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"Análisis: Lo fuerza aérea de la burocracia mexicana"

"En la jerga mexicana, diría un comercial de Radio Fórmula: 'Aviador significa una persona que cobra en una dependencia pública sin trabajar'."

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13/10/2012 00:00

    Noroeste / Pedro Guevara

    En la jerga mexicana, diría un comercial de Radio Fórmula: "Aviador significa una persona que cobra en una dependencia pública sin trabajar". Podría haber otras definiciones, pero para entendernos con el lector basta una.
    Es probable que cualquier habitante del País conozca al menos un aviador de este tipo, porque hay decenas de miles. Los hay en secretarías de Estado, secretarías de gobiernos estatales y en ayuntamientos. Los encontramos en todos los niveles del Poder Legislativo y en el Judicial. En el IMSS, en el ISSTE, Pemex, CFE. En todos los niveles educativos públicos. En fin, donde haya presupuesto público.
    De Miguel de la Madrid en adelante, los gobernantes mexicanos, cuando iniciaron los recortes del Estado que llamaron "obeso", "populista", "intervencionista", etcétera, presumían que el nuevo Estado, "eficiente", "moderno", "liberal", etcétera, dijeron que de manera inevitable, irían eliminando a los empleados improductivos, eliminarían a la burocracia sobrante, a los "recomendados", a la masa parasitaria que drenaba improductivamente a las arcas públicas. Pero qué va, los aviadores aumentaron más que nunca.
    Con el PAN en Los Pinos el "aviadorismo" cobró fuerza la incorporación de familiares. Los albiazules quieren y protegen tanto a la familia que no los podían dejar fuera de la fuerza aérea de la burocracia mexicana. Aquí las cosas se ponían más peliagudas, porque se mezclaban los intereses políticos con los familiares.
    No podemos responsabilizar exclusivamente a los hijos desobedientes de Gómez Morín de este nepotismo masivo. Los priistas, perredistas, petistas, aliancistas y demás cantan rancheras muy parecidas, aunque hay que diferenciar de los beneficiarios del nepotismo que trabajan de los que nada más simulan o simplemente cobran en el cajero automático.
    Aquí hablaremos exclusivamente de los aviadores, es decir, de los que sin hacer nada, o casi nada, gozosamente reciben una jugosa cantidad de dinero sin merecerlo.
    Podríamos hacer una rápida clasificación con la ayuda de José Ramón Manguart, hotelero de Mazatlán, quien trae un "simpático pleito", diría Kathia D'Artigues, periodista capitalina, con el Alcalde mazatleco, Alejandro Higuera. Para Manguart también hay "aviadores del turismo"; es decir, los que dicen que promueven el turismo, como Higuera, y no lo hacen o la hacen mal. Aunque, quizá en respuesta a las críticas, el político noreño ya se apuntó para ir a Texas para promover el puerto. Viendo bien las cosas, el "Diablo Azul" cuando se trata de promover en el extranjero a Mazatlán, mediante un rico viaje, siempre está presente; no digan que no.
    Hay también "aviadores in situ"; es decir, aquellos que se hacen presentes en la oficina, pero no hacen nada y cobran mucho. Los "aviadores de cobro completo y trabajo mínimo" son otros; es decir, son los que van una, dos o cuatro horas a la semana y cobran cuarenta. En fin, la lista es interminable.
    El estudio del "aviadurismo" es ya viejo en México, lo cual quiere decir que esta práctica es añeja. Ya en 1941, Lucio Mendieta y Núñez, sociólogo mexicano de mediados del Siglo 20, escribió "Ensayo sociológico sobre la burocracia mexicana", donde habla de los aviadores. Y no es el único que lo ha investigado porque es un terrible mal nacional.
    Lo paradójico es que en las universidades, donde se ha estudiado con rigor a la burocracia parasitaria, también exista el "aviadorismo", tal y como lo señalé hace tres semanas en el caso del ex secretario del Ayuntamiento de Mazatlán y hoy candidato a la presidencia del PAN, Juan Alfonso Mejía López, quien cobra como tiempo completo en la UAS, pero para dedicarse de tiempo completo a la política. Todavía en los años sesenta del siglo anterior, en varias universidades públicas numerosos y relevantes funcionarios públicos, incluso a nivel de secretarías de Estado, como sucedía en la UNAM, impartían cátedras sin cobrar un centavo, pero eso ya quedó en el olvido, los funcionarios de hoy son verdaderamente voraces, quieren recibir presupuesto público de donde se pueda.
    Para ilustrar mejor el estado de la fuerza aérea burocrática sinaloense, en febrero de este año, el Gobernador Mario López Valdez, declaró que había veinte mil empleados públicos demás y presumía que podía haber duplicidad de cargos. Entre esos miles él mencionaba a los aviadores.
    Pues parece que al Gobernador le han metido muchos goles sus colaboradores, porque en varias oficinas públicas hay centenas de personas que ingresaron a cobrar, no a trabajar, durante su gestión.
    Es común que en México se paguen los favores o apoyos políticos con puestos de trabajo en el sector público. Los puestos no se entregan tan solo a un activista o dirigente político importante, sino también a su "equipo" o a familiares de los cercanos al que ganó una elección. Y como decía líneas arriba, en los últimos años se tiende a favorecer cada vez más a los familiares. Es así como vemos una creciente burocracia llena de clanes familiares. Esta nueva situación está generando una mayor corrupción y menos eficiencia laboral. Es más común que entre familiares se encubran las corruptelas que cuando los empleados no son de la familia. Y también la familia protege a los ineficientes por razones afectivas.
    Lo grave, lo muy grave del asunto, es que los políticos y los aviadores, o los aviadores políticos, ya le tienen muy bien medida el agua a los camotes. Saben que por más que se denuncie en los medios o por más investigaciones académicas que haya sobre el tema no va a pasar nada. Ellos tienen el poder, las "palancas", a los "precisos" de su lado y, por lo tanto, sólo hay que ignorar o hacerles "changuitos" a los críticos. No pasa nada, porque no olvidan "que vivir fuera del presupuesto público es vivir en el error", tal y como les dijo el gran filósofo del "aviadorismo" mexicano, "El Tlacuache" César Garizurieta.