"Es memorable la confusión que tuvo con el nombre del escritor argentino Jorge Luis Borges al llamarlo 'José Luis Borgues'."
César Ruiz L.
Escribir "ha" sin hache, emplear las mayúsculas de manera arbitraria y utilizar sólo el signo de admiración final, como lo hizo en el libro de visitantes distinguidos de la escuela Secundaria Anexa a la Normal Superior, el miércoles 30, son la más reciente muestra del desprecio de Vicente Fox por la lengua española y el conocimiento.
Es memorable la confusión que tuvo con el nombre del escritor argentino Jorge Luis Borges al llamarlo "José Luis Borgues", precisamente durante su discurso en el Segundo Congreso Internacional de la Lengua Española, en Madrid, en abril de 2002.
Además, hay que añadir sus innovaciones lingüísticas: El sábado 5 de noviembre, en Argentina, Fox habló durante una conferencia de prensa de "ambos cuatro", pese a que, según el diccionario Larousse, el adjetivo "ambos" significa "el uno y el otro, los dos".
Incluso se dio el lujo de defender su corrección: "Ambos cuatro Me han dicho que se puede decir ambos cuando son cuatro, para que no vaya a haber confusiones después".
No podía ser de otra manera: Los libros, la letra impresa, nunca le han apasionado al Jefe del Ejecutivo, ni siquiera durante los primeros años de su educación.
En A Los Pinos, recuento autobiográfico y político, texto difundido durante la campaña por la Presidencia de la República, no hay una sola referencia a los libros, aunque sí abundan las anécdotas sobre las travesuras que cometió en los colegios donde cursó desde la primaria hasta la preparatoria, el La Salle y el jesuita Lux, ambos de León, Guanajuato:
"En la escuela secundaria la mayor travesura a la que podías aspirar en una escuela como el Lux era irte de pinta aprovechando los 45 minutos de recreo; solíamos hacerlo por lo menos tres veces por semana".
Ya en la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México, Fox tampoco se caracterizó mucho por su apego al estudio:
"Desde que ingresé a la universidad me distinguí no por otra cosa, sino porque era el único que iba de mezclilla, ya que la gran mayoría acudía a clases de traje", cuenta en su libro. "Puedo presumir que también me distinguí por otra cosa: era el encargado de imponer los apodos a la generación: de mis 40 compañeros, bauticé a 15".
Estudiante de la carrera de administración de empresas, de la que se tituló tres décadas y media después de haber egresado, a Fox le fascinaba echar relajo con sus compañeros, entre otros con su amigo Julio Osorio:
"Éramos terribles, nos la vivíamos en la cafetería jugando dominó y en una ocasión hasta quemamos el viejo reposet con un cigarro. Siempre andábamos pensando la forma de aligerarnos la escuela; recuerdo que durante un examen esperaba pacientemente a que Julio me aventara las preguntas desde la ventana del salón para que contestara mi examen y el de él, pero por supuesto nos cacharon".
Y añade: "Nuestros problemas de conducta y aprovechamiento eran tales que en el segundo año de la carrera el secretario de la Ibero, Amado Aguirre, nos hizo firmar una carta-compromiso en donde aceptábamos que de no obtener un 8 de promedio como mínimo quedaríamos automáticamente fuera de la universidad".
Lectura asidua
Fox narra un viaje de cinco semanas a Europa con su amigo Julio Osorio, quien solía escribirle a su novia "cartas interminables". Una de ellas fue leída por el Presidente, quien quedó sorprendido:
"Qué bárbaro, Flaco, qué Agustín Lara ni qué nada. Cuando tenga una novia te voy a pedir que tú le escribas las cartas".
Durante su carrera universitaria, Vicente mantuvo su desdén por la lectura y si acaso leía historietas, como Kalimán, el "hombre increíble", como lo evoca otro de sus compañeros de aula, Manuel Suárez, entrevistado para el número especial de Proceso Fox sin maquillaje, en diciembre del 2000:
"Siempre traía la revista Kalimán. No era machetero. No, no. No le interesaba estudiar más de lo necesario. Y con oír le bastaba. Tampoco era faltista. Aunque presentó algunas materias en exámenes extraordinarios, nunca reprobó un año".
Julio Osorio lo describió también: "Todos íbamos a clase con portafolios. Pero él no era hombre de portafolios. Sólo llevaba un cuaderno de espiral. Ahí anotaba todo. Eso sí, era muy bueno para hacer acordeones".
Su paso por la trasnacional Coca Cola fue exitoso, según narra en su libro, pero regresó al rancho para atender las empresas familiares, que se fueron a pique, y sólo entonces se interesó en la política, que había desdeñado durante su vida estudiantil.
Sin embargo, fiel a su desconocimiento en la materia, Fox no sabía qué era el Partido Acción Nacional ni las responsabilidades de un Diputado cuando, hacia 1987, Ramón Martín Huerta le ofreció la candidatura, según lo narró el fallecido político guanajuatense en su libro Trazos de memoria.
"En días anteriores, durante una visita que le hice a su oficina de Botas Fox, él me hizo unas preguntas sobre cómo funcionaba el PAN".
Y días después, cuando Huerta le propuso que fuera candidato a Diputado, Fox le respondió, bromeando: "A mí no me inviten a ser Diputado. Yo quiero ser Gobernador.
- Bueno, vamos empezando por la diputación.
- A ver, ¿qué es eso de las diputaciones? ¿Qué hace un diputado?
Así comenzó la carrera política de Fox, que lo llevó a conquistar la Presidencia de la República, en la cual se ha caracterizado por sus dislates verbales y escritos.
Al cumplir cinco años de gobierno, Fox mereció un reconocimiento por parte de la "Academia de la Lengua española en México, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana y la Editorial Alfaguara", por su apoyo a las conmemoraciones por los 400 años de El Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra.
Así se publicó en un desplegado que apareció en los diarios el jueves 1 de diciembre para "agradecer al pueblo de México y al Gobierno de la República encarnado en su Presidente C. Vicente Fox Quezada (sic) el apoyo que ha hecho que el,CD, aniversario del Quijote haya tenido en México el más grande desarrollo conmemorativo".