Héctor Tomás Jiménez
"Los valores que como madre o padre les das ejemplo a tus hijos durante su formación, representan las alas con las cuales van a emprender el vuelo cuando llegue el momento de tomar las riendas de su propia vida".
Laura Tello
Una de las más grandes preocupaciones que tenemos los padres con hijos pequeños o adolescentes, es cómo fortalecer las alas que los ayuden a volar solos en la vida y por ello nos esforzamos en darles lo que creemos es lo mejor para ellos, les procuramos la mejor escuela que nos garantice que recibirán una educación de calidad, supervisamos sus ambientes de juego y diversión, procuramos conocer a sus amigos y a sus familias, los colmamos de atenciones y satisfactores para que vivan una infancia feliz sin carencias ni limitaciones, en fin, todo aquello que consideramos les dará fortaleza y templanza frente a la vida.
Todo lo anterior es importante, sin embargo, también lo es el hecho de que debemos trabajar en fortalecer su carácter de acuerdo a su propio temperamento, de darles los mejores ejemplos de civilidad y valores morales, de mostrarles el valor de la generosidad y la sana convivencia, acercarlos a una vida de reflexión espiritual y por lo mismo, de blindarlos con ejemplos positivos para que no sean presa de las prácticas perniciosas que además de enfermar el cuerpo destruyen el alma, como el alcohol y las drogas.
La responsabilidad que tenemos como padres, va mucho más allá, pues no debemos olvidar que diariamente, desde su infancia, viven en un entorno donde muchas veces no prevalecen los mejores ejemplos, y lejos de aislarlos, debemos enseñarlos a que sean conscientes de que existe el bien y el mal y que deben aprender a identificarlos.
Como padres damos a nuestros hijos el don de la vida, pero es importante favorecer que nuestros hijos vayan edificando una autoimagen positiva y una adecuada autoestima, y para ello, debemos informarnos y formarnos para ser mejores padres, adquirir las herramientas que nos permitan fortalecer internamente a nuestros hijos, desarrollándoles los recursos necesarios para vivir la vida lo que les pertenece con responsabilidad y compromiso. Ayudar a nuestros hijos a desplegar sus alas y a volar, significa enseñarles a valerse por sí mismos y a ser independientes y responsables frente a su entorno.
Hay que recordar que nuestros mensajes, consejos y enseñanzas influyen muy poco en nuestros hijos comparados con la enorme influencia que tiene nuestra manera de actuar frente a la vida. Ellos aprenden mejor con nuestro ejemplo. Por tanto para poder enseñar a volar a nuestros hijos primero hay desplegar nuestras alas. Hay que crecer día a día en madurez, independencia, responsabilidad, hay que buscar las herramientas y recursos, especialmente internos, que nos permitan construir la vida que queremos y que nos permitan construirnos como personas y padres libres y liberadores.
Hay un pequeño cuento de esos a los que nos tiene acostumbrado Jorge Bucay y que ejemplifica muy bien nuestra actitud como padres frente a nuestros hijos. El cuento dice así: "Y cuando el niño se hizo grande, su padre le dijo: -- Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, me parece que sería penoso que te limitaras a caminar, teniendo las alas que el buen Dios te ha dado. -- Pero yo no sé volar, contestó el hijo. --Es verdad, dijo el padre y caminando lo llevó hasta el borde del abismo en la montaña. -- Ves, hijo, este es el vacío. Cuando quieras volar vas a pararte aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y extendiendo las alas, volarás. El hijo dudó: --¿Y si me caigo? --Aunque te caigas no morirás, sólo recibirás algunos golpes y machucones que te harán más fuerte para el siguiente intento, contestó el padre. El hijo volvió al pueblo, con sus amigos, sus compañeros con los que había caminado toda su vida, y a todos les platicó la enseñanza de su padre. Los de mente más estrecha le dijeron: --¿Estás loco? ¿Para qué? Tu viejo está medio zafado. --¿Qué vas a buscar volando? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar? Los amigos de criterio más amplio le aconsejaron: --¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima de la montaña? El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y, con coraje, saltó. Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero igual se precipitó a tierra. Con un gran chichón en la frente, fue a ver a su padre: -- ¡Me mentiste! Le dijo, no puedo volar. Probé y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú, mis alas sólo son de adorno. -- Hijo mío, dijo el padre, para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como para tirarse en un paracaídas, necesitas cierta altura antes de saltar. Para volar hay que empezar corriendo riesgos. Si no quieres, quizás lo mejor sea resignarse y seguir caminando para siempre. (Fin del cuento)