"Fernando Zamudio Jiménez: México al revés"

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28/05/2005 00:00

    Noroeste / Pedro Guevara

    Cincuenta años de fructífera labor pastoral El día 20 de mayo me adentré hasta la iglesia de la Santísima Concepción de la vecina población de Bachigualato, con el fin de trasmitir mis saludos y los de mi familia al presbítero Javier Llamas León, quien precisamente ese día, junto a su grey católica, dio gracias al Creador por permitirle alcanzar los 50 años dedicados al ejercicio eclesiástico, como perfecto Siervo del Señor. Lleno de gusto, al verme me saludó con entusiasmo, que unió en perfecta comunión con el estado de ánimo igual al que yo siento por él, por ser representante terrenal de Dios. En un dos por tres recorrimos la vida que ha transcurrido desde que llegó a Costa Rica, hasta estas fechas; con mucha atención de una parte y de la otra, analizamos ese breve tramo de 50 años de historia local. En amena charla, el Padre Llamas me refrendó cómo llegó a estas tierras, su desempeño escolar y su labor pastoral al frente de diversos templos católicos de Sinaloa. El Padre Llamas, como cariñosamente lo llaman sus feligreses, nació en la Piedad de Cabada, Michoacán un 19 de junio de 1932; sus padres fueron Jesús Llamas Muñoz y Adelina León Parras, ya fallecidos, pero a quienes tuve la oportunidad de conocer. El matrimonio Llamas-León procreó 9 hijos, dos de los cuales, Javier y Carlos, abrazaron con mucho amor la carrera del Sacerdocio. El Padre Llamas, sus primeros estudios los llevó a cabo en la escuela primaria Cristóbal Colón, de su tierra natal. Llegó a tierras de Sinaloa en 1944, directamente al Seminario Conciliar de la Inmaculada Concepción, en donde ingresó el 26 de octubre del año citado. Se ordenó sacerdote, al servicio del Todopoderoso el 24 de julio de 1955 en la Capilla del Hospital de la Trinidad, en Guadalajara, Jalisco; su primera misa la ofició el 10 de agosto (el día de San Lorenzo) del mismo año, ya en unión de toda su familia y amigos, en la parroquia del Señor de la Piedad, de la Piedad de Cabada, Michoacán. Desde aquella fecha comienza su peregrinaje por tierras sinaloenses, sembrando la fe y la esperanza en los corazones de todos aquellos que han querido y han tenido la suerte de escucharlo y situarse cerca de su tablero de virtudes. Quienes lo hemos oído en sus sermones, diálogos y fervorines, así como en simples diálogos, concluimos que el Padre Llamas es directo, es limpio y no le gusta vestirse con ropajes de oropeles con sus afirmaciones y sus opiniones. No ha amasado ninguna fortuna y se mantiene humilde, modesto y franco. Al consagrarse como sacerdote, fe y profesión, se fue a ejercerla a Guasave, en donde estuvo 2 años y medio; luego se trasladó a Angostura, por igual lapso; en donde mayor tiempo ha estado es en Costa Rica, por largos 26 años; ya con más de media vida a cuesta, se establece en aquel lugar y construye la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús; en Bachigualato, moderniza y agranda la iglesia de la Purísima Concepción; pero no para ahí, en la colonia Bugambilias, construye la capilla de la Santísima Virgen de Guadalupe; con el mismo afán y devoción comienza a fincar otra capilla en el fraccionamiento Terranova. Es así como el Padre Llamas, Siervo y Obrero de Jesús, corresponde a la institución religiosa que le dio el don de ser pastor de almas. Bien demuestra el Padre Llamas que Culiacán es la tierra de su pasión, en donde ha atendido con atingencia las necesidades espirituales de sus habitantes. Así lo demuestra con entusiasmo, porque las Casas de Dios las ha mejorado unas y ha establecido otras. Claro que no se olvida de la tierra que lo vio nacer, pero es que en el solar sinaloense encontró el desahogo a su vocación y el ejercicio de su anhelo, como guardián celoso del Ministerio Sacerdotal. Fue allá en la vecina población de Costa Rica, en donde el Padre Llamas y yo nos conocimos; tuvimos amigos comunes y coincidimos por más de un cuarto de siglo y de donde tanto él como yo no nos hemos podido desligar porque él fue quien dio orientación católica a mis hijos y les enseñó el ABC para acercarse a Dios. Esta ya larga amistad quedó refrendada con nuestro reencuentro del viernes 20 de mayo en su iglesia de Bachigualato, modestamente adornada para la celebración de las "Bodas de Oro" del Prelado; al preguntarle sobre su idealismo que comulga con la grey católica que actualmente comanda, me contesta que está satisfecho con la fe católica que profesan los habitantes de ese pueblo, que él es respetuoso de las creencias diversas, pero que la parroquia es el termómetro que registra las palpitaciones de los moradores y entonces el Mayordomo que está en el timón tiene la oportunidad de orientar la nave y no dejarla que entre, ni el mar de las tinieblas, ni el mar de los sargazos. La fe, dice, mueve montañas y ésta ha dejado de ser un mito para convertirse en una situación axiomática, en la Iglesia de Cristo. En cuanto a su idealismo del mundo respecto al catolicismo, dice que éste es certero al tornarse preocupado por la orientación y enseñanza del espíritu, no tanto por la materia porque llega un momento que ambos se separan. El espíritu sigue flotando en el mundo y la materia se transforma. Todos somos materia y nuestra esencia es el espíritu. Por eso pienso que la actuación primordial de la Iglesia debe ser con el espíritu. El Padre Llamas también refiere que en este mundo a quien trabaja le va bien; gradualmente va adquiriendo bienes para que su familia se proteja y tenga lo necesario para solventar sus necesidades; no así a quien piensa en un golpe de suerte o piensa que del cielo le puede caer todo, porque pudiera ser que le caiga lo que él no desea y si lo produce con su trabajo honesto, lo hará crecer hasta donde él quiera. Quien trabaja siempre tiene como centro a su familia. En cuanto a los acontecimientos que se han suscitado en el Vaticano, con la emancipación de Benedicto XVI al papado, el temor que despertó entre el Sacro Colegio Cardenalicio, como un príncipe de la Iglesia duro, el Padre Llamas dice que Dios acomoda la conducta de sus representantes de manera que no hagan daño a la Iglesia. Benedicto XVI rápidamente disipó ese infundado temor. Finalmente, al preguntarle que si los constantes cambios de presbíteros no perjudica la continuidad de las obras piadosas, el Padre Llamas dice que en un principio, el Padre añora a sus feligreses, sobre todo a la juventud que es la parte más delicada de la sociedad, pero rápidamente se encarrilan a su nueva parroquia y a su gente.