"Esas generalizaciones"
Son casos irresistibles. Provocan curiosidad incontrolable. Son las generalizaciones vagas. Como la de decir que todos los problemas se solucionarían con más educación. ¿Cierto? Seguramente no. Todo dependería de la educación dada.
Sí, la educación ayuda a elevar la prosperidad, pero sólo si ella tiene ciertas condiciones. De lo contrario, puede llegar a producir pobreza. Examinar estas generalizaciones es una tentación incontenible. Como en el caso de quien aseveró con total certeza que "Todas, absolutamente todas las generalizaciones son falsas" y no supo que cometía el mismo error que denunciaba.
No hace tanto tiempo que escuché otra vez una generalización nada nueva. De acuerdo con ella, "Para la Iglesia católica, todo es pecado". Obviamente es falsa. Que todo lo fuera significaría dejar de hacer todo, e incluso, eso sería pecado. No es lógico. Eso significa que debe quererse decir otra cosa distinta a la de una frase muy mal expresada.
Por el contexto de lo que dijo quien eso aseveró, concluyo que lo de "todo es pecado" no se refiere a "todo" en abstracto. Sino a lo que la persona consideró placentero, lo que es muy distinto. Hablaba él de, por ejemplo, admirar a una mujer guapa lo que, en su opinión, era pecado según la Iglesia. Y así por el estilo, con el resto de conductas sexuales más extremas.
Al menos, hasta aquí, ya se entiende mejor esa generalización de "todo es pecado". No es todo en realidad, sino en este caso, muchos o todos los placeres sexuales. Comprendida mejor la generalización es posible examinarla con mayor profundidad. Es un buen ejercicio mental y bien vale una segunda opinión.
Primero, las cosas obvias. Resultaría sorprendente que una Iglesia que entre sus principios tiene eso de "creced y multiplicaos" prohiba al sexo. Y sería absurdo que por principio fuese aprobado todo lo que sea placentero, sin importar lo que sea. Si lo que produce placer es bueno, esa sería una gran noticia para ladrones, asesinos, abusadores sexuales y demás.
¿Ve lo que digo? Muchas de las generalizaciones son un manantial de contradicciones cuando se examinan con un poco de detenimiento. Sea usted o no creyente, eso no importa. Esto es un asunto de mera lógica: no puede usarse el principio de placer como criterio de aprobación de acciones humanas. Una vez aclarado esto, ahora sí entremos más dentro de los mandatos católicos que tratan sobre sexo.
Sin ser un experto teólogo católico y, más aún, sin quererme meter a sutilezas demasiado complejas, apunto sólo algunas ideas que me parecen de mero sentido común. Comienzo por algo que me parece obvio y por eso, poco reconocido. Para el catolicismo, el sexo es una cuestión muy seria, al igual que todo lo que tenga que ver con la persona humana. ¿Por qué? Simple: porque según esa religión somos creados por Dios a su semejanza. No sorprende que toda nuestra conducta sea realmente un tema grave, serio y profundo.
Como en el resto de las cosas que hacemos, todo lo sexual es merecedor de gran atención. Tiene gran importancia. No puede ser tratado como un simple medio para obtener placer y ya. Igual que en el exceso de comer y beber, el sexo tiene excesos que son reprobables en sí mismos. También, como el comer y el beber, su razón de ser es la vida misma. Esto se ve bien en el matrimonio.
Tan importante es la formación de la familia que el catolicismo lo considera un sacramento. De aquí la razón de la boda religiosa: hacerlo frente a Dios bajo un mandato de amor exclusivo. Es un compromiso realmente grande que lleva a la procreación, una razón fundamental del casarse. No puede tratarse la creación de vida con liviandad. Sería absurdo permitirlo.
En total, esos mandatos y restricciones a ciertas conductas, tienen su razón de ser: elevarnos, hacernos mejores, dominar nuestras pasiones, evitar caer en excesos. Son los pecados lo que nos rebaja. Cosas que van en contra de nuestra naturaleza. Nada más que eso.
Yo no sé usted, pero por mi parte, prefiero actuar con mandatos difíciles y claros. Aunque a veces falle, sé que puedo corregir. Prefiero eso a la más dulce y amable mediocridad de dejarme llevar por caprichos, arranques, deseos y gustos. No importa cuáles sean. Es más satisfactorio tener el control que perderlo.
eduardo@contrapeso.info