Para unos es una situación psicológica curiosa. Para otros, una paradoja fascinante. Se llama síndrome de Estocolmo, lo que me lleva a apuntar otra curiosidad, el síndrome de esto-es-el-colmo. Me explico.
El síndrome de Estocolmo es una expresión que describe una situación extraña en una persona que es rehén de otra y en lugar de rechazarla, tiene hacia su captor sentimientos positivos. La reacción normal esperada sería la del rehén teniendo sentimientos negativos hacia quien le ha privado de la libertad.
Pero ese síndrome muestra una reacción opuesta, cuyo nombre deriva de un suceso en Estocolmo. Durante un robo en esa ciudad, los rehenes tuvieron esa reacción, la de sentirse atraídos por sus apresadores. A tal punto que los defendieron posteriormente. Llama la atención esa paradoja.
Pero hay otra que quiero exponer aquí y que bien vale una segunda opinión. La llamaré síndrome de esto-es-el-colmo. Para describirlo explícitamente uso el caso de una persona con la que he conversado en varias ocasiones sobre política. Ella manifiesta dos opiniones muy claras.
La primera de ellas es una queja constante hacia las autoridades. Se lamenta consistentemente de su mal desempeño, de lo mal que realiza sus tareas. Para él, el Gobierno está formado por una mayoría de incapaces, corruptos que sólo buscan tener más poder. Con frecuencia en cada una de sus quejas, él usa esa expresión, "esto es el colmo". Es claro que se siente una especie de rehén de un gobierno incapaz.
No conozco a persona alguna que sea más crítica de su gobierno y sus gobernantes. No deja de tener muy buenos puntos, muy razonables. Pero lo que llama la atención es esa sistemática crítica al gobierno: desde la mala calidad del pavimento hasta la bancarrota de los sistemas de seguridad social, pasando por la educación pública, los impuestos y muchas cosas más.
Lo que llama la atención es que en adición a esa crítica devastadora que hace de los gobiernos de todas partes, él tiene otra opinión que sostiene con igual vehemencia. Cree y está muy convencido de que el Gobierno debe intervenir para resolver problemas del país. Piensa él que el gobierno, por ejemplo, debe prohibir la fabricación de alimentos chatarra.
Cree que el Gobierno debe regular las utilidades de las empresas y que es correcto que el estado sea propietario de empresas estratégicas. Apoya la idea de imponer multas a quien no use el cinturón de seguridad y ha propuesto un impuesto especial a terrenos baldíos.
La paradoja es realmente llamativa y la contradicción de opiniones que la persona sufre simplemente no es notada por él. No se da cuenta que es incongruente querer que el gobierno se haga cargo de más cosas si al mismo tiempo piensa que el Gobierno es la más ineficiente y mala de las instituciones.
Ese es precisamente el síndrome de esto-es-el-colmo. Lo sufre una persona que opina que el Gobierno es quien peor desempeño tiene y al mismo tiempo propone que el gobierno crezca y se haga cargo de más funciones y responsabilidades. Muy similar al otro síndrome que hace que el rehén admire a su captor. Y hasta digno de estudio resultaría este síndrome de esto-es-el-colmo. No es esa persona la única que lo sufre. Mucho me temo que el síndrome sea muy generalizado. Quizá usted conoce a varios que lo sufren. Recuerdo un libro que leí hace tiempo.
Estaba escrito por un político, de los considerados intelectuales. En toda su obra manifestaba esas dos opiniones simultáneamente. Contenía una larga lista de errores y fallas gubernamentales para terminar recomendando que el Gobierno debía intervenir más en la sociedad, con más funciones y responsabilidades.
Todo lo que puede hacerse es apuntar que existe algo que puede ser llamado así, síndrome de esto-es-el-colmo, y que es digno de estudio por la incongruencia que representa.
Hay algo de masoquismo en esto. Se admira y se desea que tenga más atribuciones y poder la institución en la que, al mismo tiempo, menos se confía y que se juzga de menor calidad. No lo entiendo, no encuentro justificación. Todo lo que puede hacerse en reportarla como una realidad que merece un estudio.
¿Cómo pedir que los terrenos baldíos paguen más impuestos si al mismo tiempo se piensa que los impuestos sólo alimentan la corrupción?
eduardo@contrapeso.info