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"¿Indignados o pisteadores?"

"En el País no nos guiamos por leyes, normas y reglamentos sino por la subjetividad y la informalidad de las costumbres y hábitos"

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02/07/2011 00:00

    Noroeste / Pedro Guevara

    Mientras en Mazatlán el Secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, hacía proselitismo sin vergüenza alguna, pasando por encima de las normas electorales y de Gobierno, y cuando todavía resonaban los ecos de la reunión de los gobernadores que planean el Corredor Económico del Norte, por cierto capitaneados por Juan S. Millán. ¿O qué hacía él ex en esa reunión?, en el principal puerto sinaloense los sicarios sembraban el pánico cortando cabezas y recibiendo a tiros a la Policía de Elite. Es decir, todo fuera de orden.
    México, ya sabemos, es un País de costumbres, tradiciones, hábitos y débil respeto a las leyes. En el País no nos guiamos por leyes, normas y reglamentos sino por la subjetividad y la informalidad de las costumbres y hábitos. Es por eso que Felipe Calderón y sus secretarios actúan como cualquier priista del pasado y del presente. El Presidente quiere imponer, al igual que en el viejo régimen, al candidato de su partido a la titularidad del Poder Ejecutivo Federal. Y por otro lado, en Sinaloa observamos cómo el ex Gobernador Juan S. Millán ejerce una gran influencia en las decisiones de Malova y como si fuera Mandatario se dirige a los que lo son.
    Felipe Calderón desea erigir a Cordero como candidato blanquiazul y para tal propósito ha enviado como refuerzo a Javier Lozano para que golpee a Santiago Creel y a Josefina Vázquez Mota, dos políticos que juegan por fuera de los deseos del Presidente y que están situados en las preferencias de los simpatizantes del PAN muy por arriba del delfín calderonista. Al igual que en el viejo presidencialismo Felipe Calderón quiere decidir él solo quién es el abanderado presidencial del PAN para el 2012. Pero hay corrientes dentro del mismo partido en el Gobierno que no desean se imponga la arbitrariedad de Los Pinos.
    En Mazatlán, el Alcalde Alejandro Higuera y otros funciones del Gobierno de Sinaloa en días hábiles y horas de trabajo celebraron una reunión proselitista con el favorito de Felipe Calderón, olvidando que las leyes lo prohíben.
    Actos como este que se han repetido a lo largo de décadas y prácticamente a diario son la principal causa que explica la debilidad de nuestro Estado, que debería ser de Derecho. Es decir, los máximos responsables de que en México millones de ciudadanos no respeten reglamentos y leyes son, precisamente, las autoridades de Gobierno y los políticos profesionales.
    En un Estado de Derecho verdadero son las autoridades y la clase política quienes ponen el ejemplo en el respeto a las leyes y reglamentos. Por el contrario, si los gobernantes son arbitrarios e irrespetuosos de las normas los ciudadanos no respetarán ni leyes ni autoridades.
    E igualmente, si los gobernantes se corrompen muchos ciudadanos tenderán a corromper y corromperse.
    En un contexto de desacato a la ley y de corrupción por parte de los gobernantes difícilmente habrá buenos ciudadanos.
    Cualquier ley y/o reglamento, por mínimo que sea, tenderá a ser desafiado por los mexicanos si éstos no ven que los gobernantes sean los primeros en cumplir.
    Por eso en Sinaloa o en cualquier otro estado de la República los ciudadanos desobedecen cotidianamente.
    No es extraño, entonces, que en Mazatlán, para poner un ejemplo reciente, los pisteadores desacaten el reglamento que les prohíbe ingerir bebidas alcohólicas en la vía pública. En una acción pocas veces vista en el mundo, cientos de jóvenes mazatlecos se manifestaron en el malecón el jueves pasado para defender su costumbre de beber en los espacios públicos de la ciudad.
    En efecto, los reglamentos del estado y la ciudad lo prohíben, pero la centenaria costumbre mazatleca de ingerir cerveza en el malecón y otras rúas, así como el reclamo ciudadano de que las autoridades no aplican la ley por parejo y se burlan de otras normas, le dan argumentos a los héroes de la cerveza para insurreccionarse, no al estilo de los indignados de España o los democratizadores de Egipto, pero sí utilizando las redes sociales para organizarse y protestar.
    Los jóvenes mazatlecos han pisteado en el malecón por lo menos desde la época porfiriana, tal y como lo narra Heriberto Frías en su novela costumbrista "El triunfo de Sancho Panza. (Lecturas mexicanas, Conaculta, 2003)". Ahí, el notable escritor queretano asentado en Mazatlán a principios del Siglo 20, y quien en 1911 escribiera la que es, probablemente, primera novela mazatleca, describe los ambientes nocturnos animados por la bebida ambarina:
    "En las noches buena parte de la gente masculina que endurecía el trabajo y encendía la fiebre del negocio buscaba compensación a la fatiga y al calor en la alegría del alcohol y en el deleite del amor".
    "Jacarandosos jóvenes tripulaban una ancha carretela abierta, bajo cuyos asientos amontonaban botellas de cerveza o coñac, y aun de champaña a veces, y dábanse a recorrer la ciudad, a son de gallo, a media noche, seguidos de alguna orquesta popular, llevando a todas partes su algazara".
    No necesariamente una tradición popular debe ser exonerada por la ley, pero será muy difícil borrar de la faz del malecón mazatleco un gusto de larguísima tradición, reforzada y permitida por las autoridades cada carnaval y cada temporada vacacional de Semana Santa, ¿Cómo conciliar la ley con la tradición?
    La mera verdad es que así como los políticos han derrotado todo esfuerzo de dignificación de la sociedad mexicana, los pisteadores terminarán por derrotar los esfuerzos gubernamentales de impedir que la cerveza Pacífico sea la reina del malecón.
    Cada sociedad tiene los manifestantes que corresponden a la cultura cívica de su tiempo: en los inicios del Siglo 21 Madrid procreó a los indignados, El Cairo a los democratizadores y Mazatlán a los pisteadores.