Suana Guevara
A la salida de clases de la preparatoria, los muchachos se habían quedado decidiendo algo importante. Vestían el uniforme modesto de la escuela, y se apreciaba su condición de pocos recursos económicos. Dos estaban sentados al bordo de la acera, dos quinceañeras se recargaban en la cajuela de un auto estacionado y tres más, dos hombres y una mujer, cerraban el círculo estando de pie frente a ellos.
Se notaba la amistad alegre y retozona formada a través de dos años enlazadas por necesidades comunes, fiestas de fin de cursos, pequeños préstamos inevitables y otros detalles que llenan el día adentro de un salón de clases, y también afuera, donde la vida se diversifica para todos como las calles de su colonia.
El asunto de discusión era otra muestra de su fraternidad: sería el cumpleaños de una de las jóvenes y los otros pensaban regalarle algo: entre tres, un perfumito, y los otros tres, una blusa blanca para el uniforme; pero una compañera comentaba que había visto otras ahí por la Hidalgo, con diseño de flores y lentejuelas, que estaba bonita. La futura dueña con una sonrisa, comparando las blusas y el perfumito en su imaginación.
En eso estaban cuando la interpelada se puso un poco seria aparentando no poner atención a las voces; se acomodó la mochila que tenía a la espalda, miró a la pared que tenía enfrente y luego con voz tranquila, pero como con un leve dejo de pesar dijo: "¿Saben qué? Mejor regálenme cada uno un vidrio para mi ventana... el ciclón los rompió. Ya los vi, valen cinco pesos cada uno, y con seis, quedará tapado el hueco; me da frío en la noche... y no hemos podido comprarlos".
Los amigos quedaron en silencio un momento, volteando a verse unos a otros, pero todos comprendieron la necesidad de su compañera y aceptaron regalar, cada uno su vidrio, preguntando otra vez alegremente si los quería transparentes o de qué color.
Es un ejemplo realista de la sensatez de una joven que seguramente llegará al éxito de su carrera, porque entiende prioridades y tiene sentido práctico; es sincera, es humilde y en este caso manifiesta llanamente su pobreza; con estas cualidades demuestra su inteligencia que no se dejó llevar de la frivolidad para escoger un perfume que se evapora como tantas cosas superfluas en la vida.
De sus amigos, a ninguno le dio risa ni le despertó ironías su petición inesperada: ¡todos conocen el frío...! Ahora me parece verlos llegar a la casa de la cumpleañera, llevando bajo el brazo cada uno un envoltorio larguito que será una porción de comodidad y de salud, un filo de viento detenido que no llegará a su cama porque el efecto de los seis compañeros pondrá una barrera al frío de la noche.
Ella, por esos pedacitos de vidrio, conocerá la bondad que podría hacer, extendiéndose, más amable el rostro del mundo, y su pequeño cuarto será más tibio gracias al calor de la amistad.