"En mi colaboración de la semana anterior mencioné que sin ser peleonero estaba involucrado en dos litigios de naturaleza muy diferente"
Se defiende titular de la Sedena en caso Tlatlaya
En mi colaboración de la semana anterior mencioné que sin ser peleonero estaba involucrado en dos litigios de naturaleza muy diferente, uno es de carácter penal, que lo ocasionó el asesinato de mi hijo menor y más desafortunado, ya que fue su matrimonio además de un fracaso una tragedia, que concluyó en un violento y desalmado exterminio de su vida en plenitud existencial de mi amado Marco Iván y como si fuera poco el dolor ocasionado perdí a mis dos nietos, hijos de Marco Iván, que desde su muerte ambos han quedado en custodia de la abuela materna, quien actúa como si fuera dueña de los niños, al grado que hace un año no me deja verlos ni de lejos y no obstante estar confesos los indiciados no se les ha dictado la sentencia, por la sencilla e increíble causa de que en nuestro País se ha legislado con la deliberada intención, al menos así parece, de proteger al delincuente en vez de al ofendido, lo que ocasiona que los juicios se prolongan todo al tiempo que desea el que ofende, y si el ofendido, cuando lo han dejado con vida o su familia cuando lo han aniquilado logra que el delito no quede impune aparecen los defensores de los derechos humanos para liberar al agresor, que resulta ser el humano, mientras que al agredido lo convierten en un ser inhumano, de tal manera que invariablemente prevalece la impunidad o casi, al menos más del 90 por ciento de los casos.
El otro pleito que mencioné es de carácter económico, ya que compré en preventa y pagué oportunamente un condominio en el Condo Hotel Crown Plaza, ubicado en el área de la Marina Mazatlán, a una sociedad anónima con el nombre de ICD Sitra, que no cumplió con el contrato de compra venta en lo referente a la entrega oportuna del condominio, ni a las especificaciones del inmueble, posteriormente me enteré de que había otros clientes, en su mayoría extranjeros, retirados que suelen vivir el largo invierno canadiense o estadounidense de la parte norte, a quienes les fue más mal que a mí, pues a algunos les pidieron el anticipo a cambio de nada, tampoco les regresaron las cantidades dadas, a otros les fue peor porque les pidieron la totalidad del precio en un piso que nunca construyeron, así fue que nunca apareció el condominio y los vendedores tampoco, además de constructores resultaron magos.
El motivo de repetirles estas letras obedece a que desde este espacio, pedirles a ustedes mis amables lectores una disculpa por enviarles una película 'churpia' y una doble disculpa al amigo Ernesto Echavarría Salazar, por haberlo mencionado como uno de los vendedores o socio del que me vendió el condominio que compré en el Crown Plaza.
Afortunadamente ya hablamos Ernesto y yo, quedando todo aclarado, pues aunque él sea el dueño mayoritario de dicha área, no necesariamente es el dueño de lo que ahí se construye. Mi confusión se debió a que las dos personas que me vendieron el Condo en el Crown Plaza son colaboradores del Sr. Echevarría o al menos lo eran y si les compré es porque a ambos los conozco y por el prestigio de Ernesto Echavarría, quien creí que era uno de los dueños.
Ya deslindando al señor Ernesto Fernando Echavarría Salazar, trataré de hablar, ya no con el señor Luis Ignacio Guzmán, pues ahora sé que tampoco es el dueño, sino su apoderado y hablaré con el señor Gabriel Ruiz, él sí es el dueño, para que cumpla con la cantidad que según su apoderado desde entonces vale lo establecido en el contrato que firmamos y de no aceptar otra cantidad más los costas del juicio que ascienden al 10 por ciento de lo recuperado, el litigio seguirá su curso hasta el final, que será cuando quienes resulten responsables del daño causado paguen las cantidades que el juez dicte en la sentencia condenatoria.
Saliéndome de mis problemas muy personales y familiares, utilizo este espacio para hacerme solidario con mi amigo el abogado penalista Óscar Mendoza, quien lleva el caso de mi hijo Marco Iván, porque ha estado muy agobiado por el lamentable accidente que sufrió su hijo al volcarse de su cuatrimoto, poniendo en grave riesgo su vida que, gracias a Dios, su juventud, el cuidado y capacidad de los médicos está superando el daño que sufrió. Mi estimado amigo Óscar, le envío un fuerte abrazo y seguiré orando por la salud de su hijo.
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