas que viven en las ciudades están familiarizadas con los semáforos. Es lógico que en los ranchos o poblaciones pequeñas y rurales no se requieran estos instrumentos indispensables para regular el tráfico en las grandes urbes.
La palabra semáforo tiene raíces griegas, aunque llegó a nuestro idioma a través de derivación francesa, y significa llevar señales.
El semáforo indica, a través de los diferentes colores de luz (verde, amarillo y rojo) cuándo es permitido avanzar, cuándo se debe disminuir la velocidad y cuándo es necesario detener absolutamente la marcha.
El cuerpo humano es también un sofisticado semáforo que envía un sinnúmero de señales. Avisa cuando hay alguna enfermedad o afección, como también señala cuándo y cómo se deben decir o hacer las cosas para conducirse bien en la vida, sobre todo si se quiere tener unas relaciones sanas y armónicas.
¿Cuántos conflictos, incomprensiones, malos entendidos y discusiones podrían ser evitados si se atendiera diligentemente a las señales que envía la otra persona a través del semáforo de su cuerpo?
"El cuerpo del otro, quieto o en movimiento, es un abundantísimo semáforo que nos envía constantemente las más variadas señales e indicios o barruntos de lo que pasa en el dentro que es el otro hombre... La fisonomía de ese cuerpo, su mímica y su pantomímica, gestos y palabras no patentizan pero sí manifiestan que hay allí una intimidad similar a la mía", expresó Ortega y Gasset.
De manera especial, señaló, las miradas son señales que muestran la intimidad y profundidad de quien mira. Hay miradas poco hondas y asténicas que son como una limosna, pero hay miradas saturadas que vienen desde lo más profundo, las cuales muestran la raíz misma y todo el paisaje sumergido.
¿Permanezco atento a las señales que envía el semáforo corporal?
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@rodolfodiazf