"El verdadero festejo"

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08/03/2015 00:00

    En una encuesta he­cha por El Univer­sal para medir la percepción de los ciudadanos sobre lo que han conseguido las mujeres, se observa el siguiente desfa­se: cuando se les pregunta si creen que hay igualdad ante la ley, más de la mitad con­sidera que sí, pero cuando se les cuestiona si tienen las mismas oportunidades, son menos quienes dicen que sí.
    Y la cosa se pone peor cuando se pasa a lo concre­to: más del 80 por ciento considera que hay discrimi­nación contra ellas y en las preguntas específicas sobre acceso al trabajo, educación, salud, empleo, libertad de expresión y posibilidad de tomar sus propias decisio­nes respecto a asuntos co­mo la cantidad de hijos que quieren tener, trabajar fuera de casa o por quién votar; los porcentajes positivos son de plano muy bajos.
    Estamos ante el típi­co modo de funcionar en el cual la ley y el discurso poco tienen que ver con la realidad, o como dice Dulce María Sauri, "la tensión per­manente entre la legalidad y las costumbres, entre las resistencias culturales y los avances democráticos".
    Aún así, hay quienes apostamos por las mujeres para sacar al País del hoyo en que se encuentra. Algu­nos hacen esa apuesta desde los partidos políticos o las organizaciones ciudadanas. Otros la hacemos apelando a la familia y al lugar que en ella ocupa la mujer.
    Pero aquí también hay una tensión, pues por un lado, está la urgencia de la modernización del País y del mejoramiento de la si­tuación de las mujeres, y por otro, el reconocimiento de una realidad que no se ha modificado suficientemente.
    El resultado es que tienen que existir las cuotas para romper el monopolio mas­culino en los puestos y que siguen sucediendo situacio­nes como la de Nayarit que muestran qué poco ha cam­biado la mentalidad respecto a las mujeres.
    Hace un siglo, Gonzalo N. Santos, el cacique poto­sino, llegaba a las fiestas de sociedad en traje de baño y sacaba a las jovencitas a bailar y nadie se atrevía a decir que no. Hoy el Alcalde de San Blas le levanta el ves­tido a una muchacha mien­tras baila con ella y nadie, de entre 10 mil invitados, hace ni dice nada. En aquel ca­so era por miedo, en éste es quizá por pensar, como su­cedió con las muchachas ob­sequiadas por sus familias a Sergio Andrade, que eso les puede traer beneficios.
    Entonces, ¿ha mejorado la situación de las mujeres?
    Depende. Sí, para las que participan en la política, el periodismo, la educación su­perior, la cultura. Sí, porque es cierto que se han consegui­do leyes, políticas públicas, instituciones, y que se hacen esfuerzos por los derechos sexuales y reproductivos para acabar con la violencia doméstica y el feminicidio.
    No, para todas aquellas que aún tienen que soportar la inequidad, el machismo y las humillaciones, porque si­guen vigentes las viejas ma­neras de entender el mundo. Que lo diga si no el tal Alcal­de "Layín" y también, hay que mencionarlo, los parien­tes de la joven agraviada que lo permitieron y todo el pú­blico que, como bien ha se­ñalado la Diputada Martha Lucía Micher, fue cómplice de esta violencia.
    Ya es hora de darnos cuenta de la parte de res­ponsabilidad que tenemos cada uno de nosotros en la violencia. Las cosas no van a cambiar hasta que hayamos adquirido conciencia de que así es y entonces pasemos a tener la fuerza para enfren­tarnos al poder: el de los ca­ciques, el de los maridos, el de las instituciones, el de las costumbres arraigadas.
    Tengo esperanza de que esto puede suceder. Estoy convencida de que las mu­jeres pueden lograrlo. Se trata, como afirma Teresa de Lauretis, de redefinir y resignificar su posición, y transformarse a sí mismas como punto de partida para modificar el entorno. Se tra­ta pues, de un nuevo modo de ejercer la responsabilidad con la sociedad. Ojalá la ma­dre, hermanas y amigas de la jovencita agraviada dieran el ejemplo. Sería el mejor feste­jo del 8 de marzo.

    Escritora e investigadora en la UNAM
    sarasef@prodigy.net.mx
    www.sarasefchovich.com