"En 1941 era una pueblo de 5 mil habitantes, agrícola, ganadero y sin ninguna industria"
Melissa Sánchez
Eran las 10 de la noche, cuando llegué al renovadísimo y ultramoderno aeropuerto de Monterrey. A la salida de la aduana, en medio de varias personas, se encontraba un señor muy serio, en cuya mano derecha sostenía un letrero con un apellido, el cual de inmediato me pareció familiar. Me suena, me suena... me dije en tanto arrastraba mi petaquita y dos pies que me pesaban como plomo. Sobre mis espaldas, sentía un cansancio de siglos. Más que haber organizado, de todo corazón, la boda de una hija, tenía la impresión que había asistido a todos los matrimonios de mis parientas desde la época de mi tatarabuela. Esto es lo que queda de la señora que viene usted a buscar, le dije al comisionado que venía buscarme. Afuera llovía y hacía un frío del demonio. Afortunadamente en el interior de la camioneta se sentía un calorcito muy agradable. De aquí a Monclova, son dos horas, me dijo el chofer. Sinceramente no tenía ni la menor idea dónde se encontraba lo que una vez fue la capital de Texas. Tomamos la carretera. Conforme avanzábamos la noche se iba haciendo más oscura. ¿No tiene radio? le pregunté al conductor. Tanto silencio, en medio de aquel desierto, comenzó a asustarme. Nunca había apreciado tanto La hora nacional, como en esos momentos. En esta ocasión estaba dedicada a Sor Juana Inés de la Cruz y a Pancho Villa. Me recosté en el asiento trasero y encomendé mi alma al Señor. Una hora después le telefoné a Enrique: No sé si me volverás a ver. No sé en qué lugar me encuentro exactamente. Lo único que sé es que mi anfitrión se llama Jorge Bribiesca. De pronto se hizo un silencio aún más pesado profundo. Era evidente que mi querido y adorado interlocutor había relacionado el nombre con uno de los apellidos más famosos del sexenio de Fox. Tranquila, me dijo de lo más intranquilo. Oui, daccord le contesté. Ignoro la razón pero siempre que estoy nerviosa hablo en francés. Los minutos pasaban, la lluvia seguía cayendo y yo continuaba preguntándome dónde carambas me encontraba. Por qué no sé decir que no. Por qué tengo que decir que sí a todo lo que me invitan. Por qué no sé dónde se encuentra Monclova, me preguntaba en tanto a lo lejos el locutor contaba cómo Pancho Villa llegó a ser, en la época de la Revolución, uno de los hombres más buscados de los Estados Unidos. Por fin llegamos a nuestro destino. Eran las doce de la noche. La habitación-suite era un congelador. La decoración en tonos pálidos era igualita a la que sale en las películas de Mauricio Garcés. Las sábanas de la cama estaban heladas. Ya llegué, le dije por teléfono a Enrique. 20 minutos después el muchacho de la administración me trajo seis tacos, que me supieron a gloria. Por treinteaba vez vi en la tele la película Relaciones Peligrosas. Apagué la televisión. A pesar de que tenía los pies como dos cubitos de hielo, poco a poco me fui durmiendo. Soñé que Lolita y Carlos eran los muñequitos vestidos de novios que estaban hasta el último piso del pastel de Sanborns. No se vayan a caer les gritaba. No te preocupes. Somos los enamorados más felices del planeta, me decía mi hija con la boca llena de merengue. Me desperté a las ocho de la mañana, fría como una paleta helada. Abrí la cortina y vi el cielo gris oscuro. Estamos a 8 grados, me anunció el señor Bribiesca. Para colmo de mis males no había llevado ropa de invierno. Bajé a desayunar con tres sacos encima. Gracias a una deliciosa machaca y a la plática sumamente agradable del director de Relaciones Públicas del Museo Pape, donde se presenta la 4 Feria del Libro, el mal humor se fue evaporando. A partir de ese momento comencé a enterarme todo a propósito de Monclova. Mira, cuando se derrumbó el primer trono imperial, hubo intentos de agrupar a las entidades del noroeste y se decretó la creación del estado de Coahuila y Tejas en 1824. Dice el historiador Ramon Williamson que la dictadura de Santa Anna incitó levantamientos en distintas partes del país, Texas se pronunció por la federación, luego declaró su independencia; en Monclova, los generales Lemus y Severo Ruiz se rebelaron y tomaron Saltillo, pero el Gobernador centralista pidió refuerzos militares y recuperó su puesto; Antonio Canales pretendió proclamar la República de Rió Grande, con los territorios de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Texas, pero fue derrotado. Después Jorge me platicó de cómo Monclova se había convertido en el núcleo del latifundio de la familia Sánchez Navarro. Eran dueños de millones de hectáreas. Pero el tema de conversación que más le apasiona al arquitecto, sin duda, es la historia del fundador de Altos Hornos, Harold R. Pape. Él llega con su mujer, Susan Lou, en 1941. En muy pocos años, esta industria siderúrgica llegó a ser la más importante de toda América Latina, pero llegó Echeverría y la nacionalizó. Desde entonces fue la acabose de esta industria, sus directores se llevaban todo el dinero, no sabían cómo administrarla y, tuvieron muchos problemas con los sindicatos. 5 años después de la nacionalización de Altos Hornos, se muere el señor Pape. Sin embargo, gracias a sus otras empresas y a su hija, Amparo, se pudo crear una fundación filantrópica que otorga 2000 becas cada año y un museo que lleva su nombre. De todo lo que me platicaba Jorge Bribiesca (primo del otro...), la historia que más me cautivó fue la de Suzanne, esposa del señor Pape. Ella nace en París. Una mujer muy creativa que se interesa en la pintura, pero sobre todo, en la creación de sombreros originalísimos que hicieron época. Tuvo su propio taller de modas en la Rue Royale, el cual bautiza con el nombre de Louise de Bourbon. Además, fue la primera mujer que piloteó un avión de París a Casablanca sin hacer escalas para cargar combustible y sin copiloto. Fue en París donde conoció a su marido, quien en entonces era un ingeniero dedicado a la construcción de plantas siderúrgicas. En la Segunda Guerra Mundial ambos salen de Francia y se instalan en Nueva York. Allí, la señora Lou Pape comienza a trabajar en Bergdorf Goodman, y durante un año diseña los sombreros con más estilo y excéntricos. Por increíble que parezca y a pesar de todas estas vivencias en Europa y Estados Unidos, Lou se enamora de Monclova. En 1941, era una ciudad (pueblo) de 5 mil habitantes, agrícola, ganadera y sin ninguna industria. Los que la conocieron aseguran que Lou tenía un espíritu aventurero, pero sobre todo, era una mujer muy filantrópica. Quería ayudar a todo el mundo. Quería crear hospitales, escuelas, centros recreativos y culturales. Lo logró. Gracias a la visión que compartía con su marido, Monclova se convirtió en una ciudad de progreso. Por eso una de sus principales avenidas, se llama Boulevar Harold R Pape. Fue el mismo pueblo quien así lo demandó. Ayudar a la gente es mi meta y siento que es así como continuamos en el afán de Harold que afrontó siempre todo con mucho entusiasmo, solía decir Lou que abandonó todo por hacer realidad su sueño en este país. Ahora ya sé dónde está Monclova. Ahora ya conozco un poco de su historia y sé todo lo que hizo este maravilloso matrimonio Pape. Gracias a él, estoy aquí en la 4 Feria del Libro.