"El síndrome hybris o la desmesura; Narciso y Prometeo II"

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06/09/2014 00:00

    Se defiende titular de la Sedena en caso Tlatlaya

    Como hubo alguien a quien le gustó la parte de mi anterior colabo­ración relativa al poder de la desmesura cuando los polí­ticos brincan de la mediocridad a la relevancia.
    En la colaboración menciona­da nos enfocamos más en el per­sonaje de la mitología griega Nar­ciso, del que deriva el narcisismo, que se define como la admiración excesiva y exagerada que siente una persona por sí misma, por su aspecto físico o por sus dotes o cualidades.
    Segismund Freud, el neurólo­go austriaco, también como los dioses griegos simpatizó con el castigo a los narcisistas cuando éstos exageraban su egoísmo y soberbia, así como una inagotable sed de admiración y adulación al poderoso, como suele hacer­lo nuestra clase política, la que seguiremos comentando ya que suele ser víctima de "el síndrome hybris".
    La "locura" que provoca el poder en nuestro País, no sólo es aplicable a los presidentes de la República que inician su man­dato como cualquier ser normal y terminan "endiosados", sino también a los funcionarios públi­cos como secretarios de Estado, gobernadores, presidentes mu­nicipales, senadores y diputados, que creen poseer dones especia­les que los hacen capaces de en­frentarse a los mismos dioses.
    El psiquiatra Manuel Franco explica así lo que ocurre con los líderes políticos: "una persona más o menos normal" inicia su carrera en la política y de repen­te alcanza el poder o un cargo importante e inmediatamente después, internamente tiene un principio de duda sobre su ca­pacidad, pero pronto surge la legión de incondicionales que le van a engrandecer su valía para que él crea que sí es la persona indicada, preparada y con el per­fil para el puesto. Poco a poco se transforma y empieza a pensar que está ahí por méritos propios.
    Todo el mundo quiere salu­darlo, hablar con él, recibe hala­gos de todo tipo; pronto da un pa­so más y entra en la "megaloma­nía" cuyos síntomas son la infa­libilidad y creerse insustituible. Entonces comienza a realizar planes estratégicos para veinte años, obras faraónicas o dar con­ferencias sobre temas que desco­noce. Tras un tiempo en el poder, el afectado por este mal padece lo que psicológicamente se llama paranoide, todo el que se opone a él o a sus ideas es un enemigo personal, puede llegar incluso a "la paranoia o trastorno deliran­te", que consiste en sospechar de todo el mundo, de todo aquel que le haga una mínima crítica y así, progresivamente se va aislando de la sociedad.
    Llega un momento en que deja de escuchar, se vuelve impruden­te, toma decisiones por su cuenta sin consultar, porque cree que todas sus ideas son correctas y geniales, aunque finalmente se descubra que son erróneas, pero él nunca reconocerá la equivocación.
    La historia del hombre en to­dos los tiempos, lugares y etnias ha tenido que sufrir estos seres anormales, desequilibrados e inhumanos muy peligrosos pues suelen ser genocidas.
    Los hay abundantes entre los poderosos, dictadores o autori­tarios como los nuestros, aunque mucho más feroces, los dictado­res como algunos de Europa: Hit­ler, Stalin, Franco por mencionar a los más relevantes.
    En nuestra América Latina: Perón de Argentina, Fidel Cas­tro de Cuba, Hugo Chávez de Venezuela, Pinochet de Chile, Fujimori de Perú y de México Porfirio Díaz, aunque éste no fue genocida.
    Termino este par de cuarti­llas citando de nuevo la mitología griega con un hecho que aunque no venga al caso lo cito, porque el protagonista no fue narcisis­ta, sino lo contrario, pues fue el personaje que le dio el fuego a los humanos, su nombre fue Prome­teo, encadenado porque los dio­ses empezando por Zeus el más poderoso, lo castigó encadenán­dolo en lo alto de una montaña para que los buitres le comieran las entrañas.
    Cuánta falta nos hacen los Prometeos y daño los que aquí abundan, los Narcisos. Los úni­cos prometeos con minúscula son los que prometen hasta los bueyes de las carretas, pero no cumplen ni con el cebo de las coyundas.
    jrinber@gmail.com