"El sexenio de la frivolidad"

""
05/11/2006 00:00

    BELIZARIO REYES / SAÚL VALDEZ

    Vicente Fox ya se quiere ir; yo, como muchos mexicanos, también quiero que ya se vaya. Diría que ya dio lo que tenía que dar. A manos llenas, si se quiere; es verdad, ¡no se midió! El mismo se ha encargado de divulgarlo en sus múltiples despedidas: "se cierra esta cortina".
    Sus hechos no lo desmienten. Fox se ausentará del país (quiero decir, físicamente) lo que resta de su sexenio. Frente al hoy-hoy-hoy de hace seis años en tiempos de su campaña, ahora retumba el ya-ya-ya. Estamos de acuerdo: ¡ya basta!
    Reflexionar sobre el presente sexenio me produce confusión, angustia, coraje. Aun no sé si me traicioné entonces, o me traiciono ahora. Si la profunda emoción que sentía aquella noche del 2 de julio nubló mi visión, o si ahora caigo presa de la frustración.
    Por supuesto que quería que ganara Fox; ni Francisco Labastida ni Cuauhtémoc Cárdenas contaban con el liderazgo que se necesitaba y, muy probablemente, tampoco con la voluntad que el momento requería.
    A seis años de la toma de posesión, tal parece que el actual Presidente tampoco poseía ni el liderazgo ni la voluntad, mucho menos el tamaño para la misión que le estaba siendo encomendada.
    Dice Ortega y Gasset que "somos hijos de nuestra circunstancia". Vicente Fox nunca entendió a México como sujeto histórico. El ejecutivo de Coca-Cola desdeñó el proceso de cambio político por el cuál había atravesado el país, del cuál él era uno de sus productos más elaborados.
    La transición democrática a la mexicana fue larga, tortuosa y, en varias ocasiones, confusa. El actual inquilino en Los Pinos no se enteró, por incapacidad o complicidad, de la importancia de desmontar el viejo andamiaje institucional que había dado vida y perpetuado la hegemonía del PRI, con todos los vicios a que eso conlleva.
    Tan no lo entendió, o no lo quiso entender, que hoy día la corrupción es una gangrena que circula por todo el aparato del Estado mexicano. En palabras de Mihail Gorbachov, Presidente de la otrora Unión Soviética: "México, el país donde no hay ideas, sólo corrupción".
    Por supuesto que hubo aciertos. México asumió la cultura de la estabilidad económica, lo que no es poca cosa si se considera que las crisis formaban parte de una tradición sexenal, así sea por los ajustes que realizó el Dr. Ernesto Zedillo.
    Sin embargo, ello no exime al Presidente Fox de sus evidentes carencias en torno a la noción de poder, de autoridad, de Estado, de política. Lejos de acercarse a la idea de lo que representa asumirse como un Hombre de Estado, más bien diría que se trató de un ejecutivo que soñó con la primera magistratura del país. Lo logró, pero luego no supo que hacer con ella.
    Quizás estas líneas se escribirían en otro tenor si Fox hubiera sabido evitar lo peor de su sexenio: el foxismo. Aunque dudo mucho que ello fuera posible.
    La naturaleza del foxismo es su frivolidad, porque todo lo asume con falta de seriedad, cuando no superficialidad. Desde el momento de su toma de posesión, donde rompió con todos los protocolos habidos y por haber, saludando primero a sus hijos que los legisladores; presumiendo de su buen sentido del humor; desacralizando en cada una de sus acciones la presidencia imperial del pasado. Su error fue no haber sabido suplantarla por una nueva; Creyó que con destruir bastaba.

    Para el foxismo, su frivolidad es una es una especie de virtud postmoderna, donde carece de sentido la diferencia entre lo esencial y lo accidental, lo categórico de lo anecdótico. El foxismo es peor que salinismo y el zedillismo; con Salinas llegó la inteligencia, soberbia, pero inteligencia al fin; con Zedillo la opacidad, aunque con francos destellos luminosidad. Con Fox llegó Marta, el Toallagate, la claudicación del Estado, la ley Televisa, los Hermanos Bribiesca, además de la ya célebre, y muy desafortunada, "pareja presidencial".
    A unos cuantos días de su partida, Fox trae nuevamente sobre la palestra el tema de su Sra. Esposa, la que tanto mermó su desempeño como Jefe de Estado. En una de sus ya conocidos eventos del "adiós", la llamó la "Dama de Hierro".
    En lo personal, no estoy seguro que Margaret Thatcher, exprimer Ministro de Gran Bretaña, se complazca con la comparación. Más bien, que le busque un símil con Imelda Marcos, la ex primera Dama de Filipinas. A ella sí que se parece.

    Con Oaxaca ardiendo, el Sr. Presidente se va de gira. Asiste a Uruguay del 3 al 5 de Noviembre, a la 16 Cumbre Iberoamericana, donde estarán ausentes siete Jefes de Estado latinoamericanos.
    Si ello no es suficiente, el 18 sale para Australia, a una ¡visita de Estado! ¿Estará preocupado por las inversiones? Dos días más tarde, arriba a Hanoi, a la reunión del Foro Asía-Pacífico para la Cooperación Económica. Insisto: con Oaxaca ardiendo.
    Vicente Fox ya se va, pero el nuevo Gobierno que encabece Felipe Calderón tiene que asegurarse que no quede ni un ápice del foxismo.