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"Los militares, el Estado y la Iglesia"

"En el debate acerca de la presencia de capellanes militares católicos en las Fuerzas Armadas de México hay muchas confusiones, algunas por desinformación o simplemente por falta de reflexión"

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17/06/2010 00:00

    No hay que darle mucha vuelta al asunto: la principal razón por la cual la Iglesia católica quiere tener capellanes militares dentro de los cuarteles es porque todavía no se acostumbra a vivir fuera del Estado.
    No se trata exclusivamente de tener un servicio pastoral exclusivo para los militares; se trata, para la Iglesia católica, de que sus sacerdotes y obispos formen parte de la estructura militar y de que estén dentro de la estructura institucional del Estado.
    En el debate acerca de la presencia de capellanes militares católicos en las Fuerzas Armadas de México hay muchas confusiones, algunas por desinformación o simplemente por falta de reflexión. Pero hay otras intencionales, destinadas a confundir a la población y a quienes toman decisiones.
    Así que no hay que confundirse: la Iglesia católica, como cualquier otra, tiene el derecho de diseñar su propia estrategia de evangelización, proselitismo o conversiones hacia su religión. Y crear su propia pastoral militar. Lo que no puede pretender es que Estado le dé cabida en sus instituciones para privilegiar esos esfuerzos.
    Es como si dentro de las diversas secretarías de Estado hubiera capellanes oficialmente establecidos evangelizando a los políticos. Sería por supuesto una ruptura brutal de nuestra noción de separación entre los asuntos del Estado y los de la Iglesia, así como una grave violación del principio de laicidad.
    Nadie le niega a los militares del país, como a cualquier ciudadano, profesar la religión de su preferencia. Pueden tener las creencias religiosas que quieran y practicarlas en su ámbito personal, familiar y comunitario, como lo hacen todos los otros mexicanos; en sus casas, en sus templos o en lo íntimo de sus conciencias. Pero no dentro de los cuarteles.
    Que hubiera sacerdotes católicos, pastores evangélicos, rabinos judíos, ulamas musulmanes, monjes budistas, promotores de la palabra mormones o testigos de Jehová o cualquier otro guía religioso en los cuarteles, significaría que del ámbito de las convicciones personales se habría pasado a la protección y promoción institucional de una o varias creencias religiosas.
    Sin contar con el hecho de que, en la práctica, sería imposible garantizar la igualdad de todas las creencias en su capacidad de ofrecer servicios religiosos.
    Hay más de 7200 asociaciones religiosas registradas ante la Secretaría de Gobernación: ¿cómo se podría garantizar que cada una de las Iglesias o religiones tenga cargo, acceso, capilla o templo y medios para cumplir su propósito? Suponiendo que eso fuera posible, recordemos que no todas las religiones tienen el mismo día como sagrado o de descanso. ¿Se quiere convertir a los cuarteles en romerías religiosas?
    Además de otros factores de desigualdad y más allá de si dichos dirigentes religiosos fuesen asalariados o recibieran un rango militar, como sucede en algunos países, el establecimiento de capellanías militares significaría la introducción en el Estado de las Iglesias y religiones. Sería retroceder 150 años en nuestra historia, abrir el camino a la confesionalización del Estado y terminar con la lógica de la laicidad.
    Aún si hubiese no una, sino muchas capellanías militares, con promotores de diversas religiones, se estaría introduciendo en el Estado a las Iglesias, sobre todo a la católica, la cual todavía no se acostumbra a vivir fuera del mismo, sin su protección y respaldo. Parecería que la jerarquía católica en México no se imagina viviendo por sí misma, sin los privilegios que ella supone debe tener por ser la Iglesia con mayor número de fieles.
    No se concibe por lo tanto haciendo únicamente su pastoral militar fuera de los cuarteles, en los barrios o unidades familiares, adonde tiene que enfrentar la competencia de otras religiones y la creciente indiferencia de muchos. Necesita al Estado, como lo hizo antes de las Leyes de Reforma, para afianzar su posición y recuperar los espacios perdidos. Quizás algún día, cuando la jerarquía se resigne a vivir en la sociedad civil y no en el Estado, la Iglesia católica podrá encontrar a su feligresía y volver a crecer. Mientras tanto, el proyecto sigue siendo vivir dentro del Estado.
    Es falso por lo tanto lo que señala el responsable de la católica Asociación de Clérigos Castrenses, en el magnífico artículo de Jorge Alejandro Medellín, Milenio Semanal, 7 de junio de 2010, cuando afirma que el papa tiene la prerrogativa de crear la figura del obispo militar y que por ello "hubiera templos y capillas al interior de los cuarteles, que los sacerdotes tuvieran grado militar y que acompañaran a las tropas en una relación estrecha y directa".
    Ningún papa puede imponerle al Estado mexicano una decisión de esa naturaleza. Los romanos pontífices pueden ciertamente crear en su Iglesia dicha figura para México. Pero de allí a que ese nombramiento tenga validez jurídica para las leyes mexicanas, hay una gran distancia. Ni el papa ni nadie pueden decidir de manera unilateral que es tiempo de que haya un Ordinariato militar "y con él todo el andamiaje que acompañará al obispo castrense". Esas declaraciones no son más que una provocación o el producto de una enorme ignorancia acerca de lo que es el Estado laico mexicano.
    *blancart@colmex.mx