Suana Guevara
Alguien me puede preguntar: "¿Y ustedes qué hacen en la ciudad ? Y la respuesta pudiera ser: "estamos cuidando el barrio", o algo así; sería una que, según parece, ¡debe haber algún motivo!
Por supuesto queda mucha, muchísima gente en todas las calles, pero aparentemente es porque algunos aún no se han ido, y otros ya han regresado, pero es de impresionar el éxodo del cual me he dado cuenta ahora como nunca: el doctor de las confianzas, en Guadalajara; el especialista, en Estados Unidos; la vecina al frente, en Monterrey; la de al lado, en Chihuahua; la de más allá, en Tucson; del grupo de Consejo (son ocho) cinco estaban afuera; los nietos, en Tampico; el párroco puede que ya haya llegado!
.... Difocur está de vacaciones; muchos empleados públicos cerraron sus escritorios, etcétera. No me acuerdo haber escuchado tanto como ahora la misma frase al buscar a alguien: "Está fuera de la ciudad...".
Hace todavía unos días, yo misma estuve contestando con duda: "Tal vez salimos la semana entrante" cuando otro decía: "Me voy a México" y la que estaba al lado avisaba: "Yo voy a San Diego.... fulanita ya se fue...¿y tú?".
Realmente sentía como apuro de ir también a arreglar las maletas. Era como sentir un susto de quedarnos solos en una ciudad abandonada porque se está quemando! Me estaba contagiando del síndrome de vacaciones "necesarias" a todas luces, si la gente parecía ir como los antiguos hebreos, de viaje obligado anualmente a Jerusalén.
Sólo que aquí no iban todos al Tepeyac, ni a ningún otro santuario, sino a lugares dispersos en el mapa: en donde hay olas aunque el calor sea el mismo; o la sierra donde hace buen clima, aunque no haya tiendas; o a grandes ciudades donde el buscado "descanso" es un mito; o al "otro lado" aunque el dólar esté caro; el asunto es salir.... salirse porque es verano; son vacaciones en las escuelas y se impone un paseo.
Cuando estaba sintiendo algo parecido a la angustia de aún no habernos ido, me llamé aparte para hablar "con mi propio corazón" como decían los aztecas, y hablamos: "¿Tienes auténticos deseos de salir?", me pregunté. ---Pensándolo bien, no muchos... andar de viaje también causa cansancio.
"¿No quieres ver paisajes diferentes?".
---La verdad, es que paisajes ya tengo muchos preciosos en la memoria.....Puedo evocar las selvas tupidas del trópico; las extensas sabanas donde la hierba se dobla toda verde o toda dorada, con el silbar del viento. Con sólo quererlo me parece tener cerca las cimas nevadas de Los Andes y los ríos que corren en su base como un hilito de plata.
Repaso imágenes y me detengo en Cartagena, en su muralla, como brazos amantes defendiéndola de los piratas. Recuerdo el tumbo de muchas olas volviéndose espuma entre las piedras, en Mazatlán o en Guaymas; o declinando su bravura en una suave playa que las amansa como El Tambor.
Puedo evocar los pinares bajando a zancadas hasta llegar al fondo del Cañón del Cobre, y luego situarse alto, muy alto, junto al Cristo del Corcovado en Río, donde las nubes envuelven como un chal de seda humedeciendo tu casa. Me doy cuenta de no añorar paisajes porque vivimos entre ellos; y si me quiero evadir del calor, sería para encontrarlo de nuevo al regresar...
Serenamente, mi corazón --con el que estoy dialogando-- me dice: "También es agradable quedarse en casa; quítate el peso de arrastre de la imitación; que no te agobie un complejo por no salir de tu ciudad, a la que otros vienen de vacaciones.
¡Sacúdete influencias ajenas, sé libre para decir: me quedo contenta entre los miles que se quedan! Y continúa ejerciendo tu libertad recuperada, para disfrutar lo que tú y yo tenemos, donde estamos...