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"Mónologos"

"Frase universal"

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09/05/2008 00:00

    Suana Guevara

    El mocetón mongol fue admitido como candidato a tripulante de naves espaciales, seleccionado entre varios.
    Hemos leído cómo es el entrenamiento que reciben los futuros astronautas: largo, pesado y minucioso. Los médicos estudian su constitución, su resistencia a un cúmulo de factores externos, sus defensas naturales, el funcionamiento de todos sus sistemas internos y la forma de mejorarlos, fortaleciendo cada uno de sus órganos.
    Cada hombre, en su cuerpo, se convierte en una máquina finísima, calibrada y ajustada de acuerdo a las circunstancias que supuestamente debe vivir en un ambiente propiedad de los astros, donde se modifican las leyes que han sido naturales para el hombre desde que nace.
    El organismo de un astronauta y sus reacciones son conocidas y estudiadas por los médicos con tanto esmero que tal vez, como las de un infante de la realeza: no puede exponerse un programa multimillonario a una falla de salud y tienen mucho dónde escoger candidatos resistentes.
    Así que cuando el mongol fue admitido dentro del equipo ruso que había de tripular el Soyuz 39, tuvo que ser bien calificado como muy saludable por una parte y, como informado a la perfección de cómo debía actuar con respecto así mismo en relación a los cambios de presión y temperatura: las indicaciones estaban dadas por especialistas.
    Su madre, debía conocer bien el entrenamiento preparatorio y hasta se sentiría intimidada por las eminencias que atendían la salud de su hijo; debió saber que su comportamiento estaba tan programado como la misma nave en que iría y sin embargo, cuando ya iban a despegar del planeta tierra en busca de la ingravidez, al darle la oportunidad para despedirse de él repitió una frase tal vez mil veces dicha en su región helada: "Abrígate bien, hijo..."
    La indicación pudiera parecer ridícula dirigiéndose a un perito en el manejo de su cuerpo y temperaturas, a pesar de lo cual, estoy segura, debió emocionar a quienes la escucharon; difícilmente alguien se haya reído de la ingenuidad materna, de su solicitud amorosa.
    Es éste un incidente que pone de manifiesto la poca importancia que tienen para el amor de los padres la categoría encumbrada, los altos vuelos, la capacidad intelectual y otras cosas de aquellos a quienes apretamos contra el pecho sintiéndolos parte propia, trayectoria personal en rama nueva, pedacitos del alma de donde atrapamos la primera sonrisa como asiendo un rayo de luna.
    Ellos dejarán la cuna y luego, la casa; pero no podrán salirse del amor de sus padres. Si ellos "crecen mucho" en categoría o en importancia, el mismo amor los cobija: su crecimiento lo amplia sin modificarlo para abarcar los más grandes y tan hijos nuestros como al nacer: pequeñitos en su cuerpo, pero recipientes ya de su potencialidad; ahora capacitados para hacer mucho y sin embargo, sujetos sin complicaciones frente al cariño que sólo busca el fondo transparente de las miradas sin malicia, sin doblez.
    "Abrígate bien, hijo..." ¡Cuánta solicitud y amor en una frase!. Se puede extender a un largo recado: "Cúidate bien en todo momento, como yo lo hice mientras pudo porque eras pequeño; ahora te vas muy lejos, muy lejos entre los astros... no te debo seguir... no podría, pero enraizado en su alma está nuestro amor y aunque a veces creas oír tu propia conciencia o tu razón, indicándote hacer una cosa o la otra por ser lo conveniente, estarás oyendo solamente la voz de ese cariño, que no importando dónde estés, quisiera abrigarte contra todos los fríos, envolverte en una red protectora de todo mal, aunque flotes: abrígate con nuestro amor....".
    Todo eso y más encerraron las tres palabras de la madre de Gurragcha, del Soyuz 39... y lo mismo significan muchas de nuestras frases al parecer intrascendentes, trilladas de tanto decirlas, desoídas de tanto escucharse como una repetición de lo mismo aunque según la ocasión, signifiquen cosas diferentes.
    Nosotros los padres, vivimos diciendo, repitiendo, la frase llena de vocees de la mujer que no pensó en el mundo entero que la oía, cuando grabó su mensaje traducible a todos los idiomas: "Acuérdate hijo que te quiero,,,,".