Héctor Tomás Jiménez
Tanto a nivel nacional como en nuestro estado y ciudad, estamos viviendo una situación de emergencia derivada de los estragos del Huracán "Manuel", por lo que es hora de ser solidarios y piadosos con las necesidades de quienes han perdido parte del fruto de su esfuerzo.
Los seres humanos tenemos una clara percepción de todo tipo de emociones, sobre todo las llamadas emociones básicas que como todas son reflejo de la polaridad existente. Nos referimos a la tristeza-alegría, miedo-seguridad, ira-serenidad, dolor-bienestar, y odio-amor. Todas ellas son el reflejo de estados de ánimo que a la vez, son consecuencia de cambios en el sistema nervioso central y de una glándula llamada hipotálamo que es la encargada de activar la red neuronal que provoca estas emociones siempre que a través de los sentidos, nos llega un estímulo del exterior. Por ejemplo, ante una agresión, se siente ira o serenidad, así como ante una situación desconocida, el miedo o la seguridad.
Estas emociones básicas, son la raíz de muchas otras emociones que podríamos llamar secundarias por el hecho de que son derivadas de alguna o algunas de estas, por ejemplo, del amor se desprenden la solidaridad y la empatía, emociones que nos condicionan conductas de ayuda al prójimo en situación de desventaja, de carencia o de pérdida.
La empatía tiene que ver con la capacidad que cada uno tenemos de sentir lo que otra persona siente, vivir el dolor de la misma manera o sentir la felicidad en la misma magnitud, y por lo mismo, saber ponernos en el lugar del otro ante situaciones que requieren comprensión y entendimiento. Vivir adecuadamente la empatía requiere de un alto grado de percepción de las emociones de los demás, del saber adivinar los pensamientos y sentimientos de los otros interpretando los mensajes corporales que nos envían ante determinadas situaciones. La solidaridad nace del ser humano y se dirige esencialmente al ser humano.
La verdadera solidaridad, aquella que está llamada a impulsar los verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los individuos, está fundada principalmente en la igualdad universal que une a todos los hombres. Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a la realidad intrínseca de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo o nacionalidad.
El valor de la solidaridad nos ofrece los siguientes componentes esenciales: 1. Compasión: porque la solidaridad es un sentimiento que determina u orienta el modo de ver y acercarse a la realidad humana y social, condiciona su perspectiva y horizonte. Supone ver las cosas y a los otros con los ojos del corazón, mirar de otra manera. Conlleva un sentimiento de fraternidad, de sentir la empatía por el dolor de los otros. 2. Reconocimiento: no toda compasión genera solidaridad, sólo aquella que reconoce al otro en su dignidad de persona. La solidaridad así tiene rostro, la presencia del otro demanda una respuesta. 3. Universalidad: "La desnudez del rostro", la indefensión y la indigencia es toda la humanidad y simboliza la condición de pobreza de esfera intimista y privada.
La solidaridad trasciende a todas las fronteras: políticas, religiosas, territoriales, culturales, entre otras, para instalarse en el hombre, en cualquier ser humano, y hacer sentir en nuestro interior la conciencia de una "familia" al resto de la humanidad.
La solidaridad implica afecto, la fidelidad del amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir propiamente un deber de justicia, pero si es un deber de solidaridad.
La solidaridad es la simiente de la subsidiariedad, pues mientras aquella es lograr entre todos la realización de alguna cosa en beneficio de todos, poniendo cada quién su granito de arena de acuerdo a sus posibilidades, ésta última significa el acto de hacer, además de lo propio, el esfuerzo que le corresponde a otro que está imposibilitado para hacerlo.
A lo largo del tiempo, la solidaridad ha experimentado un proceso de transformación que se refleja en todos sus ámbitos. Para algunos es la reivindicación de derechos fundamentales y para otros sólo una actitud de piedad centrada en la limosna y en la asistencia, sin embargo, la práctica de la solidaridad siempre implica lo siguiente: Es una virtud contraria al individualismo y al egoísmo, se refleja en el servicio y busca el bien común, su finalidad es intentar o solucionar las carencias espirituales o materiales de los demás y requiere discernimiento y empatía, es decir, ponerse en el lugar del otro.
¡Seamos empáticos y solidarios y acudamos a los centros de acopio y aportemos lo que nos dicte nuestra conciencia y nuestras posibilidades! JM Desde la Universidad de San Miguel.
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